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Me da gusto que a mucha gente le pude hacer sentir eso, afirma el boxeador mexicano

Nocaut a Salka, pequeña revancha contra el racismo: Bandido Vargas

Al ver el calzoncillo del estadunidense, que simulaba un muro de ladrillos, en abierta apología de la América de Trump, el pugilista enardeció y dijo: Si va de eso, pues a darle con todo

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Bandido Vargas impuso a Rod Salka una masacre íntima, con combinaciones veloces y violentas. Al terminar el sexto round, el ojo y pómulo izquierdo del estadunidense lucían terribles y se decretó el nocautFoto @caracusmx
 
Periódico La Jornada
Domingo 15 de abril de 2018, p. a13

Francisco Bandido Vargas se quedó mudo. Estaba tan sorprendido como cualquier especta- dor que veía en vivo el combate contra el estadunidense Rod Salka, la noche del jueves 12 de abril en Indio, California. Ningún indicio ni anticipo para suponer que el de Pensilvania haría una declaración ideológica o una simple bravuconada para provocar al rival mexicano.

Salka estaba enfundado en una pantaloneta que simulaba un muro de ladrillo, en cuyo cintillo se leía la frase América primero, emblema discursivo y programa político del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Bandido tardó unos segundos en asimilar la puesta en escena de su adversario. Si el propósito era picar al mexicano, lo consiguió. Bandido Vargas sonrió con lo que hacía el estadunidense.

“Lo vi y me dije: ‘y ahora este loco que se trae’”, dice Bandido como si todavía no terminara de asimilar la ocurrencia de su oponente; pues si va de eso, pues a darle con todo,

Vargas es un profesional que pocas veces imprime sus emociones personales en sus combates, que suelen ser espectáculos violentos, exhibiciones de estupenda técnica, pero casi siempre carnicerías verdaderas. Bandido no sólo fue campeón mundial en peso superpluma, sino que también fue boxeador olímpico, en el hombro izquierdo porta orgulloso un tatuaje con los anillos como un recuerdo de su experiencia en Londres 2012. Para este peleador, representar a su país tiene connotaciones más hondas.

Al ver a Salka en abierta apología de la América de Trump, Bandido asumió que representaba a toda una comunidad que se ha sentido agraviada con un discurso discriminatorio; vencerlo con coraje sería entonces una terapia colectiva.

Desde el primer episodio fue evidente la superioridad de Bandido. Salka quiso imponer la distancia con jabs rápidos, pero sin potencia. No al menos la que se necesita para frenar a un ariete como Vargas, quien apenas sintió al rival, se fue encima con combinaciones veloces y violentas. Bandido se acercó lo más que pudo, para imponer una masacre casi íntima, con ganchos y uppers que siempre daban en el objetivo.

Fue un ingrediente inesperado que sirvió para entrarle más duro, dice Bandido; era una anécdota, pero sí pensé en la gente que veo cuando estoy aquí en Los Ángeles, en conocidos que no tienen documentos y que viven con miedo a ser deportados. Pues sí se siente esa solidaridad, pero insisto, fue sólo un agregado a lo que yo de cualquier modo pensaba hacer. Pegar y ganar.

Salka acumuló golpe tras golpe en visible desproporción. Al terminar el sexto episodio, el ojo y pómulo izquierdo del estadunidense lucían terribles. En su esquina, el equipo sólo meneaba la cabeza de forma negativa y trataban de convencerlo de que salir a pelear otro asalto, era una misión kamikaze. Lo revisó el médico y su negativa fue enfática. Rod Salka perdió por nocaut técnico.

Me volví un meme

La imagen de Vargas demoliendo al estadunidense con los calzones del muro fronterizo se volvió viral en redes sociales. Los aficionados, al crear memes, desbordaron cretividad.

Después descubrí que la imagen se había vuelto viral en redes sociales, cuenta divertido, medios que usualmente no me buscan empezaron a ponerme en sus portadas. Me volví un meme. Me da gusto que a mucha gente de mi país le pude hacer sentir como si vivieran una pequeña revancha. Muchos querían ver a un mexicano que derrota a un estadunidense con ideología racista.