sagrado
i los comentaristas deportivos que sí saben leer, como es el caso de Carlos Albert, le dieran una miradita, aunque fuera superficial, a un librito publicado hace años por El Colegio de Jalisco con el título Lo sagrado del rebaño, podría entender mejor por qué se definió precisamente como el rebaño sagrado
al equipo de futbol Guadalajara, a partir de su ahora cariñoso sobrenombre de chivas, y también lo que está sucediendo con sus enervados partidarios ante el hecho de que el dichoso equipo, con dificultad, esté sobreviviendo en la primera división del futbol mexicano, y da la sensación de que la empresa toda está en liquidación…
En un momento de crisis, aprovechando que la directiva del club estaba formada por un lamentable cónclave de juniors pusilánimes, echando mano de triquiñuelas no tan legales, el señor Jorge Vergara se logró apoderar de él, con el ánimo de satisfacer su voracidad económica y sus ansias de figurar.
Eran momentos en que su negocio de venta piramidal
estaba en su apogeo, aunque ahora, como les sucede a todos, ya se desmoronó. De ahí el nombre de Omnilife que ostentó durante un tiempo el estadio que se mandó hacer en un sitio remoto y de muy difícil acceso para los peatones.
Ahora le cambió el nombre por otro pagano, con lo cual quiere decir que, en un golpe de suerte, el enorme inmueble –que casi nunca lo ha podido llenar un partido de futbol– pudo haberse llamado, por ejemplo, Sico…
Parece que ahora las cosas le están saliendo mal y necesita conseguir dinero vendiendo incluso jugadores y demás, para mantenerse económicamente a flote. El equipo, como es natural, se ha ido a los últimos lugares y su fanaticada ha vuelto a sacudirle el árbol genealógico y por doquier proliferan los soeces gritos y comentarios de “Vergara a la…” De hecho ha surgido un movimiento popular en su contra. ¡Cuidado!
En el mencionado librito puede verse con claridad el importante papel social que desempeñaban las famosas chivas en el sector social mayoritario. Las sacó del estadio Jalisco con su fácil acceso, otrora denominado con justicia el templo mayor del futbol mexicano
, cambió el día y la hora de los juegos y se pavoneó a sus costillas por doquier hasta que las rechiflas, cada vez que se descubría su presencia, lo obligaron mantenerse a la sombra. Su dominguero público familiar y pacífico pasó a ser cervecero y rijoso.
El equipo ha ido perdiendo su carácter de representante popular y el pueblo
está muy resentido. Hemos visto espectáculos patéticos del estadio casi vacío y, con frecuencia, los Leones Negros de la Universidad de Guadalajara, en la segunda división (o primera A), gozan de más público los domingos por la mañana en el Jalisco.
Desde el principio de la operación no faltó gente que se lo dijera, pero el hombre sólo sabía mirar a las nubes y oírse a sí mismo. Los íconos sociales no se deben manipular al antojo. Ello es algo que se sabe bien. ¿No le ha bastado saber que, de haber sido el equipo, por mucho, con más partidarios en México, ahora ya ha sido superado con creces?
A Leonardo Ffrench