l rebote a varias bandas se volvió la regla del juego priísta, secundada por un grupo del PAN. Los objetivos de este juego son varios, pero todos de singu-lar importancia.
La avalancha de descalificaciones a Ricardo Anaya y a Moreno Valle, aunque quizá merecida, no es gratuita. Tiene mucho que ver con ese juego. La designación de Ernesto Cordero como presidente del Senado en el último año de la legislatura y del gobierno de Peña Nieto es otra parte de la maniobra, y no sólo para que el candidato de Peña a la Fiscalía General de la Nación (Raúl Cervantes) sea investido por nueve años sino para que los calderonistas ganen peso en el juego político por venir.
Tratar de desprestigiar a Anaya y a Moreno Valle, por mucho que tengan cola que pisar, tiene la clara intención de beneficiar a la indefendible Margarita Zavala como posible candidata del PAN a la presidencia de la República. Si logran impulsarla como tal se matan varios pájaros con el mismo tiro: por un lado se fracciona al partido blanquiazul entre los calderonistas (en minoría) y los demás, en su mayoría alineados con Anaya. Si Zavala se perfila con más fuerza para ser la candidata panista, como probablemente ocurra, el Frente Amplio Democrático (FAD) que impulsan algunos perredistas y algunos panistas se aleja de la posibilidad de que se concrete, pues si muchos perredistas están en contra de aliarse con el PAN para la presidencial, más, si no todos, estarían en contra de que esa alianza sea abanderada por la esposa de Calderón. En el escenario con un frente PRD-PAN las probabilidades del PRI disminuyen considerablemente, sea quien sea su candidato. Sin ese frente aumentan las probabilidades para el PRI, lo que no quiere decir que pueda ganar la silla presidencial. Pero ese posible aumento de votos favorecería al tricolor para situar más senadores y diputados en el Congreso de la Unión. El problema para los priístass, sin embargo, sería que Morena y Andrés Manuel López Obrador se fortalecerían todavía más pues es muy posible que muchos perredistas, aunque sea por voto útil, prefieran sufragar por Morena que por el PAN-Zavala. Aun así, el PRI trataría de reditar el esquema seguido en 2006: llamar discretamente a votar por Calderón (léase por su esposa Margarita), es decir por la candidata panista, sacrificando a su candidato como lo hicieron con Roberto Madrazo hace 11 años. En otras palabras, un probable frente no formalizado entre un PRI peñista y un PAN zavalista-calderonista, podría eventualmente (en sus cálcu-los) derrotar a López Obrador el año próximo. Lo importante para ellos sería que el régimen político tecnocrático-neoliberal, consolidado por los últimos cinco presidentes, tendría continuidad y la oligarquía política y empresarial quedaría asegurada seis años más.
El gran perdedor de este juego de rebotes será el PRD, partido que al no contar con el FAD para competir por la Presidencia, disminuiría todavía más las simpatías a su favor. Aunque cada vez más muchos perredistas simpatizan con Morena, aun sin dejar su partido, hay algunos que de ninguna manera se aliarían con López Obrador. Recuérdese que los chuchos y otros cercanos a éstos han declarado en diversos foros que sus adversarios son el PRI y el de Macuspana, ambos –según ellos– representantes del viejo y anacrónico régimen presidencialista, autoritario por definición (definición de ellos, no del diccionario político más aceptado).
No logro imaginar a Jesús Zambrano o a su tocayo Ortega retractándose de todo lo que han expresado contra el dirigente de Morena y luego decir que AMLO ya no es populista ni mesiánico
, como lo han calificado siguiendo a sus ideólogos Ricardo Alemán, Pablo Hiriart y Marco Levario, entre otros. Tampoco me los imagino, pese a sus desviaciones político-ideológicas, apoyando a Margarita Zavala para la Presidencia: sería el fin de su partido sin posibilidades de reinventarse.
Si el juego de los priístas se materializa, que sólo en lenguaje popular podríamos llamar maquiavélico
, los panistas no calderonistas y los perredistas empanizados
quedarían a la deriva. El posible candidato del PRI resultaría sacrificado y López Obrador se vería obligado a competir con Margarita Zavala apoyada por los disciplinados priístas y una parte de los verdes (no todos). Los partidos pequeños buscarán qué pescar en el río revuelto y se conformarán, como los perredistas y los panistas desplazados de este tortuoso juego, con ganar diputaciones y senadurías, alguna gubernatura y lo que puedan a nivel municipal. El PAN no desaparecerá, pero quedará muy fraccionado. Empero, Morena y López Obrador podrían salir muy fortalecidos, pero con aliados muy discutibles que quizá los lleven al triunfo pero sin convencer totalmente a todos los que votarían por este partido y su candidato. Una vez más el voto útil será decisivo, como lo fue en 2000. No hay otra perspectiva si el deseo mayoritario de los mexicanos es terminar con el neoliberalismo que representan el PRI y el PAN.