Impune, autor intelectual del crimen contra Boris Nemtsov
Viernes 30 de junio de 2017, p. 24
Moscú.
Después de deliberar durante tres días, sin poder llegar a una decisión unánime y de tener que someter a votación cada una de las 26 preguntas que a modo de guion les pidió responder el juez, los miembros del jurado declararon este jueves culpables, sin atenuantes, a los cinco implicados en el juicio que se lleva a cabo por el asesinato del político opositor Boris Nemtsov.
Ahora, el juez Yuri Zhitnikov, de la Corte Regional Militar de Moscú, tendrá que cumplir una simple formalidad y dictar sentencia para condenar a distintas penas de prisión a Zaur Dadayev, como autor material, y a sus cuatro cómplices.
¿Se hizo justicia? Mientras siga disfrutando de completa impunidad el autor intelectual de este crimen, el veredicto que se dio a conocer hoy revela una verdad a medias, toda vez que el Kremlin no autorizó seguir la investigación hasta sus últimas consecuencias.
La excepcional rapidez con que el Servicio Federal de Seguridad (FSB, por sus siglas en ruso) reaccionó ante la afrenta de cometer –el 27 de febrero de 2015– un asesinato junto a las murallas del Kremlin y detener a los cinco imputados –apenas cinco días después del atentado mortal–, se cortó de modo abrupto por falta de voluntad política.
El juicio derivó en farsa con un doble objetivo: condenar a los detenidos –el sicario, combatiente del batallón Norte de la Guardia Nacional rusa en Chechenia, convertido en una suerte de Ramón Mercader (el asesino de Trotsky en México) y cómplices de la Rusia postsoviética– y borrar toda huella del lugar desde donde salió la orden de matar a Nemtsov, según la procuraduría a partir del otoño de 2014, presumiblemente en esa república del Cáucaso del Norte.
Por lo mismo, y aunque no ha argumentado los motivos del llamado organizador
(uno o dos eslabones por debajo del verdadero autor intelectual) del grupo criminal, quien habría prometido al sicario y cómplices pagar 15 millones de rublos por asesinar al político opositor, la fiscalía asegura estar convencida de que Ruslan Mujutdinov, desaparecido y buscado por la Interpol, decidió quitar la vida a Nemtsov.
Al juez Zhitnikov no le interesó de dónde pretendía sacar ese dinero Mujutdinov, conocido por ser el chofer de Ruslan Gueremeyev, vicecomandante en jefe del batallón Norte, a quien la familia de Nemtsov considera pieza clave en la trama criminal, y el mismo que los investigadores no pudieron interrogar simplemente porque, dicen, nadie abrió la puerta de su casa
.
Tampoco importó al juez que, después de estar en Moscú los días previos al asesinato cometido por sus subordinados, Gueremeyev saliera de Rusia al día siguiente con pasaporte falso (hay noticias de que ya regresó), protegido por los miembros prominentes de su clan, entre ellos, su tío Suleiman Gueremeyev, senador por Chechenia en el Parlamento federal.
Asimismo, la Corte consideró irrelevante indagar las circunstancias de la muerte en Chechenia de Beslan Shavanov, otro implicado en el asesinato de Nemtsov, y no quiso citar a declarar a testigos clave que estuvieron en el lugar de la tragedia.
Aceptó, en cambio, escuchar el testimonio de Alibek Delimjanov, comandante en jefe del batallón Norte y, por tanto, superior del presunto asesino material, aunque no pudo contestar ninguna pregunta de la fiscalía y de los abogados de la familia de Nemtsov, argumentando falta de memoria.
El amnésico comandante es hermano de Adam Delimjanov, ex encargado de la seguridad del presidente de Chechenia, Ramzan Kadyrov, y ahora diputado de la Duma en Moscú, sin perder el estatus de brazo derecho del líder checheno. Demasiadas pistas que debieron ser investigadas, pero la Corte no encontró razones para hacerlo, más preocupada de no apartarse de las directrices impuestas por las autoridades políticas del país.
Todo apunta a que el asesinato de Nemtsov fue una iniciativa de alguien muy influyente en Chechenia que ordenó acallar otra de las voces más críticas contra el Kremlin, y con esa acción no concertada –igual que sucedió con la periodista Anna Politkovskaya, por ejemplo– agradar a su benefactor en Moscú, pero rebasó todos los límites y el FSB no dudó en demostrar que nadie puede ponerlo en ridículo, como hubiera sido, ante un crimen de esa magnitud y cometido en un sitio tan emblemático, dejar en libertad al sicario y sus cómplices.
Eso sí, alguien más importante que el director del FSB, Aleksandr Bortnikov, decidió abortar la búsqueda del autor intelectual y centrarse en los cinco detenidos, que –confiados en que sólo cumplieron órdenes– piensan volver algún día a Chechenia y ser recibidos poco menos que como héroes.