odos los grupos empresariales han querido influir en los gobiernos de la República y en las elecciones presidenciales. Su táctica ha sido más o menos la misma: presentarse como los creadores de riqueza en el país y, por lo mismo, imprescindibles para el crecimiento económico. En días pasados, el Consejo Mexicano de Negocios (CMN) –fundado durante el gobierno de López Mateos– salió en defensa de los intereses de sus miembros más destacados en contra de las políticas propuestas por el candidato López Obrador. Publicó, en mal español (denoste
en lugar de denueste), una inserción pagada bajo el título Así no
(3 de mayo), plagada de imprecisiones y adornándose como empresarios sin mancha alguna y nada corruptos. El tono de su escrito fue muy fuerte y seguramente alguien cercano les dijo que se les había pasado la mano. De ahí el segundo desplegado, el 7 de mayo, en el que el CMN ya no firmaba solo sino con muchos otros grupos entre los que destacaron el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), y varias cámaras de industriales, comerciantes y asociaciones de banqueros y aseguradoras. Esta segunda inserción fue titulada Trabajamos por México
y el tono fue mucho más suave que el de la anterior, defendiendo su derecho a pensar diferente y añadiendo que están dispuestos tanto a participar con gobiernos legítimamente electos como a disentir cuando lo consideren necesario.
Es claro que tienen derecho a disentir y a pensar diferente. Se les concede razón, pero no debe olvidarse el papel que algunos de ellos, quizá como individuos (para no generalizar), han jugado no sólo en contra del candidato López Obrador (2006 y 2012) sino de políticas públicas que demostradamente trataron de entorpecer desde hace muchos años, por lo menos desde el gobierno de Echeverría. Las demandas de la mayoría de los empresarios organizados, sobre todo de los más ricos del país, han sido menor intervención del Estado en la economía, privatización de empresas públicas, menores impuestos para ellos (y la posibilidad de evadirlos), licencias y concesiones para agrandar sus ya enormes fortunas y, desde luego, hacerse de todo aquello que les reporte beneficios empresariales. Es lógico, por tanto, que no pocas de las propuestas de cambio planteadas por el candidato de Morena choquen con sus intereses y que, por lo mismo, reaccionen enfrentándolo, primero muy fuerte y luego de manera más mesurada, como buscando un diálogo pues puede llegar a ser el próximo presidente de México y tendrán que tratar con él.
El cambio de tono entre el primero y el segundo desplegados citados puede obedecer a dos principales razones: una, que no es lo mismo el cerrado grupo del CMN que el resto de los empresarios organizados en el país; y dos, que el fenómeno López Obrador se está fortaleciendo más de lo que imaginaron los empresarios en general (y no sólo los del CMN) al principio de las campañas.
Aunque nadie ha dicho que los empresarios formen un bloque monolítico, no sale sobrando subrayar que entre ellos hay diferencias, a veces muy grandes. No son lo mismo, por ejemplo, el CCE y la Canacintra que, como se recordará, originalmente estuvo en contra de la fundación del primero y que ahora es sólo invitada permanente en lugar de asociada. Entre los empresarios del CCE hay muchos que no comparten el nacionalismo de la segunda, entre otras razones porque aquellos participan competitivamente en la globalización económica y los de Canacintra no, al depender más del mercado interno que del internacional.
Por lo demás, en la antigua Coparmex (otro de los grupos firmantes), ha habido presidentes de diferentes maneras de pensar (Guajardo Suárez o Clouthier, por ejemplo, y contrastadamente Carlos Abascal, para sólo mencionar a algunos). El actual presidente de la Coparmex, Gustavo de Hoyos, tiene un perfil peculiar en su medio, ya que está activamente en contra de la corrupción y la impunidad y en favor de una nueva cultura salarial. En la actual coyuntura de confrontaciones entre el sector empresarial y el candidato López Obrador, De Hoyos está proponiendo darle vuelta a la página y está invitando al tabasqueño a que le baje el tono
a sus declaraciones y que, por su parte, los empresarios seguirán privilegiando el análisis de las propuestas de todos los candidatos sin estigmatizar ni descartar la propuesta de ningún candidato como se ha hecho hasta el momento
.
Lo que sigue, espero, será más en la lógica de la civilidad y la concordia (para usar los términos de De Hoyos), además de la búsqueda de puntos de coincidencia. Interpreto, con cautela, que los empresarios ya están viendo a Andrés Manuel como seguro ganador y que éste sabe que tendrá que contar con ellos para su proyecto de país, que no tiene relación alguna con el socialismo ni con las expropiaciones en favor del Estado, como opinan sus enemigos y algunos consejeros del mismo partido que más bien parecen embajadores de Venezuela en México. AMLO, por su lado, ha hecho declaraciones más mesuradas y aceptables para los empresarios, como las realizadas en su participación en el reciente Foro Nacional de Turismo donde dijo, entre otras cosas, que el aeropuerto en discusión bien podría ser concesionado a los particulares: una posibilidad entre otras que se analizarán con cuidado después del primero de julio.