El sueño de Scorsese
a vida delictiva de Augusto Falcón, su hermano Gustavo y Salvador Magluta, ha servido de inspiración para películas, novelas noir, series de televisión y más de un ensayo sobre el narcotráfico en Estados Unidos. Los llamaban “Los cowboys de la cocaína”. Y con razón, pues tejieron una red de complicidades gracias a la cual introdujeron a Estados Unidos decenas de toneladas de esa droga elaborada en Sudamérica.
Los tres eran de origen cubano pero al migrar a Estados Unidos se hicieron ciudadanos de ese país. Cuando en 1991 Augusto y Salvador fueron detenidos, se les acusó de importar 2 mil millones de dólares en cocaína entre 1978 y 1990. Con el dinero obtenido llevaron una vida ostentosa, estrafalaria. Compraron impunidad a base de corrupción y patrocinando equipos deportivos, siguiendo el ejemplo de Pablo Escobar y el cártel de Cali. Los tres convirtieron el sur de la Florida en un violento foco de narcotráfico en la década de los 80. Usaban sus lujosas y poderosas lanchas para competir en carreras y, a la vez, traer grandes cargamentos de cocaína desde Colombia a las costas de Miami.
Brian de Palma mostró esa manera de vivir en la versión que hizo en 1983 de Scarface, protagonizada por Al Pacino, Steven Bauer y Michelle Pfeiffer. La original, de 1932, la dirigió Howard Hawks con Paul Muni como el gánster ambicioso y despiadado.
Pero a diferencia de estas dos películas, en la vida real Augusto y Salvador siguieron haciendo negocios desde la prisión, donde llevaron una vida privilegiada gracias a la corrupción que también en Estados Unidos permite operar a las mafias. En 1996, ambos fueron absueltos por falta de pruebas y quedaron en libertad. Después se supo que sobornaron a testigos y a varios integrantes del jurado. Nuevamente fueron detenidos y condenados por lavado de dinero.
Después de estar prófugo 26 años, Gustavo, el tercer integrante de “Los cowboys de la cocaína” cayó al fin en manos de la justicia. También su esposa. Confiaba en que las autoridades se habían olvidado de él, pues creían que vivía en México o Colombia. Pero hace cuatro años se vio envuelto en un accidente automovilístico en la zona turística de Orlando. Para identificarse, ambos presentaron unas licencias de conducir falsas. Esos permisos permitieron rastrear sus movimientos hasta que los localizaron en el sur de la Florida.
Gustavo tiene 55 años y estará largo rato en la cárcel, como sus compinches. Netflix y HBO ahora negocian la exclusiva para contar en una serie la historia de los tres narcoamericanos. Por su parte, Martin Scorsese espera, al fin, hacer realidad un viejo anhelo: la adaptación fílmica de La Brava, de Elmore Leonard, el padre de la nueva novela noir de Estados Unidos y el que mejor retrata el reino del narco en Florida hace 30 años.