l director estadunidense Alexander Payne es una rareza en su propio país, donde no ha sido tan celebrado como merecería, por hacer un cine invariablemente inteligente, que siempre ha mirado a sus conciudadanos con una marcada ironía que no excluye el afecto. Autor de películas tan satisfactorias como Las confesiones del señor Schmidt (2002), Entre copas (2004), Los descendientes (2011) y Nebraska (2013), el director ha presentado en Venecia y ahora en Toronto su más reciente esfuerzo, titulado Downsizing. Es también la primera vez que ha hecho algo decepcionante.
La premisa inicial está llena de potencial: en Noruega, unos científicos descubren la fórmula que puede disminuir el tamaño de los seres humanos (y otros animales) a escasos centímetros. Esto es aprovechado como una importante medida ecológica para economizar en una gran cantidad de necesidades. Ahora, los humanos pueden vivir, por ejemplo, en una casa de muñecas de lujo a precios irrisorios. Uno de los interesados en intentar esa existencia miniaturizada es un gringote de Omaha (Matt Damon, por supuesto), quien es abandonado por su esposa (Kristen Wiig) y descubre que la vida regalada puede ser algo aburrida.
La película comienza como una incisiva sátira social –esa nueva versión de los liliputienses está obviamente inspirada en la malicia de Swift–, con toques de ciencia ficción. Sin embargo, cuando el protagonista descubre que el paraíso también tiene su lado tercermundista, personificado por una refugiada vietnamita (Hong Chau) que necesita su ayuda, la comedia desbarra y cae en una especie de humanismo de pacotilla. Demasiado larga y con virajes desafortunados, Downsizing parece el compuesto de varios guiones no muy compatibles.
Si Payne tiende a mirar a sus coterráneos con optimismo, la china Vivian Qu hace exactamente lo contrario en Jianianhua (Los ángeles visten de blanco), testimonio de cómo la corrupción contamina a la mayoría de los ciudadanos (¿les suena familiar?) y convierte en víctimas a las mujeres, sobre todo. La mirada compasiva de la cineasta enfoca a dos adolescentes, una de ellas ultrajada por un funcionario y la otra la empleada de motel que atestigua el crimen. Ambas verán su vida trastornada por los tejemanejes de los adultos, quienes quieren sacarle provecho a las circunstancias.
En ese mundo de dominio masculino sólo una abogada parece actuar con ética e investiga el crimen tratando de llegar al fondo. Sin embargo, nada repondrá la inocencia perdida de las adolescentes. Qu filma su riguroso drama sin concesiones sentimentales y utiliza un leitmotif visual, una efigie de Marilyn Monroe, como sutil comentario a las acciones. Cine chino crítico de alto nivel.
Si hay algo que llama la atención de un espectador acostumbrado a los malos modales de los chilangos al ir al cine, es comprobar que en las funciones del festival de Toronto nadie habla durante la proyección, ni tampoco prende su celular para chatear con sus amistades. Es como estar en otro planeta.
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