Más empleo, pero precarizado
Informalidad, muro
interno
Reforma
laboral, en deuda
resume el inquilino de Los Pinos que durante su estadía en la residencia oficial se han generado 2 millones 700 mil empleos formales (de ellos 525 mil eventuales) y que estima un millón adicional en lo que resta de su mandato, para cerrar el sexenio con 20 millones de plazas registradas en el IMSS, un millón más que las reportadas al cierre de marzo pasado.
En el comparativo, y con base en la estadística del citado instituto, la generación de empleo formal durante la estadía de Peña Nieto en la residencia oficial resulta superior a la reportada por sus tres antecesores (Zedillo, Fox y Calderón), quienes en toda su administración se quedaron por debajo de los números presumidos por EPN.
El problema, como siempre, es que en materia laboral lo importante no sólo es el número de plazas formales generadas (o simplemente formalizadas), sino su calidad y, en el caso del gobierno de Peña Nieto, como en todos los anteriores, lo que brilla, y mucho, es la creciente precarización del empleo.
De Zedillo a Peña Nieto (hasta marzo de 2017) oficialmente se generaron 8 millones 70 mil plazas formales, en números cerrados. En ese mismo periodo la población económicamente activa pasó, también en números cerrados, de 36 a 54 millones de mexicanos, es decir, se sumaron 18 millones y en ese lapso sólo se creó la mitad de las plazas laborales demandadas.
¿Dónde quedó el resto? En la informalidad, en la que a estas alturas sobreviven cerca de 30 millones de mexicanos. Y, como dice Peña Nieto, la generación de empleo formal es uno de los indicadores que determinan la salud de la economía
. Entonces, la nuestra no está muy sana que digamos.
En este contexto, Consultores Económicos divulgó su más reciente análisis (Informalidad y empleo precario, el gran muro del bienestar económico), del que se toman los siguientes pasajes. Va, pues.
Las profundas crisis económicas y el bajo dinamismo de nuestra economía desde la recesión de mediados de los 90, entre otros factores, han generado avances en el empleo no informal que se han convertido en una pesada loza que frena el crecimiento económico del país.
Cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi señalan que al cierre de 2016 la Población Económicamente Activa es de 54 millones de personas y 52.12 millones son la población ocupada; de ellos, la tasa de informalidad laboral se ubicó en 57.4 por ciento, equivalente a 29.8 millones de personas. Por otra parte, la tasa de Condiciones Críticas de Ocupación (Inegi) se ubicó en 13.1 por ciento, afectando a 6.8 millones de trabajadores.
La elevada informalidad y el empleo precario revelan la frágil realidad del empleo en México y los ingresos de las familias; son la evidencia de las distorsiones que ha tenido el mercado laboral en el país. A esto se agrega el fenómeno de la emigración, la subocupación, el avance que han tenido ocupaciones relacionadas con actividades ilícitas como piratería, contrabando, trata de personas, explotación infantil, prácticas de discriminación y las pocas competencias y capacidades laborales.
Si bien es cierto que todo empleo formal o informal crea actividad económica y demanda agregada y que la ocupación en actividades informales ha representado una alternativa real ante la debilidad económica, en el largo plazo hay un daño severo a la economía, vía menor consumo y reducidos ingresos públicos. El empleo no estructurado (informal) daña las finanzas públicas, hay menor recaudación por parte del gobierno, se debilita los fondos públicos de pensiones y de acceso a la vivienda, el sistema financiero se ve mermado ya que inversionistas institucionales como las Afore tienen menores recursos para hacerlos trabajar y también por el lado del acceso al crédito, los préstamos vía nómina o de financiamiento al consumo son menores; además, los recursos para el sistema de salud público se ven reducidos.
Hoy, cuando el mundo vive tendencias proteccionistas, México se ve obligado a fortalecer el mercado interno para reducir su dependencia del exterior y cuidar las finanzas públicas y robustecer el sistema financiero. Por ello, es urgente empezar ya a revertir la situación.
No obstante, nuestro país logró instrumentar una reforma
laboral que busca elevar la productividad, los resultados han sido aún cortos; se requieren acciones enfocadas a mejorar las capacidades laborales y aumentar la generación y formalización del trabajo más allá de medidas de fiscalización.
No hay soluciones inmediatas para generar empleo de calidad y bien remunerado; es necesario establecer y ejecutar una política industrial flexible, dinámica y de largo plazo, así como realizar un conjunto de acciones que involucren a todos los sectores, medidas que van desde procurar el crecimiento sostenido de largo plazo, hasta la modernización y competitividad de la industria, el campo y los servicios, entre otros.
A la parte gubernamental le toca no sólo fomentar la formalidad; también contar con políticas públicas alineadas a las demandas del mercado a lo largo de diferentes cadenas productivas, trabajar en generar las condiciones para atraer inversión, vincular a la Pymes en las cadenas de valor, modernizar el TLCAN a fin de explotar la ventajas competitivas y comparativas de México, fortalecer el campo, detonar sectores clave como el turismo, la manufactura, el energético, potencializar al máximo las reformas
estructurales e impulsar adecuadamente las Zonas Económicas Especiales (ZEE) para reducir la pobreza y las desigualdades.
A empleadores y trabajadores les toca elevar la productividad, salir de la zona de confort, tener mayores competencias y capacidades laborales, diversificar mercados, apoyar el emprendimiento, tener mayor gasto en desarrollo tecnológico, realizar capacitación laboral, innovar en sus formas de comercialización y prepararse ante los cambios.
Derribar el muro de la informalidad y el empleo precario no es tarea fácil y demanda un esfuerzo coordinado, pero existe una nueva oportunidad de cambiar los vientos a nuestro favor. Es tarea de todos fortalecer el sector productivo, el talento humano y su vinculación productiva para poder con eso robustecer el mercado interno mexicano y el bienestar de las familias; el empleo suficiente, formal y bien remunerado es el fundamento de desarrollo económico y de bienestar social del país.
Las rebanadas del pastel
Dice el inquilino de Los Pinos que hace suyo el compromiso para combatir la impunidad y crear condiciones de paz
en el país. Felicidades, pero ¿qué no fue esa una de sus promesas de campaña electoral, cinco años atrás?
Twitter: @cafevega