Antes que todo de agua
ircula por las redes un video de 8.5 minutos cuyo título y presentación no mueven a verlo, pero que al minuto se vuelve espeluznante, pues te enteras de que los informes meteorológicos televisivos, dados por mujeres bien formadas, sólo son armas idiotizantes que ocultan la acción perversa sobre el clima, convertido en arma de guerra por el imperio (cuyo nombre es inútil escribir) con sus eventuales aliados neoliberales en la carrera por el poder y una concentración de riqueza que no tendrán sentido en un planeta deshabitado y muerto. ¡Cómo no iba a abandonar Estados Unidos los acuerdos de París, cuyo fin es ir frenando el cambio climático ocasionado por la actividad humana, si justamente invierten ciencia y tecnología de punta en modificar voluntariamente el clima rociando el cielo con productos químicos!
En la página www.geoengineeringwatch.org hay suficiente información sobre la manipulación del clima para que sintamos lo que tal vez sintió lo más ilustrado y consciente de la generación que nos precedió al comprender lo que había en el avance de la investigación nuclear y sus ensayos secretos. Hasta Hiroshima. Es verdad que, tanto entonces como ahora, la mayoría de quienes se enteraron de esto por los medios de comunicación se encogieron de hombros, no sintiéndose concernidos, sea por considerar lejana en el espacio o en su propio tiempo de vida, una eventual acción nuclear. A la vez que otros se entusiasmaron, invadidos por la misma fascinación que produjo la imagen del hombre en la Luna o el último modelo de un auto deportivo capaz de ir a una velocidad imposible de verificar en tierra, tal vez imaginándose con un pie en el satélite o en el acelerador.
Pero lo que pocos llegan a imaginar, vivir y aceptar con plena conciencia, es la realidad comprobable de lo que nos pasa al caernos sustancias químicas arrojadas por aviones disfrazados de transporte de pasajeros, pero llenos de contenedores de sustancias inimaginables con las que trazan rayas encontradas y superpuestas en el cielo, las que se disuelven en sospechosas nubes blancas o amarillas aunque se parecen a la condensación normal de los jets que nos asombraron hace cincuenta años. En cambio, ya no podemos ignorar las sequías inacabables e incendios forestales consecuentes, la frecuencia de ciclones y tornados que causan deslaves o levantan pueblos enteros para dejarlos caer en pedazos, las tormentas de nieve siberiana en el Mediterráneo, las granizadas de bolas como limones que dejan huellas sospechosas en los automóviles y el suelo de nuestro Centro Histórico, los tsunamis y terremotos que algunos sospechamos no son ajenos a los ensayos nucleares submarinos y la práctica del fracking… Y, por más que las explicaciones científicas –que más parecen profecías de Nostradamus– nos consuelen con el argumento de que nuestro Planeta siempre ha tenido periodos de construcción y deconstrucción, haciéndonos creer que tal vez estemos en uno de estos últimos.
¿Qué hacemos cuando nos demuestran que las aguas del mar y todos sus afluentes están llenas de plásticos usados no reciclables en la naturaleza, con los que se envenenan los seres acuáticos, y la cadena alimenticia llegan hasta nosotros y nuestros hijos, contaminándonos? ¿Qué no basta presenciar la epidemia de niños y jóvenes con cáncer para hacer caso a la información de que las moléculas de dioxina, cancerígenas, se desprenden del plástico en contacto con el calor, y seguimos metiendo alimentos envueltos en plástico en los microondas y bebiendo agua pura salida de garrafones plásticos que viajan pasando del frío al calor constantemente? Una reciente encuesta sobre aguas embotelladas en plástico revela la cantidad de partículas por ml que tienen unas 15 marcas mundiales. ¿Quiénes y cuántos hacemos caso y compramos filtros, en vez de botellas que además son parte del infernal círculo de la contaminación que padece la otra agua: la que alimenta a la Tierra y a todas sus creaturas?
¿Qué nos falta para organizar un paro mundial contra la manipulación informativa, los perversos caminos que las potencias dan a la ciencia, la imposición de productos para el consumo, sin hablar de la amenaza global de la privatización del agua envenenada que pagaremos por consumir?
Reaccionemos de una vez, aunque tengamos en casa problemas, porque no es incompatible buscar y obtener lo mejor para la propia familia, para la sociedad nuestra y las de nuestros hermanos de otros países, con luchar todos juntos contra la modificación voluntaria del clima, realidad de la ingeniería climática, pareja de la ingeniería alimentaria hecha para modificar deliberadamente la salud del cuerpo humano y su alma, sea lo que ésta sea.
En memoria del grande Stephen Hawking