Migración infantil
Hacen fila en garita con sus padres
Martes 26 de junio de 2018, p. 13
Matamoros, Tamps.
Acompañados de sus padres, seis niños migrantes permanecen en las inmediaciones del puente viejo que conecta a Matamoros, Tamaulipas, con Brownsville, Texas, a la espera de que las autoridades de Estados Unidos acepten darles asilo político.
Son menores de entre 2 y 10 años que han recorrido un largo trayecto desde su natal Honduras hasta la frontera de México con Estados Unidos para pedir una oportunidad al gobierno de Donald Trump de ingresar a ese país legalmente.
No quisimos entrar de mojados, queremos que nos oigan, que entiendan lo que hemos pasado en nuestro caso. Ya son cuatro meses viajando para poder llegar aquí; lo que pedimos es que se nos escuche y nos permitan quedarnos porque no podemos regresar a nuestro país
, explicó Walter Santiago.
Oriundo de Las Ceibas, el centroamericano observa cómo sus cuatro hijos devoran un pedazo de pastel expuestos al sol en el cruce internacional, uno de los cuatro que existen entre Matamoros y Brownsville, y que carece de techado que proteja a los visitantes del calor o de las lluvias.
Dos días después de haber llegado a la frontera tamaulipeca, Walter cuida su lugar en la fila, junto a Maikel Henry, oriundo de La Habana, Cuba, quien también viajó miles de kilómetros para llegar con sus dos primos hasta el cruce fronterizo, donde los vio partir el domingo.
Veníamos todos juntos pero a ellos los pasaron ayer; a mí me dejaron aquí a pesar que les dije que éramos familiares, que no queríamos separarnos, pero ya ve, aquí me dejaron
, relató el joven de 24 años mientras se cubre del sol con una sombrilla blanco con negro.
En total son 11 adultos y seis menores los que comenzaron la semana tirados en el piso. Del grupo, los que vienen de más lejos son Fabrizio y su hijo Ferdinando, originarios de Manaos, Brasil, quienes llegaron a Matamoros con la esperanza de que el gobierno estadunidense les dé asilo político.
Todos son mantenidos a raya por dos agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos que en los límites de su país tienen una carpa donde revisan las visas de los visitantes y son el filtro para evitar que extranjeros lleguen a la ventanilla de migración.
Abajo del grupo de centroamericanos, el río Bravo corre, alimentado por las lluvias recientes que hicieron crecer a ocho metros su corriente, y que se ha convertido en la única diversión para los hermanos Olga, Gustavo, Adolfo y Rigoberto, que lejos de su natal Honduras sueñan con un futuro mejor.