l intento por derogar la reforma de salud de Barack Obama fracasó estrepitosamente y su prometida reforma fiscal también pende de un hilo. Ahora, lo más probable es que Donald Trump busque un pretexto para reivindicarse con los votantes que hicieron posible su llegada a la Casa Blanca, y de paso iniciar, muy a su estilo, una vendetta en contra de quienes han obstaculizado sus planes.
Seguramente reditará su discurso en contra de los migrantes indocumentados. Trump ha insistido en que llegan a Estados Unidos para quitar el trabajo a los ciudadanos estadunidenses. Vale subrayar que acuden a laborar y eso es exactamente lo que hacen. No medran ni viven de la limosna o de la caridad en las calles de las ciudades por lo que es falso que sean una carga para el erario. Los trabajadores sin documentos no sólo pagan los impuestos que les descuentan los patrones, como cualquier empleado, también los cubren en su calidad de consumidores. Para colmo, a muchos de ellos jamás se les retribuye la parte del seguro social que han cubierto.
La realidad es diferente y se ha repetido decenas de veces: los trabajos que los mexicanos indocumentados realizan, por diversas razones, no los quieren efectuar los estadunidenses. Una de ellas son los bajos salarios que pagan quienes los contratan; otra, la dureza de las labores y las exhaustivas jornadas a las que están sujetos en la agricultura, la construcción o los servicios. Las razones no son nuevas, han sido expuestas mediante investigaciones realizadas por universidades y organizaciones especializadas en cuestiones migratorias y laborales.
En la búsqueda de otros atenuantes a su derrota, hay algunos mediante los que Trump buscará reivindicar su imagen. Si bien el proyecto de reforma de la dupla Trump-Ryan fue derrotado, ahora ambos buscarán la forma de socavar buena parte del Obamacare por otros medios, como el recorte al presupuesto de algunas partes de dicha reforma.
Su primer zarpazo fue la supresión de los recursos fiscales destinados a la organización Planned Parenthood, que apoya a las mujeres en sus derechos y medios para controlar su reproducción. Más de 80 por ciento del presupuesto de este grupo no lucrativo se destina a programas educativos, en especial la enseñanza de métodos para evitar embarazos no deseados. En última instancia, tiene el fin de evitar que las mujeres se vean forzadas a recurrir al aborto, práctica a la que dedica menos de 20 por ciento de su presupuesto.
Otro, fue la cancelación de los programas para proteger el medio ambiente, instrumentados por la administración de Obama. Las restricciones en el uso del carbón como energético fue una de las decisiones que más atacaron quienes, por conveniencia personal, han dicho que ese combustible es indispensable como energético y fuente de trabajo para miles de personas. Trump prometió cancelar esas medidas y con ello promover la apertura de miles de empleos a quienes viven en los estados productores. La realidad es que el carbón es uno de los mayores contaminantes del medio ambiente, y hace muchos años empezó el declive en los empleos que en otro tiempo generaba esa industria. Nuevamente se ha valido de la demagogia, esta vez no para ganar votos, sino para resarcir su maltratada imagen.
Torpemente y sin medir las consecuencias, Trump trata de revertir las medidas que Obama instrumentó para lograr que la sociedad estadunidense sea un poco más justa. No porque fuera un socialista, como lo han dicho sus detractores, sino porque advirtió los excesos que amenazaban con ahondar aún más la división y el malestar social. Paulatinamente, Trump y sus congéneres reditan los peores vicios de un sistema de gobierno que después de la crisis que explotó en 2008 había sentado las bases para reivindicar las lecciones del New Deal de Roosevelt y la Nueva Sociedad de Johnson. A ver hasta dónde se lo permiten sus compañeros de partido.