Chínguenlo
, gritan capitalinos durante el traslado del ex mandatario veracruzano
Martes 18 de julio de 2017, p. 2
Como si se tratara de un desfile, la gente salió a las calles de la Ciudad de México a observar el paso de un convoy, pero esta vez para ver el traslado de Javier Duarte del aeropuerto capitalino al Reclusorio Norte y no para aplaudir.
A lo largo de la ruta que siguieron los agentes federales –avenida Hangares, Circuito Interior y Eje Central–, decenas de personas, vendedores ambulantes y automovilistas gritaron al paso de la fila de vehículos: ¡Duarte, ratero!
, ¡Chinga tu madre!
, ¡Mejor te hubieran matado!
, ¡Chínguenlo!
¡Asesino!
y ¡Culero!
.
La escena se repitió por todos los puntos por donde pasó el convoy; incluso antes que la fila de camionetas llegara al Reclusorio Norte, una mujer se apostó a la entrada de los juzgados federales con una cartulina que señalaba: Ya basta de corrupción. Todo el peso de la ley para Javier Duarte
.
Ayer el hombre que gobernó Veracruz del primero de diciembre de 2010 al 12 de octubre de 2016 fue extraditado a México para que se le juzgue por la comisión de siete delitos, dos de ellos de carácter federal (lavado de dinero y delincuencia organizada) y cinco del fuero común (abuso de autoridad, incumplimiento del deber legal, peculado, tráfico de influencias y coalición de servidores públicos).
Para el ex gobernador el día comenzó a las cuatro de la mañana, al despertar en su celda de la cárcel de Matamoros, en Guatemala, y media hora después estaba listo para su traslado a las instalaciones de la fuerza aérea de esa nación, donde funcionarios y policías mexicanos culminarían su proceso de entrega y extradición.
Las autoridades mexicanas se hicieron cargo del ex gobernador desde ese momento, mientras cesó para el gobierno guatemalteco un proceso de extradición que duró tres meses, tiempo que transcurrió entre la captura y su proceso de entrega.
Duarte fue detenido el 15 de abril en un hotel de lujo en la comunidad de Panajachel, en tierras guatemaltecas, tras permanecer seis meses prófugo de la justicia mexicana, señalado de haber desviado más de 20 mil millones de pesos de recursos federales y estatales destinados a programas educativos y de salud hacia empresas fantasmas, para la adquisición de bienes inmuebles y a sus cuentas personales.
Sin embargo, el gobierno mexicano solamente lo solicitó en extradición para que responda por delitos en los que se le imputa haber desviado 570 millones de pesos.
Durante los tres meses que duró el proceso de extradición, funcionarios del país centroamericano dijeron que era importante que México realizara pronto el traslado porque Duarte corría riesgo de ser agredido, aunque nunca especificaron si había recibido amenazas a pesar de estar en una prisión de máxima seguridad que se localiza dentro de instalaciones militares.
Ayer, a las 10 de la mañana (tiempo de México), Javier Duarte estaba ya en poder de autoridades mexicanas, las cuales lo subieron a un Lear Jet de la Procuraduría General de la República (PGR) y tras un vuelo de poco más de una hora y 20 minutos, arribó al hangar de la institución en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).
Ya sin barba (compareció con ella ante tribunales guatemaltecos) y con el cabello corto, Duarte descendió de la aeronave esposado y serio. Fue examinado médicamente en el hangar de la PGR y luego de hora y media subió a una camioneta Suburban, blanca, con logotipos de la Agencia de Investigación Criminal, detrás de la cual iba una decena de vehículos como resguardo. Delante de la camioneta blindada en que era llevado el ex gobernador se colocó una unidad con cinco agentes federales fuertemente armados.
El convoy inició un recorrido que duró poco más de 30 minutos del aeropuerto hasta el Reclusorio Norte. En el trayecto cientos de ciudadanos salieron a las calles a mirar el convoy y a lanzar gritos en contra del veracruzano. Las voces eran claras, a pesar del ruido de los motores de las camionetas y las motocicletas de los medios de comunicación que siguieron la fila de vehículos. Las transmisiones televisivas en vivo dieron la ubicación exacta de los tramos que recorrían el ex gobernador y las autoridades.
Aunque fueron pocos los puntos donde la fila de vehículos se detuvo momentáneamente debido al tránsito vehicular, esos instantes sirvieron para que los gritos contra Javier Duarte se intensificaran, no importando que no supieran en cuál unidad viajaba el ex gobernador, porque los vidrios de los automotores estaban polarizados.
Duarte no ingresó por la aduana, como todos los detenidos: es el primer ex gobernador que llega esposado hasta la explanada de los juzgados federales bajo un fuerte dispositivo de seguridad y al que se le permitió comer antes de comenzar su audiencia.
El traslado a México inició a las cuatro de la mañana, hora en la que comenzaron a llegar reporteros al Reclusorio Norte, pues el Consejo de la Judicatura Federal estableció que solamente 30 de ellos ingresarían a la audiencia con el juez federal.
De acuerdo con las reglas establecidas en el nuevo sistema de justicia penal, los periodistas solamente ingresarían con una libreta, sin gabardina, teléfono o algún otro equipo que permitiera registrar lo que sucede en las diligencias.
Luego de una espera de nueve horas, los periodistas ingresaron al área de juzgados del Reclusorio Norte. Dentro, les entregaron una pluma para que pudieran escribir o dibujar; Duarte pidió que sus datos personales se reservaran y solamente se le identifique como Javier N
, para no ser sujeto de un juicio mediático, y que se preserve su derecho a la presunción de inocencia.