ace un lustro escribimos acerca de la inauguración de dos palacios que acababan de tener importantes remodelaciones y estrenaban nuevos usos. A partir de que se iniciaron los programas de revitalización del Centro Histórico, hace alrededor de tres décadas, hemos visto varios casos semejantes; por desgracia no todos han sido exitosos y las valiosas edificaciones han vuelto a deteriorarse.
Hoy vamos a hablar de un caso de éxito: el antiguo palacio del Conde de Miravalle, bautizado como Hotel Downtown, se encuentra en la calle de Isabel la Católica 30. La magnífica construcción alberga en el amplio patio el restaurante Azul Histórico y tiendas que exhiben y venden piezas de diseño mexicano. Estas ocupan también el entrepiso, elemento constructivo que caracteriza a muchas de esas suntuosas mansiones barrocas. Hay que destacar que la mayoría de los establecimientos ofrecen piezas primorosas y originales que muestran la creatividad de los diseñadores y artesanos contemporáneos; con materiales y técnicas ancestrales diseñan modernos textiles, bolsas, joyería y cuanto se le ocurra.
Buena parte de las tiendas son sede de fundaciones y organismos orientados a ayudar a comunidades indígenas y hay una que se dedica a los presos, quienes realizan una bellas bolsas labradas. En esta parte se encuentra Las Tapas, salchichonería y cremería que vende ricos quesos y embutidos. Tiene unas mesitas en el balcón donde se puede saborear un buen emparedado o unas tapas.
Desde aquí puede ver en la planta baja el restaurante Puntarena, que ocupa un luminoso patio abierto con un mural de plantas. Este lugar fue el que elegimos para comer unas apetitosas tostadas de jaiba y camarón, un arroz con calamares y compartimos una milanesa cantinera.
Mientras disfrutábamos el aperitivo con las tostadas, recordamos algo de la historia del lugar: perteneció a la familia del Conde de Miravalle, Alonso Dávalos Bracamante, Caballero de la Orden de Santiago, canciller de la Santa Cruzada y limosnero del Convento de la Merced. Adquirió el inmueble en el siglo XVII y le dio el carácter palaciego, con la fortuna que le produjo la mina del Espíritu Santo, situada en la Nueva Galicia, hoy Jalisco. La sobria fachada de tezontle y cantera, cuya única coquetería es un bello balcón, no permite imaginar lo que existe en el interior.
Al traspasar el vestíbulo aparece un amplio patio con laureles, de donde se desplanta una escalera que se abre en dos rampas. En el descanso luce el fresco titulado El Holocausto, que pintó en 1945 Manuel Rodríguez Lozano. A raíz de la recuperación del inmueble fue magníficamente restaurado por Mónica Baptista de López Negrete
De vuelta al pasado, alrededor de 1850 se estableció en la mansión el Hotel del Bazar, que funcionó hasta 1930, siendo considerado uno de los mejores de la ciudad. Al cerrar sus puertas el dueño readaptó la casona para despachos y departamentos, y lo nombró edificio Jardín.
Actualmente en la parte alta del palacio se encuentra el hotel que lo bautiza Downtown, con 17 exclusivas habitaciones, alberca y una terraza-bar con magnífica vista. Para los jóvenes mochileros y los adultos de presupuesto modesto, en la parte de atrás tienen un hostal con habitaciones compartidas.
Definen la restauración como una mezcla colonial del siglo XVII con arquitectura industrial
. El resultado es polémico; hay quienes lo elogian y a otros les parece lamentable. Se cegaron los arcos y le pusieron aplanados de cemento aparente, y para proteger el patio de la lluvia, una cubierta oscura que cuando se corre convierte el lugar en una boca de lobo; los laureles están tan altos que no se ve el segundo cuerpo. Sin embargo, hay que reconocer que la recuperación ha sido un éxito, está lleno de vida y en plenitud de uso. Algún día se hará obsoleta y nuevamente será restaurada; posiblemente decidan eliminar las intervenciones industriales y le devuelvan su aspecto original. Es lo maravilloso de esta noble arquitectura.