Viernes 29 de junio de 2018, p. 26
Santiago
La justicia chilena comenzó a abrir una de las páginas más oscuras de la dictadura de Augusto Pinochet: la adopción irregular de miles de niños que fueron enviados al extranjero. Hoy, sus madres los buscan ayudadas por las redes sociales.
El 9 de julio de 1977, durante los años más cruentos de la dictadura (1973-1990), Margarita Escobar llegó a tener a su hija al hospital Paula Jaraquemada, en Santiago. Alcanzó a ver a su bebé unos instantes antes de que se la llevaran.
Cuatro décadas después relata a la agencia de noticias Afp que durante horas nadie le dio información sobre su hija y que cada tanto la inyectaban para mantenerla dormida. “Cada vez que despertaba volvía a preguntar por ella, hasta que una matrona me dijo: tu guagua (bebé) nació muerta”.
Pidió verla para darle un beso pero no la dejaron. Después de eso nadie me dio ningún papel, me mandaron para la casa. No sé cómo llegué; estaba totalmente dopada
, recuerda.
En el mismo hospital, en febrero de 1985, María Orellana dio a luz a un niño al que llamó Cristián. Alcancé a escuchar que era un varón; después me aplicaron una inyección y no supe más
, cuenta.
Durante días pidió ver a su hijo pero nadie le dio respuesta hasta que le informaron que había muerto. Tampoco la dejaron verlo. “Quédate con el recuerdo de tu guagüita, va a ser muy cruel que lo veas”, recuerda que le dijeron en el hospital.
Al igual que Margarita, a María tampoco le dieron ningún papel ni le entregaron el cuerpo. No hay nada, es como si yo no hubiera pasado por ese hospital
, recuerda hoy, empeñada como otras miles de madres en encontrar a su hijo.
El camino de la justicia
El juez especial de causas de derechos humanos Mario Carroza realiza desde enero una extensa investigación sobre la sustracción de menores, centrada en los años de la dictadura, aunque, ante nuevas denuncias, la amplió hasta 2000.
Si bien se ha descartado el secuestro de niños como método represivo, como sucedió en Argentina, se cree que las condiciones de esa época facilitaron el actuar de grupos dedicados a captar
niños para enviarlos al extranjero con fines económicos.
La modalidad se asemeja a la registrada en España, donde acaba de abrirse el primer juicio por un caso de bebés robados a sus madres para ser entregados a familias adoptivas, en una práctica que comenzó en la dictadura de Francisco Franco (1939-1975).
No hemos establecido algún patrón que diga que hay relación con alguna política estatal de represión, pareciera ser más bien una asociación ilícita, una organización lucrativa respecto de la adopción de personas de manera irregular
, explica el abogado del Instituto Nacional de Derechos Humanos Pablo Rivera, quien ha presentado denuncias en nombre de las madres.
Desempeñaron un papel protagónico asistentes sociales, religiosos, médicos y funcionarios de hospitales y autoridades municipales, que detectaban a madres vulnerables y luego sustraían a los niños o lograban, mediante engaños, que fueran dados en adopción.
En general los casos tienen relación con madres de escasos recursos que dieron a luz a sus hijos o hijas y luego fueron engañadas por funcionarios de los hospitales que les dijeron que estaban muertos y no supieron más
, agrega Rivera.
La vigencia, hasta 1988, de una ley que permitía borrar los orígenes de las familias biológicas contribuyó a fomentar la práctica en un país sumido en esos años en el silencio y el temor, explica la historiadora de la Universidad Austral Karen Alfaro.
Para esta académica, la práctica se inscribe también dentro de una lucha ideológica de la dictadura de Pinochet, una violencia social sobre los más pobres
.
No hay registros de la cantidad de niños enviados al extranjero. Según datos oficiales, entre 1973 y 1987 se registraron 26 mil 611 adopciones en Chile pero no se sabe cuántos menores fueron llevados al exterior.
El juez Carroza ha logrado determinar que al menos 2 mil 21 fueron adoptados en Suecia entre 1971 y 1992. Otros miles llegaron a Alemania, Francia, Italia, España, Holanda, Suiza, Estados Unidos, Uruguay y Perú. El valor pagado por cada niño equivalía a entre 3 mil y 5 mil dólares de hoy.
Sin papeles que respalden su historia, muchas madres guardaron su dolor por años. Pero a medida que los primeros casos fueron haciéndose públicos y se formaron grupos de búsqueda en redes sociales, muchas se dieron cuenta de que miles compartían su experiencia.
Uno de estos grupos es Hijos y Madres del Silencio, que reúne en Facebook a unas 3 mil personas: hijos que buscan su origen biológico y madres que quieren rencontrase con hijos arrebatados.
En tres años, el grupo ha logrado casi 90 rencuentros.