Para Araceli Rodríguez no es fácil dar detalles sobre la desaparición y ejecución de su hijo Luis Ángel. Toma algo de aire y contundente suelta la siguiente afirmación: Por ser policía no lo buscan. No hay marchas para exigir su presentación y justicia. Hay un estigma contra ellos, no todos los policías son malos.

El de Araceli (lideresa del Colectivo Colibrí) fue uno de los testimonios de familiares de víctimas que ha dejado la llamada guerra contra el narcotráfico, los cuales se expusieron ayer como parte de las actividades por la inauguración del Museo de Política de Drogas en Ciudad de México.

Recordó que su hijo y siete de sus compañeros, elementos de la Policía Federal, fueron enviados a una comisión a Ciudad Hidalgo, Michoacán.

Sin embargo, “lejos de darles apoyo, la corporación les pidió llegar por sus medios, por lo que debieron rentar un transporte particular. En el camino, integrantes de La familia michoacana los levantaron, incluido el conductor de la camioneta, y posteriormente los ejecutaron”, denunció.

Fue crítica con la política contra el crimen organizado y sobre el consumo de drogas. ¡Ya basta, queremos paz, no guerra! Nos están matando y las autoridades no hacen nada. Consideró que se debe abrir a debate el tema de la legalización de la mariguana, pues es un tema de salud pública más que de seguridad.

De igual forma se pronunció María Herrera, quien lleva años buscando a sus hijos. Apuntó que antes de criminalizar el consumo y venta, se debe informar sobre los pros y los contras de la legalización. Esta guerra es contra la sociedad, contra las familias, no fue ni ha sido contra las drogas ni el crimen.

Aunque sus esperanzas cada vez son menores, la mujer, integrante del colectivo Familiares en Búsqueda, piensa que quizás algún día podrá encontrar vivos a sus hijos. Detalló que los esfuerzos e investigaciones por la ubicación de los desaparecidos en el país han recaído en las familias, mientras las autoridades nos han dejado solos.

En diciembre de 2010, Axel Torres Rosete, de 17 años, no regresó a su casa. Estaba internado en una clínica para combatir las adicciones, y como parte del programa debía ir a Tamaulipas. Desde entonces no se sabe de él.

Su madre, Nancy Rosete, aseveró que las drogas no desaparecieron a su hijo, sino la política de guerra emprendida en 2006 por Felipe Calderón Hinojosa y seguida por Enrique Peña Nieto.