Advierte el organismo sobre consecuencias devastadoras de por vida
Tolerancia social, factor que permite la alta vulnerabilidad de la infancia a las agresiones, advierte
Viernes 30 de marzo de 2018, p. 11
La violencia contra niños y adolescentes tiene consecuencias devastadoras, advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se calcula que mil millones de menores de dos a 17 años en todo el mundo sufrieron agresión emocional, física o sexual en el último año.
Pese a esta cifra, agrega, la alta prevalencia de ataques en la infancia suele pasar desapercibida para la sociedad, por lo que tampoco se denuncian. Un metaanálisis de datos mundiales determinó que el abuso sexual delatado por los propios niños y niñas es 30 veces más alto y el maltrato físico es 75 veces mayor que lo que indican los informes oficiales
, señala.
En el informe INSPIRE. Siete estrategias para poner fin a la violencia contra los niños y las niñas, elaborado por especialistas de la OMS, del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), entre otros, se advierte que las tasas elevadas de violencia contra niños y adolescentes muestran una situación alarmante, pues los menores viven con las consecuencias de ese flagelo y no suelen recibir apoyo.
A menudo, indica, se estigmatiza a aquellos que denuncian, no se les cree ni se toman medidas, pero sus efectos se hacen visibles. La exposición a la agresión a edad temprana puede afectar el desarrollo cerebral y alterar el sistema nervioso, así como los sistemas endocrino, circulatorio, osteomuscular, reproductivo, respiratorio e inmunitario, lo que genera consecuencias de por vida.
Como parte de las acciones para prevenir la violencia en la infancia se proponen siete estrategias: implementación y vigilancia del cumplimiento de las leyes; normas y valores; seguridad en el entorno; padres, madres y cuidadores con apoyo; ingresos y fortalecimiento económico; respuesta de los servicios de atención y respaldo, y educación y aptitudes para la vida.
La OMS destaca que un factor clave que permite la alta vulnerabilidad de la infancia a la hostilidad es la tolerancia social, a lo que se suma la percepción de que el abuso o explotación es algo normal y fuera de control de las comunidades.
El organismo multinacional señala que el maltrato –incluido el castigo brusco– comprende la violencia física, sexual y sicológica o emocional, pero también el descuido de lactantes, niños y adolescentes por los progenitores, los cuidadores y otras figuras de autoridad, lo que ocurre con mayor frecuencia en el hogar, pero también en entornos como la escuela.
La violencia emocional incluye restringir los movimientos de un niño o una niña, denigrarlos, ridiculizarlos, amenazarlos e intimidarlos, al igual que la discriminación, el rechazo y otras formas no físicas de tratamiento hostil
.
Ser testigo de la violencia puede incluir el obligar a un menor a observar una agresión o el presenciar por casualidad un acto hostil entre dos o más personas.