El futbol: ¿opio del pueblo?
orge Luis Borges, escritor argentino, sentenció que el futbol es estúpido y el deporte más popular porque la estupidez es popular.
Para el narrador colombo-mexicano Fernando Vallejo es una plaga peor que el cristianismo, mientras Juan Villoro sostiene que es, ‘‘a su manera, una novela’’. Entre otras cosas por la extensión que tiene, ‘‘la trama de conjunto, las peripecias incidentales, los predicamentos morales’’.
De ser así, en ella cabrían lo mismo la corrupción de quienes manejan a escala mundial el futbol como los que se benefician económica y políticamente de él en cada país. Rusia ahora. En ese negocio que mueve miles de millones de dólares participan organismos como la FIFA, comités organizadores, federaciones locales, televisoras, agencias de mercadotecnia y de promoción de los equipos, jugadores y apostadores.
Pero el futbol destaca por su alto grado de corrupción. Han caído por ella sus máximos directivos en el ámbito mundial y varios nacionales, algunos de los cuales están en prisión. Otros con procesos judiciales abiertos. Los ejemplos máximos son la compra de votos para lograr la sede de esa justa, como ocurrió con Sudáfrica, Francia, Rusia y Qatar.
A ello se agrega concesionar a empresas de televisión, y con soborno de por medio, la exclusividad de transmitir los partidos. Además, ídolos como Messi, Ronaldo o Neymar libraron la cárcel tras pagar multas millonarias por evadir al fisco español.
Eufórico, el presidente Peña Nieto no felicitó a todos los mexicanos sino a la Federación de Futbol y a la afición, por ganar la sede del Mundial de 2026, junto con Canadá y Estados Unidos. Hizo bien en no generalizar, pues será un excelente negocio para grandes empresas. Como la televisora que lleva las riendas de la selección tricolor.
Cada cuatro años, los países que participan en esa justa deportiva logran la unidad nacional gracias a sus jugadores y entrenadores. Si Carlos Marx viviera hoy, quizá no diría que la religión es el opio del pueblo, sino el futbol.