l desenlace de la venidera elección presidencial de 2018 aparece, por ahora, bastante más que densa nebulosa. A pesar de intentos por clarificar los contornos y, en especial la sustancia, este futuro evento sociopolítico se torna huidizo, complejo por decir lo menos. Tanto partidos, como gobierno, críticos o teóricos de los asuntos públicos le dan compulsivas vueltas a esa que es, en efecto, esquiva noria. Los términos derecha e izquierda, por ejemplo, se difuminan en el ánimo colectivo con el paso de los confusos días tras terremotos y huracanes. Lo cierto es que, sobre el rijoso ánimo prevaleciente, antes de tan destructivos fenómenos, se ha sobrepuesto la inesperada tragedia. Se conformó así una inestable mezcolanza de pasiones, miedos, desesperanzas y afanes de romper inercias en busca de nuevo acomodo. Lo que, al parecer, permanece atorada dentro de este embrollo político-electoral es la dura pugna entre la continuidad y el cambio de modelo. Es, precisamente aquí, en esta polarización de posiciones donde, tal vez, pueda hallarse algún hilo conductor hacia las simpatías y rechazos abrigados por el electorado nacional.
Al darle rostros, narrativa y números a este enfrentamiento de posturas partidarias es cuando puede entreverse cierto descampe de horizontes. El conservadurismo, definido como los deseos de tranquilidad de grandes porciones sociales se perfila, entonces, por la continuidad de lo establecido. Es en esta bien conocida realidad, donde las inquietudes parecen encontrar cierto reposo. Tales son los presentimientos de las cúpulas conductoras de los asuntos públicos. Estos ralos grupos ansían, con irresistibles premuras, preservar sus posiciones y privilegios adquiridos. Aunque, y no de tan sencilla manera, se puedan apaciguar las pulsiones y búsquedas de los ciudadanos comunes. Éstos, en sus ahora tocados interiores, no cesan de toparse con incógnitas y referentes movedizos, en mucho inaceptables. Navegar desde arriba, con tan poco asibles asuntos colectivos, se torna un arduo trabajo de liderazgo. No parece, sin embargo, que en los alebrestados tiempos que cruzan por la República sean las mayorías las que se alineen tras de estos propósitos continuistas. Poco importa que en los impulsos por asegurar el triunfo de la continuidad se forjen alianzas entre burocracias partidistas. Allá, abajo, entre los estratos poblacionales masivos se encuentran sensaciones, deseos e intereses muy afectados por la inequidad prevaleciente. Es por esto que, de manera apresurada y trastabillante, se registren frentes electorales y engañosas coaliciones de gobierno. Lo intentado por PAN, PRD y MC va en esta dirección. Una alianza que camina con endebles bases en búsqueda de un electorado de talante medroso que solicita seguridades inmediatas para tranquilidad de su diario quehacer. Mismo conjunto de votantes que persigue la otra fuerza conservadora y su alianza de PRI, Verde y demás siglas partidistas irrelevantes. Ambas agrupaciones pelearán por las simpatías de este espectro que, supuestamente, busca continuar con el vigente modelo.
El cambio, esa otra variable que puede orientar la tendencia visualizada como catalizadora del voto, aparece entonces como viable en la actualidad. Pero, al mismo tiempo, su empuje hacia realidades diversas a las establecidas no se visualiza del todo clara. Aceptar el cambio como la ruta que pueda responder a las inquietudes y deseos por una suerte de vida mejor presenta, sin duda, retos enormes. Remontar los obstáculos que tal preferencia conlleva requiere grandes dosis de valentías, recta conducta de los dirigentes y mucho descontento con lo, hasta ahora, conocido y experimentado. Vencer resistencias en medio de un ambiente controlado desde arriba por la derecha continuista, se aprecia entonces como una aventura singular. Encabezar tan nerviosa tentativa popular implica legitimidad de propósitos, calidad ética y decidida voluntad. Ingredientes, cualquiera de ellos, difíciles de encontrar en un medio desconfiado, convulso y desorganizado. La aventura, sin duda, es valiosa y digna de adopción, a pesar de los costos en ella implicados. Ya se han llevado a cabo trabajos para lograr cambiar el modelo vigente y los esfuerzos se han frustrado en repetidas ocasiones. El arsenal de mañas e ilegalidades en manos del poder establecido y sus aliados de dentro y de fuera del país son inmensos. No cabe duda sobre la decisión de emplear cualquier recurso, por oscuro que sea, para mantener el poder. La contienda venidera parece que exigirá clara conciencia de tan dura realidad.