a es evidente que la abstención será esta vez algo menor y que Andrés Manuel López Obrador obtendrá la primera mayoría relativa frente a sus adversarios, quienes probablemente no lleguen ni a la mitad del electorado incluso sumando sus resultados.
Las urnas mostrarán abiertamente a todo el mundo la crisis gravísima del establishment y la debilidad de las clases dominantes en México, que hoy están divididas respecto a qué hacer al día siguiente de la elección presidencial.
En efecto, mientras la prensa de los patrones y la mayoría aplastante de los grandes capitalistas, que están entrelazados con las empresas trasnacionales, pretenden impedir que se vote por AMLO, una minoría de ellos y las organizaciones de empresarios ligados al mercado interno, así como los referentes de los capitalistas medios, aceptan la posibilidad de su triunfo, esperando cooptarlo. El voto
de Donald Trump y del capitalismo internacional es también muy claro y se opone terminantemente a la posibilidad de que México deje de aplicar al pie de la letra las políticas económicas y sociales impuestas en Davos.
Estados Unidos considera que nuestro país es una mera extensión de su economía y un problema interior y Trump mira hacia las elecciones parlamentarias estadunidenses y sus posibilidades de relección. Por eso endurecerá aún más su política hacia Canadá y México y mantendrá su proteccionismo, que le gana apoyo interno, frente a las importaciones de cualquier producto, industrial o agrícola que pueda competir con la producción local.
Esa actitud, por otra parte, y la guerra de tarifas amenaza asfixiar la ligera recuperación de la economía europea y el crecimiento de la economía china, provocando como efecto secundario una baja de los precios de los productos minerales, de los carburantes y de todos los insumos para la industria y para los salarios (alimentos humanos y forrajes), lo cual tendrá efectos recesivos en México y en todo el mundo.
Citibank y un sector de la burguesía han indicado ya que aceptarán un gobierno “para frenar al tigre ”, sin cambios sociales importantes y con una política neoliberal y de sumisión a Washington, pero eso no es lo que quieren los votantes de AMLO que, como mínimo, exigen una política desarrollista, como la de los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo. Ahora bien, una política igual a la de Peña Nieto implica mantener la ocupación de la nación por las fuerzas armadas y aumentar la represión de las inevitables protestas y de los movimientos sociales que serían estimulados por la decepción y la ira de los votantes de AMLO si éstos se sintiesen estafados.
El Citi también se preocupa porque AMLO podría no obtener la mayoría parlamentaria, lo cual quiere decir que apuesta a la multitud de tránsfugas de otros partidos y de otros gobiernos de derecha que treparon al carro de López Obrador porque saben que la principal relación del tabasqueño es con el tigre
que lo puede amenazar o que él podría tratar de controlar mientras que esa gentuza oportunista tiene, en cambio, una relación con el mercado
, pues se vende sin problemas al mejor postor y demostró ser flexible, ultraconservadora y controlable.
Las opciones de la burguesía, por consiguiente, son dos: o un fraude descarado e inmediato oculta, como en 1988 y en 2006, el resultado real de la elección o, por el contrario, el establishment se inclina por domesticar al domesticador del tigre
para poderlo ir adormeciendo y cortarle las garras. En el primer caso, la represión armada y masiva sería la principal respuesta de la clase dominante ante una respuesta popular indudablemente masiva y airada, pero desorganizada. En el segundo, el establishment ganaría tiempo y posiciones desgastando al gobierno de Morena ante sus seguidores, mientras practicaría una represión preventiva y desorganizadora para impedir o desunir las protestas sociales.
Hay un fraude en marcha con la compra de votos. Para los trabajadores y la población pobre que se niegue a vender su voto y sufrague en cambio por AMLO buscando construir un México más justo, más honesto, más equitativo y reformas de fondo que lo hagan posible, no hay otra opción que su organización y su independencia.
Eso necesitarán tanto si hay un golpe y se instaura una dictadura con AMLO en la cárcel o en su finca La Chingada, como si el tabasqueño es elegido para mantener la política del PRIAN y abandona las pocas promesas progresistas que formuló durante su campaña.
En un artículo titulado A Dios rogando y con el mazo dando recordé la semana pasada este proverbio para insistir en que es urgente y necesario cambiar la relación de fuerzas entre explotados y explotadores. Pero eso no se hace en las urnas, sino en las conciencias y en las movilizaciones y se concreta como frente anticapitalista unido que se apoye en una red de comités, de asambleas barriales permanentes de control y de organizaciones comunitarias surgidas de asambleas populares.