n sector de la dirigencia del PRD planteó recientemente un Frente Amplio Democrático (FAD) para derrotar al PRI el año próximo. En la propuesta se alude a la posible alianza con el PAN, aunque, en el discurso, no se omite la posibilidad de llevarla a cabo con otros partidos también. De formarse el FAD (PRD-PAN) estaríamos en presencia de una especie de centro inclinado hacia la derecha, algo así como la Torre de Pisa si el observador se ubica en el lado poniente del antiguo campanario.
Del proyecto del FAD quisiera destacar las tres ofertas electorales y la propuesta para designar la candidatura presidencial que se desprenden del documento Gobierno de Coalición 2018, según las notas de Urrutia en La Jornada, 26/06/17: las tres fuerzas electorales serían el PRI, que “representa la continuidad, el status quo (sic) y defiende el modelo de desarrollo neoliberal y sus reformas estructurales”; otra que, sin llamar por su nombre, dicen que impulsa el extremismo y la polarización social y política del país
, y la tercera, la del FAD, que en sus propias palabras plantea la construcción de una nueva mayoría política y social que represente la pluralidad democrática de México
. Lo de nueva mayoría
está por verse.
Es claro que soslayaron que el PAN no sólo ha defendido y defiende el desarrollo neoliberal (que no es desarrollo) sino que, junto con el PRI y el PRD (Pacto por México), apoyó las reformas estructurales favorables al modelo de la globalización neoliberal seguido desde Salinas hasta Peña, pasando por los gobiernos de Zedillo, Fox y Calderón. Esta omisión de los perredistas no es inocente, pues bien saben lo que han hecho, sino que ahora les conviene para tratar de justificar su alianza con el PAN con tal de sacar al PRI de Los Pinos –eso dicen–. Y esto es así porque por sí mismo el PRD (o el PAN, para el caso) no tiene ninguna posibilidad de ganar la Presidencia del país y, sobre todo porque, aunque discursivamente lo acepten, sus dirigentes no están interesados en aliarse con Morena que, aunque no mencionado por su nombre, es el partido que ya han calificado como extremista y tendente a la polarización política y social, además de radical.
Ya he explicado en estas páginas por qué Morena no puede ser calificado como un partido extremista o radical ya que es de centro izquierda. Y respecto a que polariza, esto es una insensatez puesto que, en primer lugar, la sociedad mexicana siempre ha estado polarizada por el solo hecho de ser altamente desigual y contrastante. Si no fuera así no se tendría que hablar de pluralidad, concepto que también usa Morena al referirse a la inclusión de empresarios y trabajadores en su seno. ¿En esta lógica, no polariza también el PRI, por ejemplo en el estado de México, al haber obtenido casi la misma votación de Morena en las pasadas elecciones locales? ¿Por qué a uno se le acusa de polarizar y no al otro? Enigmas de la dialéctica perredista.
Flaca memoria tienen algunos de los dirigentes perredistas (no todos, hay que decirlo). ¿No fue el gobierno panista en 2005 el que quiso impedir que López Obrador fuera el candidato presidencial del PRD? ¿No fue el PAN, en contubernio con el PRI, el que le escamoteó el triunfo al candidato del partido del sol azteca en 2006? Y en las alianzas que los perredistas han hecho con los panistas, ¿no le han regalado sus votos los primeros a los segundos por casi nada en recompensa? La senadora perredista Dolores Padierna señaló que en realidad es una simulación para votar por un candidato panista para la Presidencia de la República. Nosotros estamos llamando a la militancia a que se rebele y no le dé ningún voto al PAN.
(Ballinas, ídem, 27/06/17).
En relación con la propuesta para designar la candidatura presidencial debo reconocer que el PRD tiene razón, por mucho que sea con la intención de evitar que López Obrador sea el candidato del FAD. Es de lógica elemental que si varias organizaciones forman un frente electoral, sus candidatos (y no sólo el presidencial) tienen que ser resultado de la voluntad de quienes conforman los partidos asociados. Los perredistas saben, como sabemos todos, que AMLO quiere ser presidente en 2018 y que no está en sus planes conocidos cederle su candidatura a otra persona. Por otro lado, Andrés Manuel está al tanto de que el líder más destacado y popular en México es él, hasta ahora y a pesar de ser, como lo han señalado varias encuestas, un político controvertido en el ámbito conservador del país que lamentablemente no es minoritario.
¿En estas condiciones aceptarían AMLO-Morena formar parte del FAD? Quizá no, pues los perredistas han sido claros en su posición que, repito, me parece razonable en teoría, sólo en teoría y haciendo abstracción de las verdaderas intenciones de sus proponentes: “En este frente –dijeron– todos los participantes acudirían en calidad de integrantes, con aspiraciones a ser candidatos, pero también dispuestos a no ser candidatos.” La dedicatoria de esta propuesta es, para mí, muy clara, pues es evidente que ninguno de los perredistas piensa que AMLO declinaría en sus aspiraciones a gobernar este país. Tal vez en el cálculo de quienes formen el FAD estaría la posibilidad de que alguien sin militancia en un partido pudiera ser escogido para disputar la silla presidencial, y quizá estén pensando en Mancera (quien dice no ser militante), pero es probable que los panistas, por su lado, estén pensando que la candidatura debe ser de su partido (más fuerte que el PRD) y así las cosas serían diferentes para el sol azteca que quedaría en el triste papel de socio minoritario.
Pero aun así las opciones no serían sencillas ya que no sólo se enfrentarían al PRI y al gobierno saliente, cuya parcialidad ha sido demostrada, sino también a López Obrador y su partido que no está precisamente estancado. El candidato que resulte tendrá que competir con los priístas y sus poderosos aparatos gubernamentales y, a la vez, con el enorme liderazgo del dirigente morenista que ya ha ratificado que no hará alianza con el PRI, el PAN o el PRD. El FAD, si se concreta, nacerá cojo (si en verdad nace) y con ciertas dificultades para derrotar al PRI según su propósito.