Opinión
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Francisco ante los embates geopolíticos
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n Papa infalible? ¿El pontífice es intocable? Son fantasías de doctrinas angelistas. A casi cinco años el papa Francisco enfrenta severas turbulencias que agrietan el rumbo de su magisterio. El pontificado de Francisco encara numerosos frentes de hostilidad. A la tenaz oposición intraeclesiástica se deben añadir frentes externos. Lobbies seculares vinculados a los intereses políticos y económicos de potentes grupos de poder internacionales. Las reformas de Francisco por transformar la Iglesia se tambalean contra una sólida resistencia que va desde los grupos más conservadores de la derecha católica diseminada en diferentes países hasta ambiciosos núcleos de la curia que ha sabido oponer una férrea línea de contención a los cambios. La intencionalidad del pontífice se topa con una muralla que lo hace ver bien intencionado, pero inocente e idealista. Todos sabemos que Francisco es un hombre de poder, sabe manejarse, pero la misión que se ha propuesto luce gigantesca al grado de que puede sufrir el pecado de la ingenuidad. La ultraderecha católica lo ha censurado y lo acusa de herejía en torno a la interminable lucha doctrinaria sobre la familia plasmada en la exhortación posinodal Amoris laetitia. Además, los conservadores hacen conexiones seculares para debilitar a Francisco, a quien juzga demasiado liberal. The New York Times, por ejemplo, reveló en febrero que el entonces estratega en jefe de la Casa Blanca, Stephen Bannon, buscaba forjar alianzas en el Vaticano con prelados ultraconservadores, contrarios a las posturas de Francisco, apoyando a la curia disidente, como al cardenal estadunidense Raymond Burke, quien se ha enfrentado abiertamente con Francisco.

Intelectuales europeos católicos conservadores y laicos de izquierda reprochan al Papa sus posturas hacia las migraciones. No toleran sus señalamientos en materia de derechos humanos ni mucho menos que llame a los migrantes los nuevos mártires del siglo XXI. Los rijosos intelectuales no reconocen que Francisco viene del sur y es originario de una familia de migrantes. Preocupados por las consecuencias no sólo económicas, sino estéticas, ya que la identidad europea se ve amenazada por los nuevos bárbaros del sur. Francisco enfrenta también a vaticanistas, así llamados aquellos periodistas reconocidos por sus conocimientos en asignaturas eclesiásticas, como Sandro Magister, quien sistemáticamente ataca al Papa y filtra información clasificada que opositores de la curia le proporcionan para ventanearlo constantemente.

Grupos conservadores y fundamentalistas estadunidenses cada vez hacen más evidente su oposición a Francisco. El lobbie petrolero pretendió boicotear la encíclica ambientalista Laudato si y ahora está irritado por un posible sínodo extraordinario regional sobre la protección de la amazonia sudamericana. Como respuesta, el misil lanzado por el Papa contra Donald Trump al regresar de su gira por México en febrero de 2016, cuando zanjó su postura frente al entonces candidato republicano, al afirmar: quien construye muros no es cristiano. Frente al capitalismo de corte salvaje y neoliberal el Papa ha sido particularmente severo, como expresó el 5 de noviembre pasado en la sala Pablo VI, durante el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, Bergoglio planteó su reconceptualización del fenómeno terrorista: “Existe un terrorismo básico que se deriva del control global del dinero en la tierra y amenaza a toda la humanidad. Tal terrorismo básico está alimentando el terrorismo derivado, como el narcotismo, el terrorismo de Estado y lo que algunos erróneamente llaman terrorismo étnico o religioso”.

Si bien la historia demuestra que la Iglesia católica ha venido adaptándose a las formas de democracias, no necesariamente las promueve. La Iglesia tiene creciente peso en la escena internacional, la ha venido utilizando para: a) asegurar que la institución pueda seguir desarrollando su misión portadora de un código ético cristiano, es decir, proselitismo, y b) robustecer las condiciones materiales, económicas, jurídicas y políticas de sus estructuras, particularmente frente a los estados que faciliten esta misión.

Con Francisco, la Iglesia ha recuperado protagonismo internacional. El Papa ha privilegiado los suburbios, es mirar al mundo desde abajo, no desde arriba, ni desde los centros de poder. Esto explica muchas cosas; por ejemplo, su primer viaje fue a Lampedusa, la isla del infierno migratorio africano. Francisco es un actor internacional crítico, pero no irrumpe en política interna especialmente en sus viajes. Se empeña en romper fracturas en los aspectos críticos del mundo contemporáneo: guerras, ambiente, derechos humanos, migraciones, etcétera, para jugar un rol en lo que concierne a la reconciliación o puente de entendimiento: Cuba-EU, Colombia, etcétera.

Si bien Francisco, Trump y aun Putin pueden compartir valores tradicionales sobre la vida, la familia y rol de la mujer, el Papa argentino se opone al uso ideológico de lo religioso. Francisco, sostiene un cercano asesor del Papa, Antonio Spadaro, director de Civiltà Cattolica, pretende romper el vínculo orgánico entre cultura política, instituciones y la Iglesia a que aspiran las potencias. La espiritualidad no puede atarse a los gobiernos o las patentes militares, dice Spadaro, porque está al servicio de todos los hombres. Las religiones no pueden considerar a algunos como enemigos jurados y a otros como amigos eternos.

Es un hecho la distancia ideológica, política y religiosa de Francisco con la retórica fundamentalista de la política exterior estadunidense. Tras de que Bush había declarado un eje del mal, Trump dirige hoy su lucha contra una entidad etérea, la de los malos o los muy malos. Francisco se distancia del simplismo escatológico y justificador de una lucha supuestamente profética que pugna amenazando los valores cristianos estadunidenses, y espera la justicia inminente de un Armagedón, un resultado final entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás. Si para Bush hijo el mal fue Osama Bin Laden, para Trump es el norcoreano Kim Jong-un, quien es la encarnación del ángel de las tinieblas.

En términos de geopolítica, se recrudece un conflicto triangular, así llamado por mi maestro Emile Poulat, sociólogo francés. La controversia civilizatoria entre Bergoglio y Trump es evidente, pero ambos equidistantes de una Rusia intervencionista. El Vaticano también ha tomado distancia de Putin y de Rusia. Un verdadero diálogo entre Moscú y Washington ayudaría a resolver el golpe sirio. Así nace el triángulo geopolítico heredado de la guerra fría: el Papa, Putin y Trump. Expertos como Pasquale Ferrara, autor de Bergoglio y la política internacional, afirmó que existe una creciente conciencia entre las iglesias católica y ortodoxa, especialmente tras el histórico encuentro en Cuba entre Francisco y el patriarca de toda Rusia, Kirill, en febrero de 2016, dedicado a la persecución de los cristianos en Medio Oriente. Hoy Francisco es actor central del conflictivo triángulo geopolítico.