Sábado 21 de octubre de 2017, p. a16
En los estantes de novedades discográficas esplende un quasar.
El disco titulado simplemente azul (y con minúsculas) es, válgase la metáfora, una fuente astronómica de energía electromagnética.
Emite luz.
Es la forma más bella de toda paradoja: esta fuente de vigor y vida, un quasar, nace de un hoyo negro en el espacio infinito.
Este disco, azul (Warner Classics) nace también de una aporía: ubicar la perspectiva humana desde las alturas y alternarla con vistas desde el fondo de los abismos, para vislumbrar la vida.
El resultado es vivificador: si observamos la curvatura del horizonte desde la ventanilla de un avión (y así fue como nació la idea de este disco), nos inundará el asombro, nos maravillará la inmensidad.
Si volteamos hacia abajo, veremos la faz de la Tierra. Arriba, entonces, tenemos la grandiosidad del universo; abajo, la miseria humana, lo ínfimo que resultamos los humanos, esas cascaritas de nuez flotando a mar abierto.
Lo que piensa una persona cuando observa el firmamento desde las alturas y voltea hacia la epidermis del planeta, es lo que escuchamos en este disco, azul.
La magia de este disco es radiante y puede nombrarse de diferentes maneras: es el nuevo disco de Osvaldo Golijov. También, es el nuevo disco de Yo-Yo Ma. Incluso es el nuevo disco de The Knights.
¿Quiénes son estos personajes, Golijov, Ma, Knights?
El primero, Osvaldo Golijov, es uno de los más grandes compositores vivos y como suele suceder, el mundo no se percatará de eso hasta quién sabe cuándo.
Golijov estuvo en México y su visita pasó de noche. El Disquero hizo un esfuerzo y echó la casa por la ventana en esa ocasión:
https://goo.gl/rZKjNn
cuando la Orquesta Sinfónica Nacional y solistas interpretaron en el Palacio de Bellas Artes la obra maestra de Golijov: La Pasión Según San Marcos y también en esa ocasión mostramos la portada del disco que ahora nos ocupa: azul.
Antes, describamos a los otros protagonistas de este álbum, azul: Yo-Yo Ma es, además de un ser adorable, el más grande violonchelista vivo y un animador de la cultura como pocos, pues gracias a él tenemos en nuestras manos este disco, azul, y por él existe un proyecto formidable, The Silk Road (La ruta de la seda) gracias al cual conocemos música del cosmos y de la corteza de la Tierra que de no ser por él, Yo-Yo Ma, seguiría en la penumbra del planeta a pesar de su luz radiante.
The Knights es, a su vez, uno de los ensambles instrumentales más poderosos del orbe. ¿Por qué? Que ellos mismos se describan, como lo hacen en el cuadernillo de este disco, azul: Un colectivo de músicos aventureros, dedicados a la transformación de la experiencia orquestal y en eliminar las barreras entre los públicos y la música
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Que sigan estos Caballeros (conjunto cuya médula y sustancia la conforman Damas) en su pulcro autorretrato: Poseídos por un espíritu de mente abierta, camaradería y curiosidad por explorar, inspiran a los escuchas con programaciones vibrantes y acompasadas con raíces en la tradición clásica y el descubrimiento artístico
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He aquí, en los anteriores párrafos, la actualidad del mundo de la música.
Este disco, azul, posee todas las virtudes que un melómano anhela y que todo primer escucha espera hallar: asombro, magia, calidad artística al extremo, ideas, sobre todo ideas.
Cuando uno escucha este disco, azul, viaja al cosmos, suspira, levita. Observa al mundo como lo hacía hace cinco siglos William Shakespeare: a través de toda la grandeza, toda la infinitud del mundo y del alma y la completa condición minúscula del ser humano. Tan grandioso por pequeño.
El programa de este disco, azul, es en efecto vibrátil: dos pares de partituras hacen valla para que en el centro brille la estrella azul, titulada azul: la partitura de Osvaldo Golijov, azul, y es un concierto para violonchelo, el más bello, intenso, asombroso, increíble que se ha escrito en los últimos decenios, y lo redactó para su amigo del alma, el entrañable Yo-Yo Ma, quien interpreta todas las partes solistas de este disco, azul, e incluyen el prodigio de la técnica interpretativa más acabada, exacta, poderosa, al mismo tiempo que esplende su virtud mayor: su increíble capacidad para expresar poesía.
Las primeras dos partituras de este disco, azul: Ascending bird, de Siamak Aghaei y Colin Jacobsen, compositores que a su vez forman parte del ensamble The Knights que a su vez forman parte del proyecto The Silk Road de Yo-Yo Ma.
Ascending bird es resultado del viaje que realizó Jacobsen a Irán, donde lo alojó en su casa Aghaei y además le hizo escuchar sus grabaciones de campo y juntos escribieron música que describe el vuelo de un ave que asciende hacia el sol y en el tercer intento el ave pierde el cuerpo físico en el abrazo radiante del sol, como una metáfora de la trascendencia espiritual.
La siguiente pieza de este disco, azul, es un cuento de hadas cósmico: Rusalka: Song to the Moon, siendo Rusalka la hija de un duende acuático destinada a enamorarse del príncipe que se baña en el lago donde ella reina y por amor decide convertirse en humana siendo el precio perder su hermosa voz con el consabido rechazo del príncipe. Por eso su manera de cantarle a la Luna conmueve tanto.
Las segundas dos partituras que envuelven a la obra de Golijov, azul, también son de alto impacto: Tierkreis: Leo, de Karlheinz Stockhausen y la Suite de Run Rabbit Run, obra maestra de Sufjan Stevens, otro integrante de The Knights.
La pieza central, azul, de este disco, azul, es una luz azul radiante en cuatro movimientos titulados: Paz Sulfúrica, Silencio, Transit, Yrushalem y pone la piel chinita, azul, esta obra, azul, cuyos guiños van de Astor Piazzolla a las Suites para Violonchelo Solo de Bach hasta culminar en una explosión de quasares en sus dos codas finales, tituladas ilustrativamente: Pulsar y Shooting Stars.
Cuando uno escucha este disco, azul, observa el firmamento curvilíneo del planeta y mira hacia el horizonte y vislumbra el color azul.
Porque azul es el color de la esperanza.