on una ocupación hotelera superior a 80 por ciento, Acapulco cuenta con miles de visitantes, que han pasado por alto las advertencias que de mala fe se han hecho con el propósito de desviarlos hacia otros destinos turísticos o simplemente para que no vayan al puerto.

Si bien es cierto que Acapulco vive momentos difíciles provocados por la inseguridad y la violencia, no menos cierto es que las autoridades se han ocupado de resguardar la zona turística con elementos de las fuerzas de seguridad, a fin de infundir confianza en el visitante.

Algo es irrebatible: la franja de arena es la zona que menos ha sido tocada por la violencia. No obstante, se han destinado elementos extra por todas las playas a efecto de que el vacacionista sienta confianza y seguridad. La protección se extiende por tierra y por mar.

La atención no se ha limitado a la vigilancia; decenas de salvavidas y puestos de atención médica, por ejemplo, han sido distribuidos estratégicamente.

Incluso decenas de jovencitos recorren las playas para ayudar a rencontrar a sus familias a aquellos menores de edad que se han extraviado.

La autoridad, en sus tres niveles de gobierno, están poniendo su parte para que la temporada resulte exitosa.

Es de desearse que los prestadores de servicios no desoigan el exhorto gubernamental de atender debidamente al visitante, sin abusar en ningún aspecto.

Igual es de esperarse que el sector empresarial relacionado con la industria sin chimeneas, aproveche el respiro económico que le proporcionará el periodo a fin de resarcir sus pérdidas ocurridas en tiempos críticos lo mismo que para realizar mejoras a sus establecimientos.

Sin duda, Acapulco, aun con la saturación de la ciudad y, en algunos casos, el desbordamiento de servicios públicos, cruza por buen momento.

Los vacacionistas, procedentes de la Ciudad de México en mayor porcentaje, demuestran su lealtad al puerto y a los porteños les toca corresponder proporcionándoles buen trato y servicio de calidad a precios justos.