l mismo día pudieron verse las dos películas seleccionadas –Zama, de la argentina Lucrecia Martel, y El autor, del español Manuel Martín Cuenca– en las cuales ha invertido el cine mexicano en apuestas muy diferentes de producciones de calidad.
La primera marca el regreso de Martel a la dirección cinematográfica, tras nueve años sin hacer un largometraje. En ese lapso la cineasta ha decidido hacer su primera película de época, una adaptación de la novela homónima de Antonio Di Benedetto sobre la crisis de un corregidor (Daniel Giménez Cacho) en una colonia española en lo que hoy es Paraguay. Aunque el funcionario quiere ser transferido a un mejor puesto, parece condenado a una vida estancada, de aislamiento y hostilidad, por quienes lo rodean.
En su última parte, la película se anima con la expedición que busca eliminar al bandido Vicuña Porto, personaje legendario, que muchos afirman ya ha sido ejecutado. Una secuencia en que una banda de ciegos roba los caballos de la expedición bajo la luz de la luna, es uno de los momentos más alucinantes que se han visto recientemente en pantalla.
Densa, a ratos críptica pero siempre imaginativa en sus encuadres, Zama asemeja un sueño febril, donde muy poco parece ocurrir en una realidad tangible. Giménez Cacho cumple un papel demandante, con un deterioro físico evidente conforme avanza la narrativa. Y la película se emparenta con Aguirre, la ira de Dios (Werner Herzog,1974) y Cabeza de Vaca (Nicolás Echevarría, 1991), en la reinvención de un pasado que no tiene nada que ver con la convencional recreación histórica. La complejidad de Zama se presta a muchas revisiones
En tanto, El autor es un curioso cambio de registro para Manuel Martín Cuenca, director de la inquietante Caníbal (2013), su anterior realización. Aunque el tema trata también sobre un personaje obsesivo que quiere controlar su entorno. En este caso, la adaptación de una novela de Javier Cercas es acerca del sevillano Álvaro (el sorprendente Javier Gutiérrez), un escritor frustrado cuya esposa infiel ha escrito una exitosa novela. Ya separado de ella, el hombre se muda a un departamento y empieza a inmiscuirse en la vida privada de sus vecinos, para inspirar su primera novela, bajo la supervisión de su estricto maestro (Antonio de la Torre).
La película comienza en tono de comedia y va tornándose más oscura conforme los cambios que Álvaro ha propiciado en sus vecinos cobran vida propia, como si las creaturas se rebelaran contra su autor. Cabe señalar que entre los afectados por el protagonista está una pareja de mexicanos, interpretados con su habitual solvencia por Adriana Paz y Tenoch Huerta.
Así, como no queriendo la cosa, El autor se vuelve una reflexión atinada sobre los procesos creativos y lo subjetivos que son los conceptos de arte e inspiración.
Si bien el cine nacional sólo ha estado presente en Toronto con Las hijas de Abril, de Michel Franco, ha extendido su alcance con estas coproducciones que, por lo menos, exponen a tres actores mexicanos muy capaces.
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