emos hablado de Tezozomoc, épico gobernante que encabezó por décadas el señorío de Azcapotzalco, urbe fundada por los tepanecas alrededor del siglo XIII. Valeroso guerrero y astuto estadista, logró crear un vigoroso imperio que sometió a todos los pueblos de la cuenca. Se cuenta que vivió hasta los 120 años y que tuvo decenas de esposas e hijos. A muchos de ellos los casó con mandatarios de las poblaciones conquistadas para crear un poderoso linaje.
Este poderío terminó después de su muerte con la llegada de los mexicas o aztecas, que se establecieron como sus súbditos. Feroces guerreros, en poco tiempo pasaron de siervos a aliados, para finalmente someter a los tepanecas, a sus antiguos pueblos vasallos y a otros muchos de lejanas tierras.
Pero Azcapotzalco tiene memoria y conserva el orgullo por su rico pasado, entre otros, mantienen vivo su gentilicio de chintololos. El delegado Pablo Moctezuma, fiel custodio de nuestras raíces, en sus dos administraciones ha buscado guardar las tradiciones, que son numerosas en sus añejos barrios, preservar el patrimonio arquitectónico y honrar el recuerdo de su gran gobernante.
Con gran acierto lo hicieron con el parque Tezozomoc, que este año cumple 35 de su creación. Se desarrolló sobre terrenos que pertenecieron a la hacienda del Rosario. Con muy buen tino se contrató al arquitecto paisajista Mario Schjetnan, quien propuso recrear a escala, en 28 hectáreas, la cuenca de México en el siglo XVI. Para semejar las montañas que la rodean, aprovecharon la tierra que se extraía de la obra de la línea 6 del Metro. El lago se llenó con el agua sobrante de la planta de tratamiento de la Unidad Habitacional de El Rosario. El resultado es maravilloso y único. En el centro de las aguas, un islote representa con figuras de bronce el momento de la fundación de México-Tenochtitlan.
El próximo día 21 se va a realizar una serie de festejos para conmemorar el cumpleaños del parque, y por primera vez se va a entregar la medalla Tezozomoc. Merecidamente el recipiendario va a ser el arquitecto Schjetnan, quien pronto va a iniciar una renovación del parque que lo va a actualizar al siglo XXI.
Están por terminarse dos museos: uno de sitio, que va a mostrar la historia de Azcapotzalco anterior a la Conquista, y otro dedicado a los pueblos originarios.
Es un paseo familiar muy grato para el fin de semana, ya que cuenta con andadores, ciclopistas, zonas de juegos infantiles, pista de patinaje y canchas deportivas. Asimismo, tiene gran valor ecológico: se han asentado en el lago algunas especies migratorias como el pato cucharón y la garza blanca; hay gansos y patos, algunos peces como la carpa de Israel, tortugas japonesas introducidas por los visitantes y es paraíso de las ardillas.
Para enriquecer esta fauna se ha instalado un ajolotario, donde se crían diversas especies de ajolotes, ese prodigioso anfibio que sólo existe en México. Ahí nos enteramos que hay alrededor de 18 distintos tipos. Es parte de la visita y es toda una experiencia ver a los pequeños seres con aspecto de alienígena amistoso.
Otra faceta interesante es que se sembraron básicamente especies endémicas de la Ciudad de México. En 35 años de vida ya se pueden apreciar ahuehuetes, colorines, ahuejotes, pirules, fresnos y muchos otros de exhuberante fronda. También se aprecia vegetación característica de aguas bajas como el tule.
Si va en domingo, antes del paseo, en la cercana calle de Jacaranda, en el número 443, se encuentra Renatos. En su pequeño local ofrece exquisita barbacoa de horno que preparan ahí mismo. Presumen que sólo utilizan animalitos mexicanos de máximo 18 kilos. Esto no es cualquier cosa, pues en muchos sitios es carne congelada que se importa.
Puede comenzar con un consomé de la casa, que lleva aguacate, chicharrón y una patita. Tambien hay flautas, sopecitos, mixiotes y las famosas quesacoas. De bebida: cafecito de olla o chocolate caliente con churros. Muy especial: el curado de avena.