El espíritu funámbulo. El circo
“Nada de planes, sólo recuerdos. Lo que daría por ofrecer una función más, tan sólo una; entonces le pediría al público que pasara al centro de la pista, y nosotros, desparramados en las gradas, les daríamos el más agradecido de los aplausos; incluyendo a esos mocosos que tanto me fastidian. Sólo una función, padre, no pido más”.
David Toscana. Santa María del Circo.
Entre las fauces
nfrentar las fauces de los tigres de bengala con las herramientas endebles de una postura firme, un látigo breve y unos gritos autoritarios; o evitar el abismo de 12 metros de altura mientras la bicicleta de rines cromados se desplaza sobre un alambre falto de tensión; o girar mientras se ve el techo rayado de la carpa y de inmediato el piso de impresión plástica sobre toneladas de aserrín antes de tomar el trapecio… artistas de aire, de tierra, dotados de artilugios con brillanteces hipnóticas para un espectáculo irrepetible. Todos en ese perímetro de lo fastuoso entre butacas estrechas o tablones pandeados, escenario de todas las infancias y muchos incordios por el maltrato animal o los números incumplidos, enamoramiento de infantes por las bellas en mallas deslumbrantes, pánico y taquicardia mientras el estruendo macabro de las fieras motorizadas gira en el Globo de la Muerte… El Circo.
Con datación oficial de circo moderno desde1768 en la niebla gélida de Londres (el Circus Hippodrome), con fragmentos de teatro, carreras de caballos, funámbulos y vistosas acrobacias, el desenvolvimiento del circo apropió siempre actos que se fundaron en el entretenimiento de muchas culturas antiguas, antes de que los seguidores de luz y las lentejuales le dotaran de auras mágicas.
Fieras en los trenes
Las compañías en Europa pronto aglutinaron freaks (personas con deformidades presentadas en números en que se hablaba de maldiciones, hechizos, miembros de tribus extrañas), y el formato circense en capacidad y atractivo se modificaría para siempre con el surgimiento en Estados Unidos del Barnum & Bailey, unión de dos empresarios rivales que con el tiempo sería adquirido por los hermanos Ringling, primera compañía de circo en hacer sus giras en tren propio. Bautizado como El espectáculo más grande del mundo
(del que se tomaría el título para la película de Cecil B. De Mille de 1952 con temática de circo y filmada en sus instalaciones), la compañía maravilló multitudes en todo el globo.
Desde los años noventa se complicó el panorama para Ringling Brothers and Barnum & Bailey; las polémicas por el maltrato animal crecieron, se fueron terminando los elefantes, su gran símbolo (en 1882, el Bailey Circus presentó a Jumbo El elefante más grande del mundo
que, se dice, inspiró la historia de Helen Aberson para su libro infantil Dumbo, adaptado por Disney en 1942); sus reservas de distintas especies no impactaron a los grupos de defensa y 2017 es el año oficial de su cierre definitivo. Fue en el Ringling donde el trapecista mexicano Miguel Ángel Vázquez realizó el primer cuádruple salto mortal de la historia en 1986.
La tradición mexicana
Salidos de Fresnillo, Zacatecas, los hermanos Aurelio y Manuel Atayde encontraron salida a sus inquietudes artísticas a través del circo desde 1874. Su padre Francisco terminó por invertir la fortuna familiar en carpa y pista para crear en 1879 la empresa de circo más sólida en la historia de México. Artistas de todo el mundo (en su momento los propios Cantinflas, Tin Tán, Agustín Lara, María Félix y El Santo, entre muchísimos más) han cruzado por sus carpas, sin omitir la efeméride histórica que señala el investigador Julio Revolledo Cárdenas cuya obra es básica para entender el fenómeno del circo (sin falta La Fabulosa Historia del Circo en México; CONACULTA, 2004): “Francisco I. Madero, el apóstol de la patria, rentó en enero de 1910 las instalaciones del Circo Atayde para la realización de su mitin político en el puerto de Mazatlán. Pagó 100 pesos por la renta del local…”. Con todo y que se trató de un alquiler, Madero reconoció el valor de la familia Atayde en tiempos en que cualquier trato con la insurrección a Díaz podía costar la vida.
La pista en otra memoria
El séptimo arte se asomó a El Circo con Chaplin atrapado con un león (dirigida por el propio actor inglés en 1928); como le pasaría a Tin Tán en El Cofre del Pirata (Fernando Méndez, 1958); contempló El gran desfile del circo (King Vidor, 1925); vio a Cantinflas como clavadista en barril acuático (El Circo; Miguel M. Delgado, 1943); la pista circense como centro de riesgo en Octopussy, con Roger Moore como el agente 007 descubriendo bomba oculta en acto final; mientras La Strada (Federico Fellini, 1954) muestra los grandes esfuerzos del forzudo Zampano (un magistral Anthony Quinn) deslumbrando a su Gelsomina (Giulietta Masina) maquillada como gentil payaso de compañía en trashumante gira de circo de dos; trapecio de estrellas con Burt Lancaster, Gina Lollobrigida, Tony Curtis y Katy Jurado en Trapecio (Carol Reed, 1956); durísimos personajes (luciendo Meche Carreño como bailarina y David Reynoso como payaso jorobado atormentado) en actos de circo para encantamiento de la calle en Sangre Enemiga (Rogelio A. González, 1959); o Cepillín
enfrentado con fuerzas extraterrestres como auténtico Milagro en el circo (Alejandro Galindo, 1979); o el colmillo danzante en el pecho heroico del héroe de Ixtac en Chanoc en el Circo Unión (Rafael Pérez Grovas, 1978); y a temblar con el gran acto de decapitación espeluznante en el circo impresionante que conocemos en Conozca la cabeza de Juan Pérez (Emilio Portes, 2008); sin olvidar la dificultad de las relaciones amorosas entre vagones y carpas, como nos los enseñaron Ingmar Bergman en Noche de circo (1953), y Francis Lawrence en Agua para elefantes (2011), sobre la interesante y muy documentada novela de Sara Gruen.
Toma aparte para el cineasta Nicolás Echevarría y su maravilloso documental Poetas campesinos (1980), cuando sigue en el pueblo de San Felipe Otlaltepec en Puebla, a un payaso poeta que destroza al gobierno: Obreros y campesinos, olvidaron ya lo sagrado. Todos quieren ser ministros y diputados. Si seguimos como vamos, para el año venidero comeremos puras ratas y carne de perro
; y dos impresionantes niñas equilibristas que caminan sobre alambre mientras la banda del pueblo ameniza. Una joya.
Distintas acrobacias
Mientras Homero Simpson quiso ser Hombre bala, la música nos trajo actos de sorpresas variadas, desde el fabuloso Rock and Roll Circus de los Rolling Stones que aglutinaba a gente como The Who, Yoko Ono o Jethro Tull; a la sicodélica star de la víctima de los pobres
en el Circo Beat de Fito Páez; o El Circo
que era Kumbala apasionada y Gran Circo y Pachuco activo de La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio; o la gira demencial Carnival of sins de contenido circoeróticoaullidopirotécnico de Mötley Crüe; al despliegue fastuoso, bestial, ígneo, con primera incorporación apantallante de lentes 3D para concierto de rock en vivo en el tour Psycho Circus de KISS (que derivó en cómic por tres años para Image Comics con trazos principales de detalle artístico obra de Ángel Medina) y así hasta la fiebre del encordado para lucha de máscaras que dejó a un gladiador alcanzado cima frente a Dr. Wagner Jr., es decir, el acto máximo de la escena para un payaso entre cuerdas: Pyscho Clown.
Con artistas mexicanos excepcionales en múltiples actos y que han adquirido fama mundial, hay que hablar de los tapatíos Hermanos Gaona (máxima atracción en una época de los Hermanos Fuentes Gasca), trapecistas que presentaron lo que en su momento se consideró el mejor acto de circo del mundo (con premio del Payaso de Oro en el Festival Internacional de Circo de Montecarlo), donde era impresionante ver a Tito Gaona, quien ejecutaba evoluciones extraordinarias en el aire, incluyendo salir de un trapecio, girar, rebotar en red, girar de nuevo, y caer sentado en el trapecio siguiente. Para muchos especialistas (y hasta publicado en Sports Illustrated), Tito superó al legendario Miguel Ángel Vázquez y fue el deportista más completo de todos los tiempos en los escenarios del circo.
Perdurabiliada
Los circos perdurarán con las mutaciones pertinentes a la nueva dinámica del espectáculo mundial, quizá con la nostalgia por los clásicos actos a caballo que artistas como Georges Pierre Seurat plasmaron para siempre (su famoso cuadro El circo de 1891); como Los payasos de Pierre-Auguste Renoir; o la pista colmada que trazó Marc Chagall en 1964 (The Circus); o todos los actos que el colombiano Botero hizo en toda una serie pictórica Bajo Carpa
; o la magnífica mirada descubierta por James Tissot en la atractiva mujer enmarcada en sitio preferencial del circo en Women of Paris: The Circus Lover, de1885, donde se aprecian distintos planos con todos los elementos de público y artistas en escena (hombres en trapecio y payaso con casaca de bandera británica al pecho); o el realista Payaso entrenando perros de Norman Rockwell. Vendrán otras pistas y otros invitados con el carisma, riesgo y encanto para entregar su poder a las elocuencias artísticas del circo.
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