Opinión
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México SA

Meade, amnésico

Padre desobligado

Inflación a galope

D

e la modernidad y valentía por él presumida como secretario de Hacienda a la hora de anunciar la decisión, ya como precandidato tricolor, José Antonio Meade pasó a la amnesia total, pues ahora niega cualquier paternidad en el megagasolinazo que, entre otras gracias, duplicó la inflación y deterioró, aún más, los bolsillos de los mexicanos.

En gira por Aguascalientes, los colegas preguntaron a Meade: “¿Usted no es el padre de los gasolinazos?”, y el desmemoriado ex funcionario respondió: Efectivamente, como dice el clásico, tú lo has dicho. Por donde se vea, un padre desobligado, negador de su criatura.

Y Meade defendió la tesis de que el precio de la gasolina se determina internacionalmente y fluctúa con sus condiciones de costo. Bien, pero si esos son los parámetros, entonces ¿por qué los precios domésticos resultan casi 30 por ciento mayores a los prevalecientes en Estados Unidos? (de donde México importa el grueso de los combustibles que consume, y que en épocas no tan lejanas producía internamente).

El 27 de diciembre de 2016, cuando anunció el megagasolinazo que entró en vigor el 1° de enero de 2017, el entonces secretario de Hacienda (léase José Antonio Meade) dijo que el aumento en el precio de los combustibles no debe asustar a los consumidores, porque, afirmó, con el nuevo esquema se divorciará el precio del petróleo de razones tributarias o políticas.

Pero más allá de la aterrorizada respuesta ciudadana (pues el aumento a los combustibles desencadenó alzas en los precios de todo tipo de bienes y servicios), el citado divorcio fue por demás lucrativo para el gobierno federal, pues en 2017 (hasta noviembre) se embolsó cerca de 200 mil millones de pesos por el cobro del impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS) a gasolinas y diésel, todos provenientes de los bolsillos de esos mismos consumidores que no tenían (versión Meade) por qué asustarse. Así es: 60 centavos de cada peso captado por dicho gravamen provinieron del aplicado a gasolinas y diésel. Pero no se asusten.

Y aquel 27 de diciembre de 2016 el esposo de Juanita también dijo que “la flexibilización (léase aumento) en el precio de los combustibles es un cambio tan importante que nos permite hablar por primera vez en nuestra historia de un mercado de gasolinas, en donde se dan los elementos de costo, los elementos reales que lo determinen, y no un gobierno que podría mantener el precio artificialmente bajo, o artificialmente alto, en función de sus conveniencias y de sus circunstancias… Existen mejores maneras de apoyar a los más pobres que manteniendo artificialmente el precio de los combustibles”.

Pero a estas alturas, de paternidad nada de nada, según el inexperto precandidato que como tal de plano no levanta. Él no fue el responsable del megagasolinazo, según dice. ¿Entonces quién? ¿El Fondo Monetario Internacional, la OCDE, Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray? (al final de cuentas todos son uno mismo). Alguien tomó la decisión, y en esto del aumento de precios del sector público la Secretaría de Hacienda es la que lleva la voz cantante, y cuando se puso en marcha el brutal incremento de precios de las gasolinas y el diésel el esposo de Juanita ocupaba la oficina principal de dicha dependencia del Ejecutivo. Pero Meade dice que él no fue.

Un par de meses antes de anunciarse el megagasolinazo, el Fondo Monetario Internacional recomendó al gobierno mexicano lo siguiente: es de vital importancia seguir avanzando en la consolidación fiscal para revertir la trayectoria ascendente del nivel de endeudamiento público, y los actuales bajos registros de los precios de la energía brindan una oportunidad para liberalizar plenamente los precios de la gasolina, eliminar los subsidios a la electricidad no focalizados y mejorar la eficiencia de Petróleos Mexicanos. ¿Casualidad?, porque desde entonces el aumento de precios y tarifas del sector público no ha parado, con todo y que la promesa oficial (EPN dixit) fue en sentido contrario, gracias a la reforma energética.

Será el sereno, pero en el transcurso del sexenio peñanietista (es decir, el que prometió reducir los precios de los combustibles y de la energía eléctrica), la gasolina Magna se ha encarecido en alrededor de 62 por ciento; la Premium cerca de 65 por ciento; el diésel 62 por ciento y el gas licuado de petróleo (LP) 66 por ciento, y contando. Entonces, sucedió exactamente lo contrario de lo ofrecido por EPN y sus muchachos, gracias a la reforma energética.

Un año después del megagasolinazo sin padre (según Meade) lo único que se confirma es que el gobierno de Peña Nieto ha procedido exactamente igual que sus cinco predecesores, y como muestra está el aumento a los precios de los combustibles.

Lo anterior permite recordar lo publicado un año atrás en este espacio: la primera vez que se escuchó la cantaleta fue en 1982, con Miguel de la Madrid en Los Pinos: Para corregir el desequilibrio financiero del sector (público) se decidió revisar la política de precios de venta de los energéticos en el país, para abatir los subsidios indiscriminados que provocan un consumo dispendioso de energía. Por lo mismo, el gobierno tuvo que ajustar (aumentar) el precio de los productos petrolíferos. Y lo hizo: de un plumazo, 50 por ciento de incremento, porque actuar de otra manera, según dijo, hubiera implicado reducir aún más el presupuesto y alimentar las tendencias recesivas, ya de por sí presentes en la economía.

De entonces a la fecha (inicio de 2017), el precio de la gasolina se ha incrementado 92 mil por ciento y el del diésel 174 mil por ciento (las cifras son de Pemex), y a lo largo de tres décadas y pico lo primero que dice el gobierno a la hora de aumentarlos (algo por demás recurrente) es que se trata de abatir los subsidios indiscriminados. Ello con una inflación acumulada de 56 mil por ciento en el mismo periodo.

Lo peor del caso es que en esos 34 años, con combustibles cada día más caros, los recortes presupuestales han sido el pan de cada sexenio, y lo mismo en cuanto a las tendencias recesivas. Y todavía el gobierno federal exige a los consumidores que no se asusten (Meade dixit) por los aumentos (los de los combustibles en sí y los que generará tal decisión), porque en realidad de lo que se trata es de incentivar las inversiones. Y 2018 no será la excepción, así que agarraos.

Las rebanadas del pastel

Concluyó el Lupe-Reyes. Bienvenidos a la realidad, con aumentos de precios en todo y para todos, o lo que es lo mismo, inflación a galope.

Twitter: @cafevega