s difícil, si no es que imposible, saber qué es lo que está pasando por la cabeza de Donald Trump, presidente de Estados Unidos. Lo que no es difícil, porque las evidencias están ahí, es darse cuenta de lo que efectivamente hace y ordena. Hay por lo menos cuatro importantes eventos que ilustran un cambio de 180 grados entre lo que Trump dijo o pensaba en los 12 meses anteriores, y lo que efectivamente ha hecho en las dos semanas recientes. Aunque es conocida la inconsistencia con la que personalmente actúa día con día, nadie se explica a ciencia cierta las razones del cambio radical en cuestiones que, por lo visto, se creía eran su marca personal. No estamos hablando de las promesas que por diversas razones no ha podido cumplir, sino de lo que sí ha hecho.
En 2013 Barack Obama solicitó autorización al Congreso para intervenir militarmente en Siria, en el contexto del ataque del presidente Bashar al-Assad a la población civil de ese país con armas químicas. Mediante su cuenta de Twitter, Trump anuncio que se oponía terminantemente. La semana pasada ordenó el bombardeo de un campo aéreo militar sirio sin autorización del Congreso, y por añadidura culpó a Obama de débil por no haberlo hecho. (The New York Times, 15/4/17)
Durante varios años, Trump ha resaltado sus buenas relaciones con Rusia e incluso se ofreció como mediador entre Estados Unidos y aquel país. Hace unos días declaró que sus relaciones con el Kremlin estaban en el más bajo nivel debido a la alianza del presidente ruso, Vladimir Putin con Assad. No se descarta que sea una excusa en respuesta a las investigaciones que se hacen sobre los vínculos de algunos miembros de su equipo con altos funcionarios rusos.
Antes y después de haber llegado a la presidencia, amenazó con alejarse de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, pues hay una desproporción entre lo que Estados Unidos aporta y lo poco con que contribuyen los países europeos para su mantenimiento. Dijo que la alianza es obsoleta y ha sido inútil para combatir el terrorismo. Hace unos días, en el contexto de la visita del secretario general de ese organismo, declaró que ya no es obsoleta y que ahora ya participa en el combate al terrorismo.
En más de una ocasión ha calificado a China de manipuladora de la tasa de cambio para aprovecharse del intercambio comercial entre ese país y Estados Unidos. Ha insistido en el robo que China ha hecho durante años de los empleos en la industria estadunidense. Después de la breve visita que el presidente chino hizo a Mar-a-Lago, hotel de veraneo de Trump en Florida, declaró que China ya no manipula más la tasa de cambio, y por lo visto las prácticas comerciales entre ambos países ya no fueron motivo de su preocupación.
Durante su campaña criticó acremente a la señora Janet Yellen debido a su supuesta ineptitud
al frente de la Reserva Federal de Estados Unidos y de estar bajo las órdenes de Barack Obama. Sin embargo, hace unos días declaró estar de acuerdo con las bajas tasas de interés decretadas por el banco y expresó que la nominaría para un periodo más al frente de esa institución (Fortune, 4/13/17).
En estos y otros temas, el TLCAN, por ejemplo, Trump parece haber cambiado de opinión, al menos momentáneamente. No está claro si Trump ha decidido plegarse a la ortodoxia conservadora del Partido Republicano, o simplemente es un síntoma más de su personalidad errática, explosiva e impredecible. También pudiera ser que su hija Ivanka y su yerno murmuraron a su oído que dejara a los generales y los que sabían de esos asuntos que los resolvieran, mientras ellos tres se dedicaban a revisar el estado de sus empresas.