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El estante de lo insólito

La Luna. Viajeros y lunáticos

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Ilustración Manjarrez

“Luna azul con un blues quiero enamorarte. Luna nueva caprichosa que hay detrás de ti (…) Misteriosa, Luna misteriosa, Déjame llegar a ti”.
Luna misteriosa. Botellita de Jérez.

L

a Luna es el satélite natural de nuestro planeta, responsable de marejadas y cambios de humor (se dice), inspiración poética, deidad mitológica, símbolo de manifestaciones religiosas, queso gigante y hasta el cuento soñado por vivir a partir de la Luna de miel. Inspirada de emociones máximas y locuras totales, como la de un chileno (Jenaro Gajardo Vera) registrándola como propia, o un estadunidense (Dennis Hope) certificando su compra y vendiendo terrenos como controlador ejidatario sideral. La Luna se cruza por las frases de la literatura como musa de engañifas, se pone azul para que la cante Sam Cooke, es vista como una pelota alcanzable por brazos femeninos en cuadro de Rufino Tamayo, Jaime Sabines decía que se podía tomar a cucharadas; es ente mortal en las Bodas de Sangre de Federico García Lorca, y también evoca una leyenda azteca que nos recuerda que hay un conejo enmarcado en su superficie. Un beso puede mandar a la Luna, mientras que ya andar en ella es ejemplo de mayor despiste. Casi puede serlo todo.

Es exploración de rasgueo, terapia mental intensiva y retruécanos místicos en el reconocimiento de su cara oculta en The Dark Side of The Moon, donde Pink Floyd decía: “If your head explodes with dark forebodings too, I’ll see you on the dark side of the Moon”; Luna de magia y posibles encuentros en rola alucinada del álbum Reptilectric, de Zoé: Luna, no me abandonés más, que tiendo a recuperarme, en la cuna de tus cráteres; figura sideral de almas abrazadas en el Claro de Luna, de Debussy, como perfecta música de fondo en escenas de melancolía y amores intensos, igual que la propia Sonata de Luna, de Beethoven; marco de cantadas eróticas con Alex Lora diciendo que en las noches de Luna llena, hacen el amor ( Triste canción de amor); la voz de la Sonora Santanera afirmaba que Los aretes que le faltan a la Luna los tengo guardados en el fondo del mar; Mecano se revolvía en maternidades como encuentro de razas cuestionando “Luna quieres ser madre, y no encuentras querer que te haga mujer, dime Luna de plata, qué pretendes hacer con un niño de piel…”( Hijo de la Luna), y The Police interpretaba Walking on the Moon como una interpretación del enamoramiento; algo que nos pone fuera del mundo, como las ganas de volar con el corazón conquistado estilo Fly me to the Moon and let me play among the stars ( Fly me to the Moon, la versión con Frank Sinatra antes que ninguna), y hace que Tom Waits se sienta en su superficie con melancolía de bar, saxofones y luces neón en Drunk on the Moon.

¿Fuimos o no ?

Las teorías de la conspiración son infinitas en torno al alunizaje de la tripulación del Apolo 11 el 20 de julio de 1969. ¿Llegaron o no? En un periodo muy denso de la guerra fría, la desbocada carrera espacial hizo que John F. Kennedy afirmara que serían los primeros en poner a un hombre en la Luna. Científicos superando pruebas frustradas y hombres temerarios avanzaron con celeridad para lograrlo. Hay que leer Lo que hay que tener, de Tom Wolfe, el libro que profundiza sobre los hechos de la carrera espacial (y que inspiraría la cinta Elegidos para la gloria; Phillip Kauffman, 1983) para entender la magnitud frenética de esa conquista. La Luna como obsesión y símbolo de victoria con la pisada legendaria de Neil Armstrong sobre un rocoso suelo platinado.

Los cuestionamientos surcen telarañas de gran incógnita. R.E.M. cantó If you believe, they put a man on the Moon, mientras que varios astronautas aseveran que un día el hombre volverá a la superficie lunar y ahí estarán los equipos, las huellas, la bandera y todas las toneladas de escombro (o basura espacial) que abandonaron ¿para siempre?… La NASA afirmó que habrá nueva misión lunar y ahí debería aclararse todo, incluso si en verdad se escucha algo parecido a una música sicodélica cuando los astronautas quedan en el lado oscurso, fuera del rango de observación planetaria desde la Tierra. Es muy interesante conocer Capricornio uno (Peter Hyams, 1977), donde se monta un set fílmico para simular un viaje tripulado a Marte, y hay terrores de medio temple en el falso documental Apollo 18 (Gonzalo López-Gallego, 2011), donde monstruos lunares atacan a los astronautas. Más interesante es Moon (Duncan Jones, 2009), sobre un astronauta que pasa por todas las emociones y conflictos en una misión que lo deja por tres años en el satélite. Hay aseveraciones de que fue el mismísimo Stanley Kubrick quien dirigió las falsas escenas de los astronautas en 1969, mientras se producen decenas de cortometrajes y falsos documentales buscando destruir el fraude, pero no hay nada aún con la contudencia para demolerlo.

Desde que Géorge Mélies adaptara el clásico de Julio Verne De La Tierra a la Luna, para su filme Viaje a la Luna (1902), muchos cineastas la usan como contexto para horizontes de ensoñación, alegorías filosóficas o ejes narrrativos. En la parodia de la parodia, El conquistador de la Luna (1960), el director Rogelio A. González pone a Antonio Espino Clavillazo a batallar contra selenitas, con escenografías, maquetas y efectos que casi quieren simular 12 to the Moon (David Bradley, 1960), donde se integra la primera misión multinacional al espacio. Otra clase de demencia argumental es la estupenda Viaje a la Luna (Fernando Cortés, 1963), que reunía a lunáticos de manicomio integrando a buena parte de los comediantes históricos del cine mexicano, como Alfonso Arau, Sergio Corona, Manuel El Loco Valdés, Germán Valdés Tin Tan, Vitola, Los Xochimilcas, Viruta y Capulina, Joaquín García Borolas, Eduardo Alcaraz, Xavier López Chabelo y Ramiro Gamboa El Tío Gamboín.

Lunas de queso y colmillos

Los humanos que se hacen licántropos ven con horror propio el agigantamiento de sus mandíbulas y extremidades para tornar en implacables criaturas de la noche. La Luna llena los transforma por periodos en que todos están peligro, así sea en los orígenes narrativos en el Drácula de Bram Stoker o en las primeras secuencias fílmicas del horror estilo la productora Universal con El Hombre Lobo (George Waggner, 1941) y las decenas de cintas posteriores en todo el mundo en que la Luna intensa permite ver el horizonte del bosque, pero también descubre a las bestias mutadas con garras afiladas. Todo un género y música colmilluda como La Luna llena sobre París de la banda española La Unión.

Hay otros terrores, como los del asesino serial del que nos habla Antonio Muñoz Molina en su gran novela Plenilunio. La crueldad del homicida sólo se expresa en noches de Luna llena, como inspiración asesina de los peores deseos. Pero el satélite también es baño nocturno, eclipse esperado, medalla que parten los enamorados y hasta platillo mayor, como en el fantástico cortometraje La Gran Excursión (1989), donde el realizador inglés Nick Park pone a sus personajes Wallace y Gromit tomando vacaciones en la Luna que es, por supuesto, de queso, alimento preferido de Wallace.

Luna de quimeras o influencia de dioses, es elemento esencial de encuentros y destinos, como cuerpo intangible y necesario, o dueña de lo pretérito, como escribió José Emilio Pacheco en El silencio de la luna:

“El aire está en tiempo presente. / La luna por definición en pasado. / Tenues conjugaciones de la noche. / El porvenir ya se urde / En los fuegos que hacen el alba. / Invisible para nosotros, porvenir nuestro, / Como otro sol en la maleza del día”.

Twitter: @nes