l graduarse el médico poblano Gabino Barreda a mediados del siglo XIX, se trasladó a París, Francia, a especializarse y se acercó a los cursos que impartía Augusto Comte, el gran exponente del positivismo. Esta corriente de pensamiento sostenía que adoptando una actitud científica se podía restructurar intelectual, moral y políticamente el orden social.
De regreso a México comenzó a difundirla en sus cátedras de la Escuela Nacional de Medicina. El presidente Benito Juárez asistió a una plática que impartió Barreda, en la que señaló la importancia que la educación inspirada en el positivismo podría tener en el desarrollo de México.
Impresionado con esas ideas, tras ganar las elecciones presidenciales, Juárez emitió un decreto para fundar la Escuela Nacional Preparatoria en 1867 y designó director general a Barreda.
Se eligió el hermoso edificio que había sido el colegio jesuita de San Ildefonso para que fuera la sede. El magno edificio, que prácticamente nunca dejó de estar dedicado a actividades educativas, tenía las condiciones adecuadas. En la antigua capilla y la sacristía se instaló la biblioteca, se adaptaron espacios para los laboratorios, se construyó un observatorio que subsistió aproximadamente hasta mediados del siglo XX y las crónicas mencionan la existencia de un jardín botánico, alberca y un pequeño zoológico.
En 1910 la institución se integró a la recién refundada Universidad Nacional. Esto tuvo una pausa durante el gobierno de Victoriano Huerta en el que la preparatoria se militarizó.
Después, por un periodo corto, dependió de la Dirección General de Educación Pública y en otro estuvo a cargo del Gobierno del Distrito Federal. Finalmente regresó en 1929 a la máxima casa de estudios, año en que adquirió su autonomía. A partir de entonces, la Escuela Nacional Preparatoria y el edificio de San Ildefonso pasaron a ser parte de la Universidad. Aquí funcionó por décadas la institución que cuando surgieron otros planteles habría de convertirse en la afamada Prepa 1.
Entre 1907 y 1931 se decidió ampliar el inmueble, encargándose la obra al arquitecto Samuel Chávez. El edificio construido en estilo neocolonial cuenta con dos pequeños patios, que incluye el anfiteatro Simón Bolívar, la actual área de oficinas y algunos salones del museo. La fachada, que da a la calle de Justo Sierra, se inspiró en la del siglo XVIII, aunque con poca fortuna.
Este año la Escuela Nacional Preparatoria cumple 150 años, que se festejan con muchos actos artísticos y académicos. En esta institución, desde su nacimiento, se formaron buena parte de los hombres y mujeres que forjaron el México moderno. Prácticamente cualquier personaje que mencionen, que haya dejado una huella significativa en nuestro país, estudió aquí. Por mencionar unos cuantos: Antonio Caso, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Manuel Gamio, Frida Khalo, Vicente Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morín y Octavio Paz.
En 1978 el inmueble dejó de ser sede del plantel número 1 de la Escuela Nacional Preparatoria. El edificio permaneció cerrado al público hasta 1992, año en que fue restaurado para albergar la exposición México: Esplendores de 30 siglos. Desde entonces el edificio de San Ildefonso se ha dedicado a usos museográficos y para relevantes actos culturales universitarios.
Si quieren saber la historia completa de San Ildefonso y de la preparatoria, aderezada con sabrosas anécdotas, compren el libro La historia y la piedra, de Luis Eduardo Garzón, es magnífico. Lo publica Miguel Ángel Porrúa.
Otro atractivo de San Ildefonso es que enfrente de su imponente fachada original se encuentra el restaurante San Francisco en la Casa de Tlaxcala. Ocupa una casona virreinal con un lindo patio en donde se degusta la comida de la región.
De mis platillos favoritos: las tortitas de huauzontle, los mixiotes y el pecho de ternera. De postre, ni modo, vuelvo a sugerir la espuma de agave con su delicado sabor y textura ¡exquisita! Tiene una tienda con productos tlaxcaltecas.