l filósofo puede dudar de la realidad del mundo exterior, pero el poeta no, ya que nadie duda de lo que ve, sino de lo que piensa, y para el poeta sólo hay lo que ve. El ser poético se revela o se vela, pero ahí donde aparca, es. Dicho ser poético no le plantea al poeta ‘problema alguno’, es decir, no plantea el problema de su realidad, pero en cambio la nada sí. Es la nada lo que convierte cuanto es, o cuanto parece, en problemática, y por eso canta el poeta, por el asombro de la nada al ver proyectado el ser sobre la nada”. Así hablaba Antonio Machado por voz de Juan Mairena.
Lo que buscamos en la metafísica una cura de eternidad, de actividad lógica al margen del tiempo vamos a encontrar metafísicamente la cerca del tiempo a pesar de que Machado ve la angustia por el paso del tiempo.
No se parece a los que escriben de la temporalidad o la angustia, sino por lo que escriben de la nada. Por eso canta el poeta, por el asombro de la nada al ver proyectado el ser sobre la nada.
Lo que el poeta contempla aparece gracias a la nada, erguido sobre el vacío milagrosamente sostenido:
“Todo pasa y todo queda
pero lo nuestro es pasar
pasar haciendo caminos
caminos sobre la mar.”
Tiempo y movimiento hacia la muerte. Tiempo fugitivo en que todo fluye.
Repetición no elaborada de recuerdos que buscan la independencia catalana el que vive actualmente España. Movimiento que no parece tomar en cuenta el tiempo que se muda y al cambiar el escenario varía los significados, que magistralmente captó el poeta Antonio Machado en la línea de Heidegger.
Y resume el editorial del miércoles de nuestro periódico: “Tienen razón los ciudadanos que se sintieron defraudados ayer con esa suerte de independencia trunca, cuya consumación quedó supeditada a una negociación a la que, como era previsible, Madrid no iba a abrir la puerta. Tiene razón, a su manera, el gobierno de España, el cual fue conminado a dialogar bajo una premisa que le resulta inaceptable –la de que Cataluña es ya un Estado independiente– y no encontró más salida que refrendar la rigidez, la intolerancia y la insensibilidad que lo ha caracterizado en lo que respecta a los anhelos de autodeterminación de los catalanes. Y puede entenderse incluso la lógica de los capitales que se trasladan fuera de la comunidad autónoma a la espera de tiempos menos inciertos y convulsionados, toda vez que el proceso hacia la separación de España los deja sin certeza jurídica y hasta sin una noción clara de a quién deberán pagar impuestos”. El nacimiento de un Estado catalán repite lo que ya parece un fracaso que tendrá consecuencias lamentables tanto para Cataluña como para España.