Dinero difícil
ocos temas tan difíciles como el de repartir dinero a los partidos políticos. En la víspera de las elecciones de 2018 se ha vuelto a discutir el tema. El desastre del terremoto y la necesidad de reconstruir o reparar miles de hogares han puesto en evidencia el costo de los comicios: ¡más de 100 mil millones de pesos! Los partidos han propuesto devolver parte del dinero que reciben (20, 30, 50 por ciento) para la reconstrucción. El PRI incluso propuso una reforma audaz
, demagógica e inviable para eliminar el gasto público en este tema. El problema reside, entre otras cosas, en que la devolución del dinero no garantiza su uso correcto. La fórmula de crear un fideicomiso para dotar de transparencia al fondo que destinen los partidos es buena, pero sólo ha sido aprobada por Morena.
En este lío está la desconfianza en las instituciones. Según encuestas recientes ( Reforma, Mitofsky y Parametría), los partidos políticos, las cadenas de televisión, la Presidencia, los diputados y los senadores, están reprobados. El pueblo considera que el INE no está preparado para organizar las elecciones en 2018 y que no es independiente del gobierno. La actual fórmula de prerrogativas públicas y aportaciones privadas crean una masa de recursos que alimenta burocracias parasitarias. Los militantes de los partidos tienen pocos incentivos para el trabajo voluntario y la aportación puntual de cuotas.
Es muy difícil crear un sistema equitativo de reparto de dinero sin una cultura democrática. En los 20 años recientes ha madurado la conciencia pública. El pueblo está cada vez mejor informado y más participativo. En las grandes crisis, como la que causó el terremoto, un esfuerzo popular autorganizado demostró que la sociedad está lista para participar y que desea ser convocada para grandes tareas. Por supuesto que el pueblo está preparado para la democracia electoral, lo ha estado desde tiempos de don Porfirio, los que no están preparados son los que dirigen al régimen y sus beneficiarios. PRI, PAN y PRD organizan el fraude o lo encubren. Son una casta separada claramente de la sociedad que se nutre con las prerrogativas, las grandes aportaciones convenencieras de los empresarios y las aportaciones
de los gobiernos de los estados y, probablemente, del dinero negro de la delincuencia organizada. Por supuesto que toda esta gente no está preparada para la democracia.
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