n el prólogo al libro programático del candidato presidencial de la coalición Todos por México, José Antonio Meade, El México que merecemos (Grijalbo 2018), Luis Rubio afirma que las reformas y los cambios que en nuestro país hemos experimentado en los últimos años son muy importantes y transformadores, pero que faltaron visión y liderazgo en su consumación plena, que permitiera llevarlas hasta la entraña de la sociedad, que debe ser la beneficiaria final. Considero que sí hubo visión para concebir, acordar y aprobar reformas históricas de gran calado, pero para lograr los cambios que las reformas conllevan, y para resolver los problemas que se han presentado antes de bajarlas todas a la sociedad,
se requiere primero transformar el sistema de gobierno, una estrategia diferente de operación política y contar con una moderna y eficaz política de comunicación social del Estado mexicano.
José Antonio Meade, en su plataforma programática, asume y se compromete con un cambio radical, eficiente, sensato, armónico y viable, que ahonde en las reformas, para relanzar a nuestro país en busca de un horizonte de progreso compartido.
El libro del candidato empieza por reconocer que se heredan severos déficits en seguridad, corrupción, impunidad, crecimiento económico y desigualdad en lo que respecta al ingreso. Desmontar esas deficiencias estructurales, corregir los vicios públicos de la gobernanza mexicana, cambiar los métodos de organización y de toma de decisiones, serán materias fundamentales del siguiente gobierno, que buscará profundizar las transformaciones y hacerlas patrimonio de todos los mexicanos.
Se trata de una reingeniería completa y una reforma adicional del sistema de gobierno y de su administración, que hoy por hoy evidencia desequilibrios y desorden en la administración propiamente dicha, en la relación con la sociedad y en cuanto al papel de la clase política en la vida nacional.
En El México que merecemos. Mi visión para transformar nuestro país con orden y con rumbo, se presenta a los electores un plan de cambio completo y una transformación en la mayor parte de los aspectos relevantes de la vida pública.
La primera prioridad es seguridad, justicia y combate a la corrupción.
El candidato del PRI, PVEM y Nueva Alianza se propone corregir los defectos que permitieron, por ejemplo, la corrupción de los servidores públicos venales, como los gobernadores presos y prófugos; reorganizar, por completo, el sistema de seguridad, y hacer la gran reforma pendiente en la administración de justicia.
La segunda prioridad es el combate a la pobreza y la puesta en marcha de políticas públicas de inclusión.
La tercera –y capital– prioridad es el crecimiento económico y el bienestar, con dirección al ansiado desarrollo integral.
La cuarta prioridad es alcanzar una educación de excelencia, que es la mejor estrategia y el insumo insustituible para lograr el gran salto de la planta productiva.
El quinto eje es ubicar a México como potencia global. Una visión para conquistar el lugar que nuestro país merece y requiere ocupar en el concierto mundial de las naciones.
El sexto eje es el desarrollo sostenible. Una visión estratégica de crecimiento económico amigable con el medio ambiente.
Un séptimo eje, de gran compromiso, es la igualdad de género, que es una verdadera prioridad nacional, para reconocer a las mujeres con derecho a la mitad de todo, aunque en estos tiempos aún se dificulte la identificación de perfiles y de personalidades, pero se trata de un proceso que no debe tener reversa.
La octava prioridad es la juventud mexicana. Una mirada a la realidad del presente para edificar el México del futuro. Aquí es indispensable y urgente el diseño de una política pública para, por y de las y los jóvenes, que les facilite y promueva el acceso y el ascenso a los beneficios del desarrollo en todos los órdenes.
Sobre cada uno de estos capítulos estaré escribiendo en estas páginas, para mostrar y contrastar la propuesta innovadora, creativa y modernizadora de José Antonio Meade y su proyecto de nación con las de los demás candidatos.