os resultados de la cuarta ronda de negociación aumentan la probabilidad de que Estados Unidos abandone el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Las píldoras venenosas enviadas a la negociación por el presidente Trump muestran que ese país exige más concesiones a sus llamados socios comerciales, México y Canadá.
Los funcionarios mexicanos antes paladines orgullosos del libre comercio, que por más de 20 años sostuvieron era la única alternativa para el desarrollo y modernización del país, empiezan a escurrirse de lado y como el canciller Luis Videgaray declaran que: México es sólido y es más grande que el tratado y vamos a salir adelante
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Lo cierto es que los resultados de la negociación enmarcarán el difícil proceso electoral que se avecina, a pesar de los esfuerzos del gobierno mexicano por concluirla y sacarla de la mesa.
Varios analistas y calificadoras adelantan pronósticos de los efectos de la reversión del TLCAN y apuntan que México será la economía más golpeada. Anticipan la reducción de la inversión, la caída del PIB, la depreciación del peso frente al dólar, la reducción de las exportaciones y de las importaciones lo que redundará en una pérdida de cerca de 951 mil empleos según ImpactEcon. Para Krugman, premio Nobel de Economía, la cancelación del TLCAN provocará que la economía sufra tanto como sufrió cuando el tratado fue establecido.
El reacomodo de los capitales estadunidenses y sus prioridades marca un cambio. El gobierno mexicano sotiene que aún hay esperanzas pues todavía están sentados a la mesa. Lo cierto es que México no debería ceder y otorgar más concesiones a cambio de mantener el TLCAN, que como hemos apuntado únicamente ha significado beneficios para unos pocos sectores de exportación, la mayoría de ellos trasnacionales, enclavados en México para aprovechar la falta de condiciones laborales y ambientales, en tanto ha provocado la ruina de muchas pequeñas y medianas empresas nacionales, de los obreros, de los productores agrícolas de cultivos básicos pequeños y medianos, de las cadenas de producción endógenas. Reconstruir lo destruido y apostar por la producción y el mercado interno no será fácil después de 23 años de desmantelamiento pero siempre fue necesario y ahora es ineludible.
En el sector agrícola por ejemplo en caso de que el TLCAN se cancele, el presidente Trump buscará eliminar el déficit fiscal en aumento durante los dos últimos años que asciende a más de 5 mil millones de dólares en 2016. Las exportaciones mexicanas a Estados Unidos estarán gravadas con el arancel de la Nación Más Favorecida de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que asciende para cultivos agrícolas y forestería a 3.8 por ciento y en ganado y pesca a 0.6 por ciento. Los exportadores de jitomates, aguacates, pimientos, uvas, pepinos, melones, berries, cebollas y otras frutas o verduras, que aumentaron su valor de 4 mil 324 millones de dólares en 2005, a 10 mil 413 en 2015, serán gravados. Algunas empresas de productos de exportación, quizá no la mayoría pero sí las más fuertes, por ejemplo Driscoll son empresas estadunidenses relocalizadas en México para aprovechar los salarios miserables y las condiciones casi esclavas de los jornaleros agrícolas, además de aprovechar recursos como el agua, y la falta de regulaciones ambientales. Es posible que Estados Unidos proponga aranceles estacionales o cuotas de importación para proteger a los productores y empresas domésticas y presionar a las que se ubican en México.
En correspondencia el gobierno mexicano debería imponer los aranceles permitidos en la OMC para las importaciones estadunidenses, en promedio para agricultura y forestería de 11.6 por ciento y para ganado y pesca de 7 por ciento, sin importar que en su mayoría sean productos básicos. Por ejemplo los más de 10 millones de toneladas de maíz que se importan anualmente, según Kurczyn de Citibanamex podrían ser gravadas hasta con 37 por ciento de arancel. Gruma, la trasnacional mexicana mayor productora de harina de maíz, declaró que el abasto de maíz para tortillas –alrededor de 6 millones de toneladas– está garantizado con la producción nacional. Quienes podrían tener problemas son los ganaderos industriales productores de res, puerco y pollo, que acostumbran alimentar a sus animales con maíz, soya y derivados importados. Las necesidades reales de importación, pero no las importaciones especulativas, que se benefician del libre comercio y los subsidios en Estados Unidos, podrían abastecerse con producción de otros países pagando el costo de comercialización. Esto daría un nuevo impulso a la producción nacional que debería ser fomentada.
El peor escenario sería que Estados Unidos cancelara el TLCAN y México mantuviera unilateralmente la libre entrada de importaciones, como ya lo hizo con el maíz durante la administración del doctor Zedillo, bajo el argumento de que convenía más comprar la producción de maíz sin arancel y subsidiada, que proteger a casi 3 millones de productores mexicanos del productos básico para la alimentación. La eliminación del TLCAN es un punto de quiebre.
*Directora en Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano (Ceccam)