Medición de la pobreza y sucesión presidencial / IV
Al identificar a los pobres por su nivel de gasto, crece su número de 2014 a 2016
a Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), como su nombre lo indica, capta tanto ingresos como gastos de una muestra representativa de hogares a nivel nacional y estatal. Como argumenté en la entrega del 13/9/17, mientras el Inegi (léase Santaella) modificó, en la ENIGH 2016, con procedimientos no explicados públicamente y, al parecer, caprichosos, los ingresos captados en ella, no hizo lo mismo con los gastos. Éstos crecieron, en términos reales, 5 por ciento en los dos años de 2014 a 2016, mientras los ingresos (cocinados) crecieron 17.3 por ciento (3.5 veces). Entre 2012 y 2014, así como entre años anteriores, el ingreso y el gasto habían cambiado en proporciones similares. ¿Con cuál nos quedamos, con la parte de gasto o la de ingresos, señor Santaella, si ambas fueron pagadas con nuestros impuestos al igual que su altísimo sueldo? ¿Cómo justifica a la nación haber gastado miles de millones de pesos en la ENIGH 2016 y haberlos tirado a la basura? ¿En 2018 va a aplicar similares procedimientos caprichosos a los gastos para que se muevan de manera coherente con los ingresos también caprichosamente inflados? ¿No sería mejor que renunciara porque evidentemente es peor aprendiz que Videgaray?
Preguntas para el Coneval: ¿Por qué si ya no podía medir la pobreza con los ingresos reportados por la ENIGH 2016, en lugar de aceptar hacerlo con un modelo estadístico basado en datos de ingreso de una encuesta (la de ocupación y empleo, ENOE) inadecuada para tal fin, como lo mostré en la entrega del 8/9/17, no revisaron la bibliografía internacional sobre mediciones de pobreza para encontrar alternativas mejores? Hubiesen encontrado, al menos, dos opciones: a) medir la pobreza contrastando el gasto corriente de los hogares (captado en la propia ENIGH) contra la línea de pobreza (o línea de bienestar, LB, como le llama el Coneval) que permite comparar 2014 con 2016; o b) ajustar los ingresos de los hogares a cuentas nacionales para hacerlos comparables. Hoy me centro en la primera opción. La segunda la exploré, de modo incompleto, en la entrega citada.
La postura de muchos autores, particularmente de economistas neoclásicos, es que, conceptualmente, el gasto corriente en consumo es una mejor variable para medir la pobreza que el ingreso corriente, al margen de los otros indicadores que deban usarse para identificar carencias sociales y pobreza de tiempo. Veamos dos ejemplos de esta postura:
Este Informe define pobreza como la incapacidad de alcanzar un nivel mínimo de vida
… El consumo corriente (incluyendo consumo de la propia producción) refleja la capacidad del hogar para amortiguar su estándar de vida a través del ahorro y el endeudamiento, a pesar de las fluctuaciones en el ingreso. En esa medida, el consumo es mejor medida del bien-estar que el ingreso. (Banco Mundial, World Development Report. Poverty, p. 26).
“En los fundamentos de la mayor parte de las mediciones de pobreza y desigualdad, se encuentra un concepto de bienestar individual. En teoría económica, bienestar (welfare o well-being) se iguala generalmente con utilidad –una valoración subjetiva de todas las cosas que a una persona le importan… El enfoque económico estándar para monitorear el progreso social global y evaluar los propósitos de las políticas se basa únicamente en los niveles individuales de bienestar de la población pertinente. Los estados sociales son juzgados por (y sólo por) los niveles individuales de bienestar… Se supone que todas las personas son actores racionales que maximizan su utilidad. Este enfoque incluirá, para evaluar su bienestar, todos los bienes y servicios que las personas elijan consumir”. Martin Ravallion, The Economics of Poverty, Oxford University Press, 2016, p.132)
Araceli Damián comparó la población bajo las líneas de bienestar (LB) y de bienestar mínimo (LBM) que obtuvo el Coneval en 2014 y 2016, adoptando en el segundo año ingresos imputados a los hogares a partir de un modelo estadístico formulado por el Inegi (Coneval-modelo), con la que resulta de adoptar el gasto corriente (en vez del ingreso) de los hogares en ambos años, 2014 y 2016, disponible aquí. Concluyó que los resultados a nivel nacional con el gasto corriente son menos favorables para el PRI, porque si bien el porcentaje de personas bajo la LB disminuye en ambos cálculos, la reducción es mucho menor con gasto corriente (de 59 a 58 por ciento) que con Coneval-modelo (de 53.2 a 50.6 por ciento, reducción casi tres veces mayor). Todavía más importante, mientras el número de pobres baja 1.8 millones en Coneval–modelo, de 63.8 a 62 millones, con el gasto corriente (captado en 80 mil hogares con largos y complejos cuestionarios, y que no tuvo cambios de procedimiento entre 2014 y 2016) aumenta en 3.8 millones. La evidencia es contundente: al contrastar los resultados del modelo estadístico (ME) con datos duros, se hace evidente que el ME cambió el signo de evolución de la población bajo la LB en México (y también de la población bajo la LBM, que no he comentado pero que si está en el escrito de Damián), cumpliendo, por tanto, la función de apoyar la permanencia del PRI en el Ejecutivo federal, falseando la realidad. El Coneval no debió aceptar el modelo y debió calcular la evolución de la pobreza 2014-2016 con gasto corriente.
El cuadro que hoy incluyo desagrega los resultados comparativos (Coneval-modelo vs gasto) en los medios rural y urbano, desagregación realizada por Damián, con cuya autorización los publico. El efecto de cambiar la variable, de ingreso a gasto, se puede apreciar en 2014, año para el cual se cuenta con ambas variables: el porcentaje de la población bajo la LB es mucho mayor al usar gasto (7.6 puntos porcentuales, de 50.5 a 58.1 por ciento) en el medio urbano, pero queda casi igual en el rural. En términos de la evolución 2014-2016 de los porcentajes de la población, se mantiene lo observado a nivel nacional: bajas casi tres veces más altas con Coneval-modelo que con gasto corriente en ambos medios. De los 1.8 millones de reducción nacional en la población por debajo de la LB con Coneval-modelo, 1.4 millones sería la contribución del medio urbano y 0.4 millones la del medio rural con modelo-Coneval. Con gasto, el signo opuesto: aumento en la población bajo la LB se observa en ambos medios: los 3.8 millones adicionales bajo la LB se reparten 2.8 millones en el medio urbano y un millón en el rural.
Espero poder presentar en la próxima entrega una serie más larga de la evolución de la población bajo la LB que, entre otras cosas, permita hacer una valoración certera del gobierno de Peña Nieto.