Dos desastres, dos desenlaces
os tragedias diferentes en EU fueron los catalizadores que coyunturalmente definieron la suerte de dos gobiernos: el de George W. Bush y el de Donald Trump. En ambos casos las tragedias fueron el resultado de sendos huracanes: Katrina, que devastó Nueva Orleans, y Harvey, que ha destruido Houston.
Si bien la intensidad de los meteoros fue similar, la información previa fue diferente. En Nueva Orleans la falta de ésta sobre el repentino desbordamiento de dos diques que rodean la ciudad fue la causa de que muchos habitantes quedaran atrapados. En Houston, la intensidad de las lluvias fue la causa de que la ciudad se convirtiera en lago, pero la oportuna información permitió a los habitantes prepararse y abandonar la ciudad.
En el caso de Katrina, la falta de previsión y torpeza de Bush fueron la causa de los eventos que culminaron con pérdida de vidas y el sufrimiento de miles. En el de Harvey, la oportunidad y coordinación entre los gobiernos local, estatal y federal fueron determinantes para evitar que la pérdida de vidas fuera mayor. En Houston se estima que más de 30 personas han muerto, al menos cinco de ellas mexicanas. En Nueva Orléans más de mil 800 fallecieron en 2005. La ineptitud con que Bush actuó durante y después de Katrina fue motivo para que su popularidad cayera. A quererlo o no, Trump parece haber sorteado el vendaval con la oportuna coordinación gubernamental en la ayuda a las ciudades afectadas y, en consecuencia, detener la caída de su popularidad.
Las secuelas de Harvey han permitido limar asperezas y desacuerdos entre el presidente y los legisladores republicanos, al menos momentáneamente. Ante la exigencia del monto requerido para la reconstrucción de la zona afectada Trump ha cedido, por ahora, en su pretensión de exigir fondos para la construcción del muro entre México y EU como condición para firmar el presupuesto con que se evitaría el cierre parcial del gobierno.
No menos importante es la necesidad de mano de obra que se requerirá para el monumental trabajo de limpiar y reconstruir miles de viviendas e infraestructura de las ciudades abatidas por el meteoro. Sería absurdo e irresponsable seguir aplicando la draconiana medida que Trump y su procurador general han maquinado para perseguir y encarcelar migrantes, como al parecer pudiera ocurrir con los indocumentados atrapados en Houston y ciudades aledañas. Se ha probado hasta la saciedad la injusticia de esa política y a la vista de lo sucedido también la inconveniencia de continuar aplicándola.
En este marco se agranda el insulto que Trump propinó a la comunidad, de la que en parte dependerán Houston y otras ciudades para su reconstrucción, al perdonar al patibulario sheriff Arpaio.