ste fin de semana los mexicanos elegiremos nuevo presidente de la República, gobernadores, presidentes municipales, senadores y diputados, 18 mil en total –si no me equivoco–, en medio de un ambiente que respira crueldad y no apreciamos lo que representa. Poco a poco se levanta un clamor que adquiere proporciones inimaginadas. Los hechos poseen una realidad tan evidente que turba cuando no irrita. Irritación que es defensa a una rabia contenida, a punto de estallar. El país envuelto en un resplandor que se difracta, entre una pequeña luz esperanzadora y sombras, muchas sombras entre la vida y la muerte.
En los gritos de los sacrificados de diversas formas, se siente revivir con un dejo de sarcasmo y decepción el fluido de una paz perdida, en medio de una ola infernal que recorre la República. Sumado a lo anterior la pobreza extrema y media de más de la mitad de la población. Drama de una contienda insoluble, por lo pronto, que nos mantiene sumidos en la penumbra. Se pretende explicar lo inexplicable, hacernos tragar un anzuelo sin nada que masticar. Locación gruesa, blasfemas a su modo despegadas del menester tradicional. Por si faltara poco, a las muertes diarias en medio de ‘‘ayes” lastimeros, el drama de los niños migrantes violentamente arrancados a sus padres, en otra forma de crueldad ‘‘inconsciente” perpetrada por una serie de irresponsables cuya cabeza es el presidente de Estados Unidos, aprovechando la situación geopolítica mundial.
¿Dónde está el enemigo?, ¿quién es ese fantasma que mata a diestra y siniestra?, ¿quién es ese fantasma que torna adictos a jóvenes?, ¿quién es ese fantasma que disgrega familias en una crueldad sin sangre?, ¿quién es ese fantasma que deja sin techo y comida a los más marginales, los más lastimados mentalmente, en medio del sufrimiento más atroz sin pizca de piedad?, ¿quién es ese fantasma que mueve hilos invisibles y nos trata como ‘‘marionetas” de una representación inimaginable?
Muerte en la crueldad que danza seductora fuera de lo racional en un mundo atemporal. Crueldad en que hacemos como si nos pusiéramos de acuerdo sobre lo que el concepto quiere decir. Sin embargo, habrá que ir más allá, sea asignando a la palabra crueldad su ascendencia latina ( crúor, crudus, crudelis), ‘‘una tan necesaria historia de sangre derramada de crímenes sin sangre, de los lazos de sangre o que tomemos la línea de filiación a otras lenguas y otras semánticas, por ejemplo, Grausamkeit, palabra empleada por Freud, en cuyo caso no se asocia al derramamiento de sangre sino que más bien alude al deseo de hacer sufrir o hacerse sufrir por sufrir, e incluso torturar o matar, de matarse o torturarse, torturando o matando, por tomar un placer síquico en el mal o por causar del mal radical en que la crueldad sería difícil de determinar o delimitar; aun cuando se pudiera detener la crueldad sangrienta, aparecería una crueldad síquica que sufriría los dolores sicológicos –angustia, terror, horror– y continuaría inventando nuevos desórdenes mentales” que sostiene Jacques Derrida.