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Se aspira a reconciliar el arte contemporáneo con el gran público

Abre 57 la Bienal de Venecia, un contrapunto a la violencia
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Pabellón de China en la exposición internacional de arte de la 57 Bienal de Venecia, que muestra las obras de Tang Nannan, Wu Jian’an, Yao Huifen y Wang TianwenFoto Xinhua
 
Periódico La Jornada
Domingo 14 de mayo de 2017, p. 5

Venecia.

La 57 Bienal de Venecia abrió sus puertas ayer como un canto a la vida y a los artistas que la celebran, porque según la curadora Christine Macel, en el arte se resguardan los valores fundamentales de la humanidad, ahí donde se une el trabajo espiritual con la reflexión, contra el desorden y la violencia que prevalecen actualmente. No es una bienal política, sino un contrapunto a la violencia. Es una edición que aspira a reconciliar el arte contemporáneo con el público grande, afirmó Paolo Baratta, presidente de La Biennale.

La muestra se despliega en el área de los jardines y del arsenal, y se divide en nueve secciones distintas llamadas trans-pabellones, a cada una de las cuales le corresponde un tema (el pabellón ecológico, el de los chamanes, el de los colores, etcétera). Una división que no deja de pecar de simplificación sui generis.

En el pabellón de las tradiciones está la obra de los dos mexicanos participantes: Gabriel Orozco (en su cuarta participación en la bienal), muestra una instalación fruto de su experiencia en Tokyo, hecha de largas vigas puestas en el piso, ensambladas según la tradición ancestral japonesa, sin clavo alguno, sobre las cuales apoyan Ferraris y budas en miniatura que representan, según se lee en el catálogo, el declinar irónico de la sociedad industrial. La mexicana Cynthia Gutiérrez presenta la instalación Cántico del descenso, formada por 11 rocas de cantera, especie de zócalos bajos, que representan el poder español durante la colonia, dentro de las cuales está incrustado un telar de cintura de Oaxaca en representación del mundo indígena.

La artista, en entrevista para La Jornada, explica que el sentido de su obra se refiere al choque de dos culturas, a un proceso de colonización de 300 años, y al intento de conformar una identidad que aparentemente es nuestra, pero que en realidad nos es muy ajena, porque desconocemos el mundo indígena. Para mi es muy importante trabajar a partir de ese desconocimiento, entender como pueden dialogar o repelerse las dos culturas que hemos heredado. Tiene que ver con un proceso cultural que se está perdiendo. La mayoría de estos telares fueron tejidos por señoras que migraron de Oaxaca a Ajijic para poder comercializar su trabajo para comer. Me importaba el contacto que crea el telar detenido a la cintura de la tejedora con el árbol, donde viene colgado, es una forma de hacerse uno con la naturaleza.

La democratización del arte, ya patente en la edición anterior, se ha afianzado definitivamente en la actual. Pero esto probablemente no se explicaría sin la presencia de un coleccionismo, que va abriendo este mercado emergente. Por ejemplo, de los 120 artistas elegidos por la curadora, ocho entraron rápidamente en el Art-Vantage Fund, cofundado por Serge Tiroche y Russ DeLeon, entre los cuales se encuentran el mismo Gabriel Orozco, Abdoulaye Konate, Rina Banerjee, Ernesto Neto, Kader Attia, Erika Verzutti, Guan Xiao y Petrit Halilaj (Il Sole 24 ore, 17.02.17).

Es una bienal que pudiéramos definir en su generalidad ligera, incluso cándida, sin grandes emociones. La mayoría son artistas desconocidos que no siempre exaltan. La fuerza propositiva de esta edición cabe buscarse en las obras vivas, en los performances, que son múltiples, no sólo en la muestra central, sino también en diversos pabellones, dando la posibilidad al público de entrar en contacto directo con los artistas, volviéndola una bienal dinámica, llena de vida como sugiere su título Viva arte viva.

Cada viernes y sábado el público podrá comer con un artista en el área de los jardines y del arsenal, durante los seis meses de exposición, charlas que podrán verse por streaming. Una serie de videos proyectados en la sala de Armas del arsenal mostrarán la manera en que los artistas trabajan en sus estudios.

En el llamado Stirling Pavillion, un área al centro de los jardines, pueden consultarse los libros amados por los artistas, como un momento de relajación. La lista de los libros está colgada en el portal de la bienal.

De los trabajos colectivos, uno de los pocos con sentido político, cabe mencionar Green light–an artistic workshop, del danés Olafur Eliasson, pensado como un acto de bienvenida a los refugiados. Es un taller que incluye a visitantes y estudiantes en la fabricación de lámparas en forma de unidades poliédricas: estructuras hechas con palitos de madera detenidos por las extremidades con piezas de goma fluorescentes.

Obras vivas

Otra obra viva es la del taiwanés Lee Mingwei, quien remienda ropa rota llevada por el público, con el cual conversa mientras la repara. El guatemalteco Naufus Ramírez-Figueroa organiza sesiones espiritistas, mientras los kasakos Yelena Vorobyeva y Viktor Vorobyev muestran una instalación-performance en la que simulan al artista dormido. La belga Edith Dekyndt barre arena en la penumbra ajustándola a un rectángulo de luz proyectado en el piso y que va moviéndose y cambiando ligeramente de forma.

Christine Macel (París, 1969) es historiadora del arte. Desde el 2000 ha sido la curadora en jefe del Centre Pompidou de París, del departamento de Création contemporaine et prospective , creado por ella. Fue curadora de las exposiciones personales de Damian Ortega (2008-2009) y Gabriel Orozco (2010). En Venecia lo fue de los pabellones belga y francés en 2007 y en 2013, respectivamente. Escribe en diversas revistas especializadas.

Premiaciones

Ayer sábado, un jurado internacional formado por Manuel J. Borja-Villel (España), Francesca Alfano Miglietti (Italia), Amy Cheng (Taiwan), Ntone Edjabe (Camerún) y Mark Godfrey (Gran Bretaña) dictaminó los siguientes premios: León de Oro a la mejor participación nacional al pabellón alemán (de entre 85 países participantes), por el performance Faust, de Anne Imhof, por ser una instalación potente e inquietante que plantea preguntas urgentes sobre nuestro tiempo. Que empuja al espectador a un estado de ansiedad.

Blindan al favorito

El pabellón pronosticado desde la preview como el favorito ha sido rodeado por rejas y paredes de vidrio tipo blindadas, vigilado por perros doberman que deambulaban y ladraban detrás de ellas. Al entrar, el pabellón cubierto por por un piso transparente de plexiglás, muestra esparcidos pocos objetos como cucharas, cadenas, guitarras eléctricas y en dos estancias, mangueras y lavabos de acero con jabones que despiden un olor desagradable, como de un sanatorio apenas lavado. Los jóvenes performers, delgados, vestidos de negro con el estilo de bandas metropolitanas, deambulaban ausentes, cantando, bailando, debajo del vidrio y también por arriba y alrededor del público, mirando sus celulares. La pieza quiere transmitir el sentido del poder y de inclusión (de aquellos que lo ejercen y quienes lo sufren), pero también de alienación tecnológica y obsesiva de documentar todo, viviendo como en jaulas de vidrio y claustrofóbicas.

Brasil obtuvo una mención especial con un pabellón hecho con la mayor sencillez. Es una intervención arquitectónica hecha con un piso industrial en reja con piedritas blancas tiradas, ligeramente inclinado, donde se proyecta el video que muestra simplemente unos trabajadores mientras construyen un techo bajo el sol intenso. La motivación del premio, según el jurado, se debió a que es una instalación que produce un espacio en desequilibrio donde no podemos sentirnos seguros. La estructura y el video de Cinthia Marcelle, en colaboración del cineasta Tiago Mata Machado, evocan las preocupaciones de la sociedad brasileña contemporánea.

El León de Oro al mejor artista de esta edición lo obtuvo el alemán Franz Erhard Walther, un artista radical que ha operado en el ámbito minimalista y conceptual, donde el público completa la obra con su presencia.

Es un trabajo relizado con telas que pueden ser manipuladas por el público durante la acción. El jurado lo ha premiado por su trabajo, que junta formas, colores, escultura, performance y motiva al espectador con sus formas atractivas; por la naturaleza radical y compleja de su obra que tiene un impacto en nuestro tiempo y sugiere una manera de vivir en tránsito.

El León de Plata como Joven Promesa lo obtuvo el egipcio Hassan Kahnpor (que expone en el Jardín de las Vírgenes al final del Aresnal) “por la relación íntima que establece con el espectador al cual sugiere una conexión entre la voz, el sonido y el horizonte. Su Composition for a Public Park crea una experiencia que conecta estupendamente lo político y lo poético.

Este año se otorgaron dos menciones especiales a los artistas Charles Atlas y Petrit Halilaj.