Violencia creciente en la capital
Los resultados de Almeida
Barrales: la diatriba como propuesta
ara José Ramón Amieva, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, la seguridad de los habitantes de esta metrópoli es su preocupación número uno. Sabe con lo que cuenta, y aunque es más que obvio que Hiram Almeida, jefe de la policía, ha fracasado en su encargo, no piensa removerlo porque, primero, Almeida deberá responder a una serie de pendientes que se han ido acumulando durante su gestión.
Eso es lo que se dice en los diferentes salones del gobierno citadino, pero en algún momento cargar con Almeida en lo que resta de la administración sin resultados positivos, y con la delincuencia a la alza, puede ser desastroso para quien prácticamente no duerme atendiendo los problemas de la herencia que le tocó, por lo que Amieva tal vez deba pensar en lo que la ciudadanía piensa del jefe de la policía antes de tomar una decisión.
Parece que el incremento de los robos de todo tipo y a toda hora, la venta de drogas y los crímenes de factura mafiosa empezaron a sucederse con mayor frecuencia a partir de que el propio Almeida se hizo cargo del rumbo que deberían tomar los miles de efectivos con los que cuenta la ciudad.
No hay momento bueno para poder aceptar el fracaso, pero este caso se parece mucho al alcoholismo, mientras se niegue que existe no tiene remedio, y sólo aumenta el daño que causa a quien lo padece. Durante mucho tiempo el tema fue inexistente para las autoridades de la ciudad, y ahora es innegable que el mal ha crecido y que cada vez se hace más difícil combatirlo.
La semana pasada aparecieron cuando menos dos de las llamadas narcomantas con amenazas en contra de algunos jefes policiacos, y hubo varias ejecuciones en diferentes rumbos de la ciudad. Las fechorías cometidas, por ejemplo, por quienes viajan en motocicletas ya proliferan y no se ve que exista, por parte de la policía, ninguna medida inteligente y eficaz que pueda contener la ola de crímenes de ese tipo.
Hoy es más que fácil comprar una motocicleta y viajar por la ciudad sin placas y sin ningún tipo de registro –que deberían exigir las autoridades de Movilidad– y que vuelven más complicado poder identificar a quien comete un ilícito en esos vehículos. Pero en fin, lo bueno de todo esto, si es que hay algo bueno, es que el jefe de Gobierno, José Ramón Amieva, reconoce que el problema existe y ha empezado a dar pasos para combatirlo. Eso ya suena bien.
De pasadita
Hace ya casi seis años, sobre la avenida Insurgentes, a la altura del parque Hundido, una camioneta que llevaba buenas noticias para Alejandra Barrales fue detenida en su camino: no sería candidata a la jefatura de Gobierno. En aquel tiempo, desde muchas partes se decía que Barrales era la mejor preparada para asumir la responsabilidad de gobernar al entonces DF, porque se creía que esa mujer tenía proyectos y programas que llevarían a la ciudad a mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.
Seis años después las cosas han cambiado diametralmente. El triunfo del PRD que entonces estaba fuera de discusión hoy parece imposible y Alejandra Barrales parece no tener el fondo político que muchos se imaginaban y hasta ahora sólo trata de crear su propia figura con base en el denuesto al adversario. Primero fue el Rébsamen, acusaciones que en lo político no cuajaron, y ahora es el News Divine, aquel episodio en la Gustavo A. Madero en la que ella trató de restarle culpas al ex delegado Chíguil. Era previsible el ataque, porque Chíguil es un error de Morena como candidato, pero de Alejandra se esperaba más, mucho más que el rencor y la diatriba. Ni modo.