reformade la salud para Anaya y Meade?
n sondeo reciente de Citibanamex reveló que casi dos terceras partes de la población estiman que las reformas estructurales nunca
beneficiarán a la población en general
. Además, durante los dos años anteriores, esta creencia se elevó: 42 por ciento la compartía en octubre 2015, pero para septiembre 2017 ya alcanzaba 60 por ciento.
Simultáneamente, la proporción de aquellos que les otorgan el beneficio de la duda
y consideran que deben madurar
antes que puedan
verse sus beneficios, disminuyó de 45 a 32 por ciento. También ocurre que se redujo, de 9 a 5 por ciento, el número de quien aguardaba que sus beneficios
fueran ya perceptibles
( El Economista, 2/4/2018).
La nunca presentada reforma de la salud anunciada por el presidente Peña Nieto desde el Pacto por México –siguiendo las propuestas de Santiago Levy/ Funsalud/Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY)– y publicitada (durante los años 2013-2015) hasta el hartazgo por la –entonces– secretaria Mercedes Juan, resulta un caso emblemático de la anterior creencia popular. Su patente rechazo, por buscar explícitamente deslaboralizar la seguridad social, fue inmediato y jamás logró trasponerlo (Leal, Sánchez, León, 2015, La seguridad social universal de Peña Nieto, ¿es la reforma que el país necesita?, UAM-Ecosur, CDMX).
No obstante, seis años después, Julio Frenk y colaboradores (Hacia la universalización de la salud
, Nexos, 3/2018) vuelven –sin aprendizaje alguno– sobre la impopular e inviable propuesta señalando: 1) es indispensable
eliminar la contradicción
actual entre los artículos 4 y 123 constitucionales, para así convertir a la protección
de la salud en un derecho social, ya no laboral
, exigible legalmente por todos
los ciudadanos, independientemente
de su posición en el mercado de trabajo.
2) También es necesaria
una reforma financiera que incremente la inversión de salud por lo menos al nivel promedio de los países latinoamericanos (7.2 por ciento del producto interno bruto, PIB). Esto se puede concretar
mediante la legislación de una contribución social generalizada
que sustituiría
el actual sistema de financiamiento de la atención a la salud por medio de impuestos generales y cuotas obrero-patronales. Dicha contribución, que debería
diseñarse utilizando los esquemas fiscales más progresivos posibles, permitiría establecer un fondo único de aseguramiento
, el cual financiaría un paquete de intervenciones de alta especialidad
y otro de beneficios esenciales
a los que todo mexicano tendría acceso, bajo cualquier esquema de aseguramiento público
en salud, con independencia
de quien sea el prestador
de servicios. El propósito es homologar hacia arriba
los beneficios en salud de los diversos seguros públicos
y hacerlos explícitos
. Los seguros privados
tendrían la oportunidad
de ofrecer complementos al paquete universal
.
Justamente lo que Coparmex postula en su Manifiesto México: transitar
a un modelo universal de financiamiento de la prevención y la salud con participación transversal del sector privado e implementar
el Expediente Clínico Electrónico que permita portabilidad para el usuario, en los diferentes sistemas de seguridad social y de salud ( Oportunidades para un México Incluyente, 3/4/2018).
Modelo universal
que la propuesta CEEY-2018 (sin extraer aprendizaje alguno del fracaso de su propuesta de 2013) ya se apresura, temerariamente, incluso a calcular. El CEEY cree que implementar
un sistema de seguridad social para toda
la población, implicaría aumentar el gasto que ya se ejerce entre 2 y 4 por ciento del PIB
. Con él, agrega, se financiarían tres aspectos fundamentales
para la seguridad social, sin importar el estatus laboral
de las personas. Un paquete
básico de salud, una aportación base
a pensiones y el pago
para un seguro de vida.
Y, ¡¡¡claro!!!, puntualiza: el mecanismo para financiarlo descansaría en generalizar
el IVA en alimentos y medicamentos a una tasa general de 11 por ciento
. La justificación social
del nuevo sistema mediante más impuestos
debería explicar sus beneficios
, un serio
compromiso de rendición de cuentas y cero corrupción
. ¡Así nada más! ( Excélsior,10/4/2018).
Para el CEEY se trata de un piso mínimo de protección social
. En efecto: muy mínimo
si se lo compara con la seguridad social integral que pretende deslaboralizar al ofrecer desaparecer
las cuotas obrero-patronales. Pero además extraordinariamente caro, de cara al ya de por sí muy apretado ingreso disponible de las familias, que ahora, deberían pagar 11 por ciento de IVA por todo medicamento, alimento y consulta médica, a cambio de tres beneficios
aplanados a la absoluta baja: paquete
básico de salud, aportación base
a pensiones y pago
para un seguro de vida.
Piso tan mínimo
como el que –dando cabal continuidad al peñismo, sin atreverse a tocar las políticas económicas y laborales del entero ciclo neoliberal–, también ofrece Meade: los ciudadanos podrán tratarse en el hospital que elijan
, pues con una inversión de 30 mil millones de pesos
, se logrará
que todas
las clínicas estén adecuadamente
equipadas; en los hospitales: 100 por ciento de medicamentos
; fortalecer
el Seguro Popular; habilitar
una línea telefónica especializada en atención a mujeres adultas y niñas; reducir
la muerte materna y el embarazo adolescente, así como un programa
para que médicos, enfermeros y medicinas sean trasladados
al domicilio de los derechohabientes que no puedan desplazarse a su clínica” ( Reforma, 8/4/2018).
Una reforma
para la salud, para Anaya o Meade, que seguiría privilegiando el enfoque de atención al rentable mercado de los daños e incapaz de premiar la verdadera presencia de una cultura integral del mantenerse sano.
*Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco