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El género: ambiguo y teatral
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oy una mujer que vivió escondida durante 35 años, tuve que quitarme esa caparazón que tenía de ser ‘un hombre’, así, entre comillas”. Karen, una mujer que nació en un cuerpo de hombre, nos cuenta su historia en una publicación del Censida sobre testimonios trans (Travesías: Historias Trans a través del Espejo, Censida/Jumaltic Equidad Sur, AC, México 2016). “A los tres años, más o menos, me nació la conciencia, supe que algo no estaba bien conmigo. Yo desde muy peque lo empecé a ver, a pensar, pero no me atrevía a decir ¿Por qué no me tratan como niña si soy niña, ¿Por qué yo tengo un pene y no tengo vagina, como mis hermanas? También desde muy peque aprendí a vivir con miedo y a ocultar lo que sentía, porque mi papá, cuando era cuestión de regañar, o dar una nalgada, era más violento conmigo que con mis hermanas. Mi papá fue militar, tenía muchos libros. Los libros eran como mi escape, leer era mi mundo de soledad, era excluirme de la sociedad por miedo a que la gente se diera cuenta. Las construcciones sociales que tenemos en México hacen que los niños jueguen con carritos, las niñas con muñecas. Y sí, yo quería jugar con muñecas, con Barbis, yo quería el trato en femenino y no lo que me daban. Mi papá siempre ha sido una persona de carácter fuerte, muy duro. Hasta la fecha no lo he enfrentado, directamente no sabe, aunque es bastante obvio el cambio. Tapachula es una ciudad grande, pero es pueblo chico, así que ya deben haberle llegado noticias “que si tu hijo es gay, o tal cosa”. Como frente a frente no se puede, tengo una carta para él, pero mis hermanas no se la han querido entregar. Lo que yo quisiera conseguir con esa carta sería poder llegar a casa de mis papás como Karen, ser tratada como una hija. Pero él esperaba que yo fuera un aliado, muchas veces trabajé con él, pero no podía ver tantas cosas que el hacía, el trato que daba a mis hermanas, era un hombre machista. Como cuando él platicaba de sus aventuras con mujeres “Porque pos es mi hijo y es hombre, y me va a entender”. Para mi fue una tortura. A Luna, la otra madre de mis hijos, la conocí cuando estudiaba en la universidad. Luna era mi aliada, tuvimos una relación de pareja de 15 años, venimos de entornos distintos, yo soy de ciudad, ella rural. Al principio era una relación hetero, ya al final, cuando inicié mi tratamiento hormonal, sí se volvió una relación lésbica, dos mujeres que se aman. Luna y yo tenemos dos hijos, los dos fueron embarazos de ambas. Éramos una familia de mamá, papá e hijos, pero a raíz de mi transición, llegó el momento en que ella me dijo No, párate, yo ya no le sigo acá, mejor me voy, hasta aquí te apoyo, ya no puedo más. Antes éramos cómplices, pero ya no, ahora somos amigas. A mí, me tocó la mayor parte del tiempo quedarme con los hijos y cuidarlos, luchar contra la depresión por mi separación y dedicarles el cien por ciento de mi tiempo. Mis hijos han sido mi motor, sin ellos lo más seguro es que me hubiera suicidado. Yo no creo eso de que decidiste ser mujer ¡Oye no, espérate, de hecho, si a mi me preguntas, yo preferiría no ser una mujer transexual. Preferiría no tener esta supuesta opción, no es una cuestión de decisión, eso me molesta mucho, cuando me dicen eso yo respondo: ¡No! ¡Ni madres! ¡Yo no decidí! El año escolar pasado, mi hija tuvo que hacer su árbol genealógico, con bisabuelos, abuelos, papá, mamá y hermanos. Me preocupé y fui a hablar con la maestra, quien comprendió y me dijo simplemente: Póngase usted como prefiera y que ponga a su otra mamá. Pero mi hija solita lo resolvió: yo voy a poner la foto tuya, mamá Karen. No hubo preguntas ni problema. Mi sueño es vivir en una cultura mejor, una donde la hospitalidad y el respeto sean los valores principales….”.

El caso de Karen y de las comunidades LGBTI nos enseña que el género puede volverse ambiguo, sin cambiar necesariamente las regulaciones de la sexualidad, pero que es también una forma de violencia cultural. Las instituciones reproducen los ideales culturales, y ocasionalmente, dan pasos que rompen los estereotipos de género. Hoy tendríamos que reconocer el trabajo de Patricia Uribe, quien supo escuchar a las organizaciones civiles, la actual directora general del Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH/Sida acaba de publicar el protocolo para el acceso sin discriminación a la prestación de servicios de atención médica de las personas lésbico, gay, bisexual, transexual, travesti, transgénero e intersexual. Un marco que integra el enfoque de derechos humanos en los servicios de salud y señala condiciones operativas que deberán observarse para evitar cualquier acto de discriminación hacia las personas LGBTI.

Los partidos tendrían que incorporar esa agenda y sensibilizar a sus candidatos. Celebró que Morena señala en su declaración de principios: Morena es respetuoso de la diversidad cultural, religiosa, política, étnica y sexual; y en su programa de acción: Morena lucha por la igualdad en la diversidad, por hacer valer los derechos de todas y todos frente a la discriminación social, laboral y política. Contra la violencia homofóbica, de género y étnica. Recientemente, la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia de Morena, sancionó con la cancelación del registro a una diputada de Campeche, por votar contra el matrimonio igualitario, un actuar que no reflejó los principios del partido; ni los de la Constitución. La Suprema Corte de Justicia de la Nación estableció que todos aquellos códigos que no reconocen el matrimonio entre personas del mismo sexo son inconstitucionales.

¿Hasta dónde las ideas sobre el cuerpo son resultado de un esquema conceptual (lingüístico) heterosexual? ¿Qué tanto esas ideas están construidas políticamente? ¿Hasta dónde el género es una dimensión binaria y teatral, un guión que nos ha impuesto la cultura?

Twitter: @Gabrielarodr108