e interesa resaltar algunas evidencias de las elecciones francesas por la presidencia de esa República. Una primera es que los partidos tradicionales de la V República perdieron y que quedaron a la cabeza, para la segunda vuelta el 7 de mayo, un partido nuevo (En Marcha) y uno antisistema que los galos no identifican con alguno de los tradicionales pese a no ser nuevo o reciente (el Frente Nacional). Este fenómeno de pérdida de popularidad de los partidos tradicionales no sólo se ha visto en otros países de la Unión Europea sino también en América Latina. En México, en particular, se percibe lo mismo: tanto el PRI como el PAN no parecen ser las figuras centrales del esquema partidario tradicional. Morena, partido también nuevo, figura en estos momentos a la cabeza de las preferencias electorales.
Otra evidencia en Francia es que la socialdemocracia fue también desplazada de los primeros lugares: el Partido Socialista (PS), cuyo candidato fue Benoît Hamon, no alcanzó siquiera 7 por ciento, algo semejante a lo que le ocurrirá al PRD mexicano si no se recompone de manera creíble en el plazo que tiene antes de la elección presidencial del año próximo. Quizá una de las razones de la baja votación por el PS fue su escisión provocada por Jean-Luc Mélenchon y su organización Francia Insumisa, que se ubica a la izquierda de su antigua matriz partidaria.
Otras evidencias no pueden ocultarse. Contrariamente a lo que probablemente ha pensado Margarita Zavala (de ser candidata por el PAN), las mujeres no votaron en mayoría por Marine Le Pen, sino por Emmanuel Macron de En Marcha. En un cuadro comparativo de votos (porcentajes), presentado por Ipsos France, por Le Pen sufragaron más hombres que mujeres y por Macron más mujeres que hombres. Otro dato importante es que la mayoría de los franceses, votaran por quien votaran, están por mantener a su país en la Unión Europea y en el esquema del euro, y no por lo que sería un Frexit a la manera de Gran Bretaña. Otro dato que me parece importante es que en París, donde han habido varios ataques terroristas adjudicados al Estado Islámico, la mayoría de los ciudadanos no votó por Le Pen, que está en contra de la inmigración, principalmente islámica, sino por Macron (menos de 5 por ciento contra más de 35 por ciento, respectivamente). Si Le Pen creyó que los atentados en París la beneficiarían, se equivocó. Le fue mejor incluso a Hamon que a ella.
No tengo información sobre el voto de los inmigrantes no blancos con derecho al sufragio, pero es probable que no apoyaran a la racista y xenófoba Le Pen ni que la apoyen el 7 de mayo.
El sistema electoral de dos vueltas, que en México han querido impulsar los priístas para impedir el posible triunfo de López Obrador, opera en Francia en contra del fascista Frente Nacional. Por el momento, tanto Fillon de Los Republicanos (derecha) como Hamon del PS, ya han llamado a votar en segunda vuelta por Macron. Falta la definición de Francia Insumisa y de otros partidos que también perdieron. Es de esperarse que ocurra algo semejante a la segunda vuelta de 2002, cuando incluso la extrema izquierda votó en la segunda vuelta por el derechista Chirac con la clara intención de detener al Frente Nacional entonces encabezado por papá Le Pen, su fundador. Chirac obtuvo más de 82 por ciento de la votación nacional en el balotaje.
Confieso que no me queda claro por qué la mayoría francesa votó por Macron en la primera vuelta, un muy joven ex banquero egresado de la elitista Escuela Nacional de Administración de París y partidario del neoliberalismo con ciertos límites de tipo social, pocos y quizá por la influencia del izquierdista Étienne Balibar en la Universidad de Nanterre, por su militancia durante tres años en el Partido Socialista y por su cercanía con Michel Rocard (ex primer ministro de Miterrand).
Difícilmente se puede decir que el probable jefe del Estado francés sea un político que se haya ensuciado los zapatos antes de su reciente campaña electoral. Lo más cerca que ha estado de la política nacional fue como parte del gabinete del presidente saliente. ¿Acaso se debió al desgaste sufrido por los partidos tradicionales? ¿Y si sólo fue por eso, por qué no tuvo éxito Mélenchon que hizo a un lado al deteriorado Partido Socialista, rebasándolo por la izquierda? Tal vez la respuesta esté en el conservadurismo de los franceses, refractarios a los cambios en sus formas de vida, aunque hay que advertir que los jóvenes se decantaron en mayoría relativa por el conjunto de los partidos de izquierda en los comicios del pasado domingo.