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Ver día anteriorDomingo 18 de marzo de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Prodigio vegetal
E

ntre las caprichosas formaciones de piedra volcánica que dejó la explosión del volcán Xitle en el sur de la Ciudad de México, hay un vergel que nos permite conocer cientos de especies vegetales de todo el territorio nacional. Es el Jardín Botánico del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que resguarda mil 700 especies que suman alrededor de 17 mil plantas provenientes de bosques, desiertos y selvas mexicanas.

Este prodigio no es de sorprender cuando nos enteramos que México es el tercer país con la diversidad vegetal más rica del mundo, que además del placer que brinda admirarlas, es material de trabajo de muchos investigadores. Las estudian para conocer todas sus características, promover la conservación y el uso sostenible de esa riqueza excepcional.

El conocimiento de las distintas especies contribuye a la identificación y conservación de áreas naturales y variedades vegetales en riesgo. Es escalofriante enterarnos de que más de 300 de las que aquí podemos apreciar se encuentran amenazadas o en peligro de extinción.

Una labor importante es la difusión y la enseñanza; por ejemplo, aquí brindan asesoría para el manejo de plantas nativas en áreas verdes urbanas. Muy útil para hacer más verde y floreada nuestra ciudad.

El jardín fue fundado en 1959 por los biólogos Manuel Ruiz Oronoz y Faustino Miranda, este último, botánico y ecólogo tropical, llegó a México con el fructífero exilio español e integró un equipo de jóvenes entusiastas que fueron por todo el territorio nacional con el fin de recolectar ejemplares de plantas.

Tres años más tarde el jardín fue integrado al Instituto de Biología y, así, las primeras etapas de crecimiento estuvieron estrechamente relacionadas al desarrollo de la botánica moderna del país.

Dentro del objetivo primordial de mantener una colección de plantas vivas representativa de la diversidad vegetal de México, se buscó desde las primeras colectas poner énfasis en especies raras o endémicas de las zonas áridas y tropicales. Asimismo, en familias botánicas como las agaváceas, cactáceas y orquídeas.

La caminata por las áreas que resguardan estas especies es sorprendente; en la de agaves hay desde unos pequeños magueyes que parecen flores a otros monumentales con hojas del tamaño de un hombre. Lo mismo sucede con las cactáceas que van de unos diminutos nopalitos recubiertos de una pelusilla dorada a unos de gran tamaño con muchos brazos, que son auténticas esculturas vegetales. Así podemos seguir con el orquidiario, la zona de las plantas medicinales, las comestibles y las de ornato.

Un linda tienda ofrece un gran muestrario de macetas con pequeñas plantas que se pueden adoptar o adquirir, así como diversos objetos alusivos.

Este paseo nos trae a la mente los jardines botánicos que había en México a la llegada de los españoles. Del que había creado el sabio rey poeta Nezahualcóyotl en Texcoco, nos platica admirado el primer cronista de ese lugar, fray Toribio de Benavente, mejor conocido como Motolinía. Lo menciona en su Historia de los indios de la Nueva España y señala que el jardín botánico de Texcoco superaba en dimensiones y belleza al de México-Tenochtitlan que a su vez tenía gran fama. Otros cronistas señalaron que en Europa no había jardines semejantes, ni por la cantidad de plantas y flores, ni por el esmero con que estaban cultivados.

Buena parte del jardín botánico del monarca texcocano todavía existe en un alto cerro que conserva grandes tinas de piedra, muy bien labradas, escalinatas, un adoratorio y un gran acueducto.

El paseo nos abrió el apetito y la vista de unos hongos nos despertó el antojo de una ensalada portobello. Nos dirigimos al KUH, un acogedor rinconcito de Suiza, con libros y flores, situado en Amargura 14, en San Ángel. Acompañamos la mezcla de frescas hojas de lechugas, tomate cherry y rebanadas del sabroso hongo con un fondue. Hay varios para escoger y optamos por el alpino que lleva quesos gruyère, fontina y brie con vino blanco y salpicado con chispas de tocino, ¡delicioso!