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Reporte Económico

México-Estados Unidos. Tiempo de definiciones (1/2)

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¿Q

uién es Estados Unidos?

Cuando la colonia logra su independencia de Gran Bretaña el 4 de julio de 1776 y se constituye en república con la Constitución de 1787, los ojos del orbe vieron con admiración y esperanza al nacimiento de ese nuevo mundo que rompía con el absolutismo monárquico e instauraba la democracia republicana, camino que un lustro después, en 1792, seguiría la Revolución Francesa.

Lamentablemente, el nacimiento de la nueva nación trajo consigo las primeras suspicacias pues los Padres de la Patria no atinaron a ponerle un nombre y lo llamaron Estados Unidos de América, apropiándose de entrada el nombre de nuestro continente, que fue así bautizado desde el siglo XVI en honor al navegante florentino Américo Vespucci, primer cartógrafo del nuevo mundo.

Poco después, el admirado infante empezó a mostrar colmillos, un apetito feroz y una codicia desbordada por los bienes del prójimo: en 1803 compró a la alicaída Francia la Luisiana y en 1819 la Florida a España; en 1823 el presidente Monroe proclamó su América para los americanos, juego ambiguo de palabras que algunos interpretaron como una advertencia de no intervención a las potencias europeas y otros como la presentación formal del nuevo imperio y la delimitación de su coto de caza. Pocos años después (1846-48) México despejó la incógnita al ser la primera nación invadida por Estados Unidos y despojada de Texas, Nuevo México y California, la mitad de su territorio.

Otros datos de la expansión-consolidación de Estados Unidos serían: la guerra de secesión norte-sur (1861-65); la compra de Alaska a Rusia en 1867; el aplastamiento del último bastión de resistencia indígena (sioux) en Wounded Knee en 1890; y la anexión de Puerto Rico, Guam y las Filipinas en 1898 tras derrotar a España. Al inicio del siglo XX, Estados Unidos auspició la separación de Panamá de Colombia, cobrándose con la zona del canal en 1914, año en la cual los mexicanos tuvimos la distinción de ser objeto de una nueva intervención estadunidense, poco antes de Haití (1915).

Dos guerras mundiales después, EU retomó su gusto de apabullar países débiles y así la historia del último medio siglo la pueden narrar Corea, Vietnam, Granada, la ex Yugoslavia, Afganistán, Irak, Irán, Libia, Siria, y numerosos países de Africa, Asia y América Latina.

Hoy además, la invasión masiva y el sojuzgamiento de los pueblos, ya no privilegia la vía armada, sino la económica

Este breve repaso histórico-intervencionista de nuestro vecino busca clarificar una tipificación psicótica de ambición, autoafirmación, poder y abuso de quienes se creen los elegidos y retroalimentan sus deficiencias culturales y civilizatorias en la violencia, el atropello, la discriminación y el sobajamiento de todo el que se deja. Trump es prototipo acabado de lo peor que tiene Estados Unidos,... y es su presidente.

Con Trump como ariete, el establishment estadunidense de nueva cuenta confronta a México con una crucial negociación en busca de ventajas. Tal negociación, sin embargo, debe tener tres facetas fundamentales de la interrelación: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) denunciado por Estados Unidos, la migración y el narcotráfico. En la mitad de la mesa estará un insultante y significativo muro, y en el trasfondo lo más importante: nuestra posibilidad de desarrollo, esto es, nuestro futuro.

Liberalismo económico

Al decir que el TLCAN es el peor tratado jamás firmado, irónicamente Trump nos quita la palabra de la boca. Opinamos lo mismo desde que se conoció su contenido en el albazo salinista.

Si bien el comercio ha crecido sustancialmente en ambos sentidos (Gráfico 1), su circuito económico es básicamente foráneo, maquilador, y por ello con más contras que pros para el desarrollo del país.

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Como al inicio del TLCAN, las exportaciones de México además, siguen concentradas en el mercado estadunidense en 4/5 partes (Gráfico 2).

Los tratados de libre comercio (e inversión) fueron la herramienta utilizada por el capital corporativo y sus gobiernos en los países avanzados para sustituir a las agotadas instituciones liberacionistas del comercio: el Acuerdo General en Aranceles y Comercio (GATT) creado al terminar la Segunda Guerra y su sucesora Organización Mundial del Comercio, que se empantanó en su última Ronda de negociaciones en Doha.

El concepto de libre comercio absoluto – como imposición forzada del capital corporativo en su fase de expansión global – nunca ha sido, ni es, ni será en el futuro previsible un factor favorable al desarrollo económico y social de los países; ni siquiera favorable al simple crecimiento económico (Gráfico 3).

En este liberalismo global de mercado pierden todas las sociedades empezando por las de mayor atraso; de hecho sólo ganan los mega corporativos globales, que cada vez son más poderosos y absolutos, absorbiéndose unos a otros y engullendo empresas en un proceso irrefrenable, nocivo e inaceptable de acelerada concentración monopolística de recursos, capitales, riqueza, tecnología y poder.

Este imperio corporativo de alcance global es ya hoy en día, la principal amenaza a la libertad, avance e incluso a la supervivencia del género humano

Por primera vez en su historia la humanidad ha empezado a ser desplazada en gran escala de la creación de riqueza, y por ello se va convirtiendo en prescindible. Para el sistema neoliberal global, los que no consumen sobran, no tienen razón de existir y menos derecho a los recursos que les son propios. Por ello, personas y pueblos enteros van siendo desplazados, orillados a una emigración desesperada, e incluso a una desaparición forzada, tal como viene sucediendo marcadamente en Africa, Medio Oriente y América Latina.

Tal aberración ocurre cuando a la apertura comercial de bienes se suma la liberación sin cortapisas del comercio de servicios y, en el paroxismo aperturista, se entregan las economías nacionales a la invasión de capitales con carta blanca para operar a su antojo e interés. La inversión foránea puede ser positiva cuando es productiva, útil, complementaria y con límites, pero no cuando es arrasante, depredadora y asfixiante para el desarrollo de un país; cuando compra pero no crea, cuando daña especulando, y cuando controla los sensibles circuitos monetarios y financieros de una economía.

Cuando un país claudica de tener un Estado democrático, ordenador y rector, y pierde todo control sobre las mercancías que cruzan sus fronteras, sobre los servicios que con una sofisticación tecnológica desbocada van invadiendo y dominando las economías y las vidas de la gente, y sobre los siempre peligrosos flujos desregulados de capital e inversión, ese país ha dejado de ser Nación, y sus gobiernos e instituciones se desdibujan en trágicas caricaturas.

El neoliberalismo se sustenta por ello y para ello en una perversión casi sublime de la democracia: entronizar a gobernantes adversos al Estado que se pone en sus manos. Nunca más certera la ironía del viejo adagio de poner a la Iglesia en manos de Lutero.

Hoy Estados Unidos tiene superávits en su balanza de servicios con todo el mundo, pero déficits importantes en la balanza de mercancías con ciertos países: con China casi la mitad, Alemania (y el resto de la Unión Europea), Japón y con México. Somos, sin embargo el cordero designado para pagar por la ira demagógica de la Casa Blanca.

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