l 2018 parece haberse iniciado con barruntos de guerra. Los más ominosos han sido temporalmente despejados –de manera muy parcial y tentativa– por el glamour de la competición deportiva y fotografías colaterales. Por infortunio, los de otra guerra –la comercial– se siguen acumulando y las hostilidades, más o menos frenadas en los 13 meses que el señor Trump ha ocupado la Casa Blanca, amenazan con rebasar toda contención. Abril es una ocasión cercana en que las primeras salvas pueden tornarse cañonazos o bombardeos (comerciales).
Más allá de la retórica, cada vez más apabullante, conviene ocuparse de las decisiones y acciones de política, que ya se han anunciado y de la desafortunada ruta que marcan. La primera acción, anunciada el 22 de enero, fue imponer aranceles de salvaguarda a las importaciones de lavadoras de ropa domésticas y de celdas y módulos solares. Su naturaleza y alcance aparecen en un documento de la Oficina del Representante Comercial (USTR).
La investigación de la Comisión de Comercio Internacional (ITC) –entidad cuasi judicial del gobierno federal de EU– halló que el aumento de las compras al exterior de lavadoras había provocado un daño severo y recomendó que se impusiesen aranceles de salvaguarda a las lavadoras grandes de uso residencial. A recomendación del USTR, el presidente anunció aranceles por tres años: en el primero se sitúan en 20 por ciento para las primeras un millón 200 mil unidades y en 50 por ciento para las adicionales. Esta última tasa se aplica también a las partes de las lavadoras. En el segundo año, las tres tasas se reducen: a 18 por ciento la primera y a 45 por ciento las restantes. En el tercero las tasas se sitúan en 16 y 40 por ciento, respectivamente.
Como se señaló en varios análisis, la acción se adoptó a petición de una firma, Whirlpool, que desde 2011 ha obtenido protección frente a importaciones procedentes de Corea. Se optó por un arancel que afecta a todas las compras en el exterior, no sólo a las originadas en Corea, porque la cadena de producción abarca a diversos países, China entre ellos, y en el decenio ha cambiado el origen nacional del artículo. Se gravan también las partes ante la intención declarada de los fabricantes coreanos –Samsung y LG– de establecer plantas en EU. Las medidas antidumping de 2013 y 2017 no lograron su objetivo y parece que la nueva acción será igualmente ineficaz.
En el caso de las celdas y módulos solares, la ITC concluyó también que las importaciones, procedentes sobre todo de China, habían provocado daño severo a la industria estadunidense hasta casi hacerla desaparecer y que el espectacular aumento de la producción en ese país había sido producto de ayudas y subsidios ilegales. Por tanto, el USTR recomendó y el presidente decidió imponer una tasa adicional al arancel de 30 por ciento ad valorem en el primer año, con disminución anual de 5 puntos hasta quedar en 15 por ciento en el cuarto año. Se decidió eximir a la compra de las celdas necesarias para generar los primeros 2.5 gigawatts. Nadie, entre los que analizaron la situación, espera que con esta medida renazca la producción y se recuperen puestos de trabajo en EU. Se teme que se provoque un retraso importante en el aumento de la generación solar. Los beneficiarios de esta acción se encuentran, más bien, entre los productores de combustibles fósiles.
La segunda serie de acciones fue anunciada el 16 de febrero y, para usar lenguaje técnico, es harina de otro costal. Afecta a dos ramas industriales: la siderúrgica y la del aluminio. Tiene una base legal rara vez invocada: la sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962, que lleva a evaluar el efecto de determinadas importaciones en la seguridad nacional del país. Como era previsible, el Departamento de Comercio (DOC) concluyó que los volúmenes y condiciones de las importaciones de acero y aluminio amenazan con perjudicar la seguridad nacional
. El argumento clave es que las importaciones han hecho que se abata el uso de la capacidad productiva instalada: a 73 por ciento en acero y a 48 por ciento en aluminio. Se dice que las acciones propuestas permitirán elevar esos niveles a 80 por ciento, mínimo para asegurar la viabilidad a largo plazo
de una y otra industrias. El DOC pide al presidente optar entre un arancel genérico (24 por ciento para acero y 7.7 por ciento para aluminio); una combinación de arancel (53 y 23.6 por ciento) para ciertos países (12 vendedores de acero y cinco de aluminio) y una cuota (igual a 100 por ciento de las ventas a EU en 2017 de ambos productos) para los demás; o, sólo una cuota (aplicable a todos los países), equivalente a 63 por ciento de las importaciones de acero en 2017 o de 86.7 por ciento de las de aluminio. El presidente puede optar por cambiar las cifras sugeridas o por no adoptar acción alguna, y decidir antes del 11 de abril en el caso del acero y del 18 de abril en el del aluminio.
Las reacciones no se demoraron. Más allá de los beneficiarios directos, nadie aplaudió la medida. Incluso algunos de éstos manifestaron preocupación por posibles consecuencias secundarias negativas, como frenar aún más el crecimiento del comercio mundial. A pesar de que las acciones están apuntadas específicamente a China y, en menor medida, a Corea, el número de países afectados –al menos potencialmente– es muy alto por la extensión y diversificación de las cadenas productivas concernidas. Sin embargo, el número, tono y alcance de las reacciones ha sido más bien mesurado, pues nadie desea desatar una escalada de acciones, represalias y contrarrepresalias. Después de la primera acción, China, por ejemplo, evocó la posibilidad de gravar las compras de sorgo forrajero en Estados Unidos. Algunos funcionarios comerciales de la Unión Europea se refirieron al riesgo de encadenamiento de medidas restrictivas. La Cámara de Comercio estadunidense en China dio por descontado que este país respondería en especie y se limitó a exhortarlo –como informó el NYT– para que sus represalias fueran proporcionales y precisas, para afectar lo menos posible el ambiente de negocios y el clima de la cooperación bilateral. Es difícil esperar que Trump desmantele su ofensiva proteccionista y restrictiva ahora que ha disparado las primeras salvas.