na de las noticias más sorprendentes en la ciencia y tecnología de la reproducción apareció publicada el martes pasado en la revista Nature Communications. Se trata del más avanzado dispositivo creado hasta ahora para sustituir a un órgano que durante años ha sido considerado en la fisiología reproductiva como insustituible: el útero materno.
Un grupo de investigadores encabezados por Alan W. Flake, del Centro de Investigación Fetal en el Hospital Infantil de Filadelfia, Estados Unidos, ha creado un sistema que permite prolongar de manera estable el desarrollo fetal en ovejas hasta por cuatro semanas. Si bien no es el primer intento realizado en este sentido, la diferencia con estudios anteriores (que no han conseguido un desarrollo normal del feto ni evitar problemas como enfermedad pulmonar crónica y otras complicaciones ligadas a la inmadurez orgánica) consiste en que es posible el crecimiento normal, así como la maduración pulmonar y de otros órganos, por ejemplo, el desarrollo del cerebro y su mielinización (la cubierta en las fibras nerviosas que permite la transmisión de las señales eléctricas).
El útero artificial es muy sencillo en apariencia, consiste en una bolsa de plástico (una especie de Ziploc grande) dentro de la cual se desarrolla el feto en contacto con un fluido que circula constantemente. El cordón umbilical está conectado a un sistema de circulación externo (que haría las veces de una placenta) acoplado con el latido cardiaco fetal... Pero, un momento. Antes de proseguir es necesario aclarar cuál es la justificación de estos estudios, pues se está hablando de úteros y placentas artificiales, y de procesos que en los humanos ocurren naturalmente en el cuerpo de las mujeres, lo que puede causar inquietud en algunas personas si no se aclara cuál es la finalidad de estos trabajos científicos.
Se trata por ahora de un modelo experimental, en ovejas, pero tiene la intención explícita de los autores de vencer los obstáculos técnicos que puedan presentarse para utilizarlo eventualmente en el desarrollo fetal humano. La justificación es la elevada mortalidad que actualmente existe en los bebés que nacen prematuramente, y esta es una razón que difícilmente puede ser rechazada, aun por las mentalidades más conservadoras. Diversos estudios muestran que aproximadamente 80 por ciento de los bebés que nacen antes de la semana 23 de la gestación no sobreviven (en nuestra especie la gestación dura aproximadamente 40 semanas), por lo cual prolongar este proceso en dispositivos artificiales como el creado por Flake y sus colegas, resulta crucial.
El útero artificial en el citado estudio es una bolsa de polietileno, translúcida, con permeabilidad sonora (lo que permitiría eventualmente poner en contacto al feto con los ruidos cardiaco e intestinal de la madre) y flexible, lo que hace posible la vigilancia tanto visual como por medio de dispositivos que permiten el examen de las funciones fetales, la utilización de escaners o la manipulación directa de la biobolsa
de ser necesario. La fotografía del dispositivo puede verse aquí.
Además de la biobolsa
, son dos los elementos principales del trabajo publicado el martes 25 de abril en Nature: Por una parte el fluido que baña al feto, cuya composición trata de emular al líquido amniótico. Tiene un sistema que permite la circulación continua que permite la eliminación de desechos. Su circulación puede acelerarse si existe la posibilidad de infecciones (las cuales ocurren en menor grado que en dispositivos anteriores). La respiración del líquido y su deglución permiten el desarrollo normal pulmonar y la alimentación.
La placenta artificial es un sistema que elimina el bombeo de la sangre (como en sistemas previos). Se trata de una doble canulación (conexión de vasos sanguíneos mediante tubos de plástico) de las arterias umbilicales y una con la vena del cordón umbilical. Lo interesante aquí es que este sistema está acoplado no a un bombeo predeterminado, sino que mediante un software está comandado por el propio latido cardiaco fetal. En fin, esa es la parte tecnológica, pero como sucede con la mayoría de las tecnologías de reproducción asistida, abre enormes caminos para la indagación científica y, se puede anticipar, traerá aparejados debates éticos.
Desde el punto de vista científico (que es el que a mí me tiene deslumbrado), el dispositivo es lo que se conoce como una preparación aislada (como, por ejemplo, cuando se estudian las propiedades de un órgano o una célula fuera del cuerpo). Los autores lo tienen extraordinariamente claro cuando afirman: Nuestro sistema ofrece un intrigante modelo experimental para abordar cuestiones fundamentales sobre el papel de la madre y la placenta en el desarrollo fetal
. Desde el punto de vista ético, no falta mucho para que nos inundemos con una avalancha de opiniones, fundamentadas o no, sobre los peligros de la ciencia
.
Lo cierto es que más allá de la ficción, algunos aspectos de nuestro futuro reproductivo como especie ya están a la vista.