Sábado 12 de agosto de 2017, p. 2
Guadalajara, Jal.
Raúl Flores Castro, hijo del presunto narcotraficante Raúl Flores Hernández, promovió un amparo en el juzgado séptimo de distrito en materia penal contra la Secretaría de Relaciones Exteriores y otras autoridades para evitar su eventual extradición sin agotar el procedimiento legal.
El amparo será resuelto en audiencia el próximo 18 de agosto y El Júnior, como se le conoce en el ámbito empresarial local donde opera, lo tramitó a pesar que su nombre no aparece en la investigación de la Oficina de Control de Bienes de Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos que señala una banda supuestamente liderada por su padre y dedicada a lavar dinero.
La solicitud de amparo tiene número de expediente 1222/17 y para obtener el beneficio legal Flores Castro debió entregar una fianza, cuyo monto no fue dado a conocer.
Flores Castro es muy conocido en Guadalajara y fue dueño del restaurante La Camelia, que se ubicaba a un costado de Expo Guadalajara y adonde acudían con frecuencia futbolistas profesionales, cantantes y otros integrantes de la farándula.
El local fue intervenido por la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada en julio de 2009, como parte de indagatorias que lo ligaban a redes y cárteles de narcotráfico.
En aquel entonces otras propiedades de los Flores fueron incautadas por las autoridades federales, que los relacionaban con actividades de blanqueo de dinero mediante empresas, restaurantes, inmobiliarias e instalaciones deportivas.
Contrario a su padre, Flores Castro es ostentoso, según testimonios de quienes lo conocen, e interviene en infinidad de negocios y transacciones financieras con empresarios y comerciantes de la ciudad.
También es compadre del futbolista Rafael Márquez y tiene una marcada afición por el Atlas. La amistad con Márquez data de antes de que éste fuese contratado en Europa.
El Júnior fue quien hizo más visible a la familia en la clase adinerada de Guadalajara, pese al cuidado de su padre por permanecer con bajo perfil por varias décadas y que lo hicieron casi imperceptible para las autoridades locales, según un mando policial consultado que poco o nada habían escuchado hablar de Flores Hernández hasta 2010, cuando se ofreció una recompensa por su captura.