acques Derrida definió la edad contemporánea como la de la entronización de ‘‘la mentira absoluta y definitiva”. Lo que se confirmaría después de ver el debate de los candidatos a la Presidencia de México. Los cuatro participantes en la mesa redonda insistieron en atacar llamando a sus oponentes: corruptos. Una de las formas de la mentira que sobrellevamos desde la Conquista de México por los españoles que convencieron a los reyes y al Vaticano de la conversión de los indígenas con la pura presencia de la cruz y que sigue hasta nuestros días, ¿‘‘será este el origen de la idea de la corrupción en que nos debatimos. Engaña el español al indígena, éste finge no notar el engaño o engaña a aquél sobre su supuesta conversión. Nota el juego el español, finge no notar el engaño de la falsa conversión, el indígena a su vez finge no saber que todo su juego se ha puesto al descubierto y actúa como si éste fuera el mejor de los mundos y un modelo de la convivencia pacífica”?, que decía don Juventino Castro, quien fue ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
El filósofo francés Jacques Derrida afirmó en una conferencia en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en 1997, con el título Estados de la mentira, mentira de Estado: prolegómenos para una historia de la mentira. ‘‘Lo relevante en la mentira no es nunca su contenido, sino la intencionalidad del que miente. La mentira no es algo que se oponga a la verdad, sino que se sitúa en su finalidad: en el vector que separa lo que alguien dice de lo que piensa en su acción discursiva referida a los otros. Lo decisivo es, por tanto, el perjuicio que ocasiona en el otro, sin el cual no existe la mentira” (El País, A. Puente, IV, 23, 97).
Para Jacques Derrida, ‘‘buena parte de lo que se ha dado en llamar, con Fukuyama, final de la historia, tiene mucho que ver con ese apogeo de la mentira absoluta por contraposición al saber absoluto hegeliano. Sabemos que el espacio político es el de la mentira por excelencia; y mientras la mentira política tradicional se apoyaba en el secreto, la mentira política moderna ya no esconde nada tras de sí, sino que se basa, paradójicamente, en lo que todo el mundo conoce”.
Derrida reivindicó la necesidad de ensayar una historia de la mentira, que para lograr su eficacia debe hacerse, señaló, ‘‘en un sentido extramoral”. ‘‘Hay que olvidar la lógica maniquea de verdad y mentira, y centrarlos en la intencionalidad de quienes mienten”, subrayó. Un serio escollo para este nuevo inventario de la mentira en un sentido ‘‘extramoral” es, a juicio del filósofo francés, la lógica impuesta por los medios de comunicación de masas. ‘‘La proliferación de imágenes virtuales que sus códigos sustentan terminan por borrar el original, destruyen el archivo donde rastrear la verdad y se convierten de ese modo en estratégicas mentiras de nadie”, diagnóstico, e invitó a husmear en las intencionalidades, tanto políticas como mediáticas, para detectar mentiras más acá de lo no verdadero.