Opinión
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Corrupción de carnales en el Edomex
P

almira Tapia abrió una campaña intensa en Twitter señalando que mis impugnaciones hacia ella son fruto de la misoginia. En su primer tuit expresó: “Misoginia y violencia de género de @Bernar2Barranco vs mí”. En su artículo en la revista Etcétera, la ex consejera electoral del IEEM, desarrolla la idea de persecución y pide ayuda, pues teme por su integridad física. Como todos sabemos la misoginia es la actitud de odio hacia las mujeres por el hecho de ser mujeres; por ello, Palmira se dice víctima de furiosos ataques de odio de género de quien escribe estas líneas. De manera tajante lo rechazo. Es un argumento embustero porque intenta victimizarse y desviar la atención del debate de fondo. Es una cortina de humo tramposa que intenta evadir el núcleo de mis cuestionamientos. Podríamos dividirlos en dos partes, la primera sobre su comportamiento sesgado y sumiso al poder como consejera electoral del IEEM y segundo, el mensaje político de su nombramiento para integrar un comité ciudadano anticorrupción mexiquense que todos hemos cuestionado como una instancia a modo que hará lo que el poder le dicte, hará todo menos hostigar la corrupción. Es importante aclarar que mis reproches no han sido dirigidos exclusivamente a Palmira, mis textos se han dirigido al conjunto de consejeros, hombres y mujeres. Es decir, las denuncias y señalamientos no han sido dirigidos exclusivamente a Tapia por su condición de mujer, sino al desempeño de los consejeros electorales del IEEM. Mis cuestionamientos van más allá de Palmira y se dirigen al consejo general ciudadano, uno de los más dóciles y condescendientes con el poder que jamás ningún otro ha tenido en su historia. Ahí deben enmarcarse mis señalamientos a la ex consejera Palmira Tapia.

¿Cuáles son mis principales reproches? a) aprobar excesivos gastos de campaña a partidos, escándalo nacional; b) fortalecer la pulverización del voto, aprobando laxamente a un nuevo partido y a candidatos independientes. El acto último que el tribunal corrigió; c) haberse hecho de la vista gorda con la incidencia de los programas sociales y la indebida injerencia de funcionarios públicos; d) negarse a realizar el PREP casilla, innovador tecnológicamente, aferrarse al PREP antigüito, lo cual generó muchas suspicacias que abonaron en las sospechas del desenlace final del cómputo; f) haber diseñado acartonados debates políticos, que defraudaron la expectativa ciudadana, y no haber permitido cambios ni ajustes de mejora en el segundo debate que resultó aún peor; g) comportamiento errático en el conteo de votos. Fallas documentadas en cada uno de los ensayos del PREP y simulacros del conteo rápido. En el conteo rápido se prometió realizarlo con el resultado de mil 800 casillas y finalmente no llegó a mil 300. También en el cómputo distrital se anunció la apertura 5 mil paquetes y los abiertos no llegaron a 3 mil. Los cuestionamientos al encuadre del trinomio conteo-PREP-cómputo vienen de los señalamientos de Gabriel Corona. No es cualquier persona, fue miembro del consejo y se distinguió, a diferencia de sus compañeros, por su actitud independiente y crítica en esta fase final del proceso electoral de 2017. Fue mayoriteado. Corona, en las sesiones de cómputo del consejo, mostró profundas irregularidades del PREP y le tundieron los partidos de la coalición, bullying decimos ahora, a los que se sumó con particular agresividad la entonces consejera Palmira Tapia. El descrédito del IEEM es generalizado. Con tantos desaciertos se hizo notar, en Twitter decenas de usuarios convirtieron la etiqueta #FraudeElectoral en trending topic que ocupó el primer lugar nacional y metropolitano al día siguiente de la elección. Frente a las críticas en las redes sociales, la consejera Tapia las puso en cuestión, paradójicamente, a las que ahora invoca con dramatismo clamando apoyos. Reprobó públicamente la posverdad y las verdades alternativas que circulan en las redes. En suma, la tesis que he venido sosteniendo es que el IEEM es parte de la elección de Estado en el proceso de 2017. Dicho de otra manera, la elección de Estado requiere de un árbitro electoral a modo. La mayor parte de los consejeros, incluida Palmira Tapia, son la expresión de la regresión electoral, cuya sombra acecha la elección de 2018.

El sistema político mexiquense es despiadado con los detractores y generoso con sus aliados. Castiga a los críticos y premia a sus operadores. A unos días del relevo de consejeros en que concluía el ciclo de Tapia en el IEEM, escribí: Seguramente encontrará un acomodo jugoso en el régimen como premio a su dudoso comportamiento. Así opera el sistema y si no, al tiempo, como dice uno de sus voceros. Dicha aseveración era evidente y nada novedosa. Porque así maniobra el sistema mexiquense. Están los casos del consejero Marco Morales, quien al salir del IEEM en 2010 se convierte en el titular de la Comisión de Derechos Humanos de la entidad. No hizo nada, al contrario, sepultó muchos casos. También Jorge Muciño al salir de IEEM se convirtió en magistrado electoral y fiel servidor de los intereses del poder. Recientemente salió a la luz la concesión de notarías por parte de Eruviel Ávila no sólo a amigos, sino a familiares de políticos de una supuesta oposición. Es el modus operandi del establishment, premiando generosamente a sus incondicionales operadores. Ahí está ahora instalada Palmira. En verdad resulta preocupante la integración de ese Comité de Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción (SEA) en el estado de México. El proceso de selección fue atropellado, sin trasparencia y muchos candidatos académicos con suficientes conocimientos en la materia fueron descartados. Siendo el estado de México una de las entidades con mayor índice de corrupción, se nombran actores sistémicos, con la evidente intención de cubrir las espaldas a funcionarios deshonestos. El comité nació muerto en el descrédito, diseñado para no entrar a fondo en uno de los temas más lacerantes para la entidad y para el país, como es la corrupción. Poner en evidencia pública a Palmira Tapia la irrita y frente al señalamiento de su comportamiento recurre a un socorrido recurso del odio de género. La dramatización con que Palmira se victimiza en redes sociales es señero. Apela un supuesto desamparo en sus reiterados ruegos de ayuda, sin embargo, poco le importan los usuarios; sus súplicas de auxilio no van dirigidas a ellos, sino a la nomenclatura: ayúdenme, como yo les ayudé. Ese es el mensaje real.