ucho se ha insistido sobre los peligros que la presidencia de Donald Trump introduce en la precaria paz internacional y en el orden mundial. Como se reseñó en estas páginas en días pasados, expertos y políticos veteranos de Washington alertaron de los riesgos que las baladronadas, los exabruptos y las irrefrenables tendencias xenofóbicas, machistas y guerreristas del mandatario estadunidense introducen en una red de equilibrios geoestratégicos frágil y compleja que podría romperse en cualquier momento. Por ejemplo, Madeleine Albright, quien fuera secretaria de Estado en tiempos de Bill Clinton, dijo que el magnate ha debilitado la cooperación internacional, “fortalecido las manos de dictadores… y abdicado el liderazgo moral” de Estados Unidos, lo que podría contribuir al resurgimiento del fascismo
. Robert Haas, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores del país vecino, señaló que Trump ha llevado a su país al momento más peligroso de su historia moderna
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El cantinfleo de Trump sobre un posible ataque a Siria –en represalia por un ataque químico atribuido al régimen de Bashar al-Assad cuya autenticidad ni siquiera se ha comprobado– es una nueva y alarmante muestra de una política exterior errabunda y a la deriva. El miércoles pasado el mandatario estadunidense fanfarroneó en Twitter sobre los bonitos e inteligentes
misiles que la Casa Blanca lanzaría sobre suelo sirio, en un mensaje dirigido explícitamente a Rusia. Ayer escribió que su pretendida represalia podría ocurrir muy pronto o no tan pronto
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Sin embargo, el secretario de Defensa del propio Trump, Jim Mattis, declaró que el ataque con gases tóxicos en la región de Duma, por el que Washington se apresuró a culpar al gobierno de Damasco, no ha sido esclarecido. Interrogado sobre si el Pentágono tenía pruebas que incriminen al régimen sirio de tal episodio, el funcionario respondió: Nosotros todavía estamos evaluando la información disponible, junto con nuestros aliados, todavía estamos trabajando en ello
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Tal colisión declarativa entre la Casa Blanca y el Departamento de Defensa es sólo una muestra más de que la proyección de la superpotencia hacia el resto del mundo atraviesa por una fase imprevisible, arbitraria y temperamental, inducida por lo que parece ser una completa falta de nociones del presidente estadunidense acerca de los escenarios mundiales.
Ciertamente éstos pueden verse bruscamente desestabilizados por uno de los arranques del millonario republicano y no puede descartarse, por desgracia, que su incontinencia verbal llegara a desembocar en un conflicto de alta intensidad o en una confrontación directa con Rusia o con China. Pero debe reconocerse que semejante estilo de conducir a la que es todavía la mayor potencia bélica del planeta lesiona en primer lugar la credibilidad de Washington en la arena internacional, debilita los vínculos de confianza entre los aliados occidentales y contribuye en forma inexorable a la decadencia de Estados Unidos.